La utopía y el caos: crisis eléctrica en el socialismo cubano
El apagón de más de cuatro días en todo el territorio cubano plantea el fracaso del modelo totalitario en su intento de gestionar la administración pública. La cúpula del Partido Comunista y sus agentes son responsables de lo que les suceda ante una eventual revuelta popular.
La crisis cubana es sistémica, como todas las padecidas por sociedades lastradas por el modelo y legado totalitarios. Abarca todas las esferas de la vida individual y colectiva, apuntando a diversos grados de implicación, afectación y responsabilidad. En esas redes y nexos hay jerarquías, dentro de las cuales las víctimas que la padecen —la mayoría del pueblo empobrecido— apenas ocupan el nivel inferior. Por lo que solo pueden ser, con mucha temeridad —por no haber podido o sabido rebelarse de modo masivo y eficaz ante el statu quo— culpadas por su trágico destino.
Colapso eléctrico
La causa inmediata de la crisis que ha padecido Cuba con el colapso de su sistema eléctrico puede ser vista como una “contingencia técnica“: deterioro y colapso de la capacidad de generación y transmisión eléctricas. Sin embargo, detrás de ella hay una responsabilidad humana. No es un “apagón” derivado de un desastre climatológico imprevisto o un accidente tecnológico puntual. La crisis no es “neutral”, no es “natural” y adquiere ya, como la venezolana, el carácter de una “emergencia humanitaria compleja“. Al igual que en Venezuela, ninguna sanción o “bloqueo” explica o justifica semejante desastre, derivado de la acción de una camarilla depredadora y —ahora que todos hablan de Acemoglu y Robinson, Nobel mediante— del desempeño de sus instituciones extractivas.
La causa profunda de la crisis cubana es directamente política. Emana de un sistema fracasado y su cúpula, una camarilla que ha hecho de la corrupción oligárquica, la lealtad mafiosa, la simulación cortesana y la represión a propios y ajenos sus atributos fundamentales. Desde la pandemia y hasta el presente, las estadísticas —oficiales y estimadas— de créditos, préstamos o inversiones orientadas a la construcción priorizada de hoteles, por sobre todo lo demás, ha sido noticia. Simplemente han usado el presupuesto —alimentado por créditos rusos, cooperación europea, comercio chino, pagos venezolanos y mexicanos…— para estafar a sus socios e ignorar las necesidades del pueblo.
Hotelería como prioridad
Como ha analizado el economista Mauricio de Miranda, en Cuba los recursos son asignados por una clase burocrática que se usufructúa la propiedad que supuestamente es de todo el pueblo. Utilizando los datos oficiales de inversiones publicados por la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), Miranda demostró que entre 2021 y 2023 el total de inversiones públicas fueron de 226.656 millones de pesos, de los cuales 81.117 millones (35,8%) se dirigieron a actividades inmobiliarias, hoteles y restaurantes. Un sector turístico que en 2023 apenas tuvo una tasa de ocupación de apenas del 25%.
Mientras tanto, los suministros de electricidad, gas y agua totalizaron apenas 20.882 millones de pesos (9,2% del total). La industria no azucarera 16,6%, industria azucarera 0,4%, agricultura 2,9%, salud y asistencia social 1,9% y educación 1,3%. Para el periodo de enero a junio de 2024 las actividades inmobiliarias, hoteles y restaurantes recibieron el 37,8% del total de inversiones, sumando 43.120 millones de pesos. Mientras tanto, el suministro de electricidad, gas y agua recibió el 10,6%; la industria no azucarera 19,5%; azucarera 0,5%; agricultura 2,5%; salud y asistencia social 1,8% y educación 1,0%. Obsérvese en particular estos dos últimos rubros, usados como emblemas de la “Justicia Social” de la llamada “Revolución cubana”.
Esta política inversionista claramente va en contra del interés nacional y en un país democrático en el que existieran contrapesos de poderes ya se habría iniciado una investigación para determinar cuáles son las razones por las que los escasísimos recursos del país se destinan con ese fin según los datos de la ONEI.
Limosnas de los enemigos
La camarilla (des)gobernante del castrismo tardío y decadente combina lo peor de las formas políticas autoritarias del mundo actual. Es tan controladora como el “modelo chino”, sin su capacidad de crear riqueza. Tan ideológica como el putinismo, sin que propaganda oficial y mentalidad popular coincidan. Tan parasitaria de las remesas de sus emigrados como muchos países periféricos. Sin dejar de chantajear y administrar a aquellos sus derechos en su país natal. Y es que los “tardocastristas” presumen de “soberanía” pero imploran, como gobierno y como particulares, las limosnas de sus “enemigos”, sean otros gobiernos o parientes. Sin esos dólares, Cuba sería ya un símil de Haití….aunque por el deterioro de todos los indicadores, excepto la represión y control estatales, parece ir en camino hacia allí.
Esa camarilla estatal, luego de acumular y consumir privadamente la riqueza nacional, gasta millones de dólares y horas en armar redes de influencia global. Que, contando con la complicidad de portavoces extranjeros, venden la imagen de un país irreal, “revolucionario” y “solidario”. Dedicado a la “justicia social”. Si la dictadura de Corea del Norte gasta millones en armas nucleares, a costa del hambre de su pueblo, la cubana hace otro tanto con la diplomacia, propaganda y cooptación de aliados en todo el orbe. Por eso es clave que, pese a lo que repiten los propagandistas de Clacso y otras redes de la “galaxia rosa”, ante la crisis de Cuba como caso histórico de socialismo de estado, asumamos también su agotamiento paralelo (y concomitante) como modelo de gestión y desarrollo social para el Sur Global.
El valor de alzar la voz
La cúpula del Partido Comunista Cubano y sus agentes —nacionales o extranjeros— defensores de la “Revolución” son los beneficiarios del statu quo y responsables directos de la actual crisis. Son quienes responder por los reclamos y acciones que se produzcan ante el malestar popular que se ha expresado en los últimos días en forma de protestas esparcidas por todo el territorio nacional. Protestas que, como han dicho recientemente analistas como Cecilia Boves, Carlos Malamud o Hilda Landrove, llegaron para quedarse dentro de una población que, lentamente y pese a la represión, ha descubierto in extremis el valor de alzar la voz.
Dada la magnitud de la crisis, el daño humano que genera y su renuencia a asumir la responsabilidad que les corresponde, esa cúpula y sus agentes son criminales. Y deberán, en un escenario ideal, responder por ello ante una Justicia —nacional o internacional— que les juzgue con todas las garantías que nos han negado a sus opositores y críticos. Pero, de seguir bloqueando cualquier apertura pacífica y democrática, la cúpula y sus agentes son y serán responsables de lo que les suceda en una eventual revuelta popular. Han causado demasiado dolor y eso tiene que cesar.
ENLACE A LA NOTA EN «DIÁLOGO POLÍTICO»: https://dialogopolitico.org/agenda/crisis-electrica-cuba/