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‘La ventana indiscreta’, el cine dentro del cine

Alfred Hitchcock realizó una prodigiosa reflexión sobre la relación entre lo real y lo aparente en 'La ventana indiscreta' (1954)

Grace Kelly : her beauty, her films - Grace Kelly in "Rear Window" (1954) | Facebook

Grace Kelly en «La ventana indiscreta»

 

Preguntado si ‘La ventana indiscreta’ (Rear Window) era una historia de suspense o una comedia, Alfred Hitchcock respondió: «Es una película sobre el cine dentro del cine». Y no le faltaba razón porque lo de menos es la trama y lo esencial está en la forma como la cuenta. Es el ojo de la cámara el que muestra ese patio interior de Manhattan en el que transcurre la acción, basada en un fotógrafo con una pierna escayolada que cree que su vecino ha asesinado a la mujer con la que vive. Los encuadres y el montaje convierten en una obra maestra lo que hubiera sido en manos de otro director un trabajo anodino.

Pocas veces una película había suscitado un reto tan descomunal como ‘La ventana indiscreta’, estrenada en 1954. Para empezar, Hitchcock tuvo que convencer a la Paramount de la necesidad de construir un patio trasero en sus estudios, lo que exigió derribar el suelo. Hubo que habilitar 36 habitaciones, de las cuales ocho estaban totalmente amuebladas. Luego, tuvo que resolver el problema de la luz, que no sólo debía cambiar en función de la hora del día, sino que además tenía que permitir la filmación de esos interiores. Y, por último, había que escribir la historia de los personajes secundarios del patio y darles vida, incorporando a la narración un toque de humor como contrapunto a la acción dramática.

Hitchcock basó el filme en un relato de Cornell Woolrich, publicado en 1942. Pero realizó profundas modificaciones en el guion, que decidió encargar a John Michael Hayes, con experiencia en el mundo de la radio. Para la fotografía, eligió a Robert Burks, que tuvo que buscar lentes especiales para filmar los interiores en la penumbra del atardecer y de la noche. Suya fue la solución de simular en la pantalla el deslumbramiento de los ojos ante el flash de una cámara, una de las secuencias finales. Contó también con Franz Waxman para una banda sonora minimalista, que acompasa el rodaje con los sonidos de la calle.

Se alimenta la duda de si ha habido un crimen o todo es producto de la imaginación del protagonista

La película costó un millón de dólares, pero recaudó 35, siendo el mayor éxito comercial del director británico por encima de ‘Los pájaros’ y ‘Psicosis’. Su aparente simplicidad es tan engañosa como meritoria, ya que Hitchcock consigue atrapar la atención del espectador mediante sofisticados recursos técnicos y un montaje que podrían formar parte de un manual de dirección cinematográfica.

A lo largo de la película, Hitchcock alimenta la duda de si ha habido un crimen o si, por el contrario, todo es producto de la imaginación de Jefferies, el protagonista, encarnado por James Stewart. Le da réplica una esplendorosa y sensual Grace Kelly, vestida por Edith Head, que probablemente nunca brilló a tanta altura como en este trabajo. Mientras que ella es una mujer poco convencional, con una pasión que no disimula, Jefferies es un hombre pasivo que cree que no ha encontrado a la pareja que puede compartir su vida con él. Discuten acaloradamente sobre el futuro.

El fotógrafo, un obsesivo mirón, observa desde su ventana las relaciones sentimentales de sus vecinos, entre los que figuran una mujer desgarrada por su soledad, una pareja de recién casados, un músico frustrado, una bailarina acosada y un matrimonio que duerme en la terraza por el calor. Toda una tipología del amor que el espectador ve también desde el objetivo indiscreto del operador.

La clave del filme es que Hitchcock reside en que es el propio público el que, a través de los ojos de Jefferies y de la cámara, se transforma también en un ‘voyeur’ ávido de contemplar lo que sucede tras las ventanas de las casas del patio. Todo se desarrolla a la vista, la acción es pura apariencia, pero al mismo tiempo no sabemos lo que se esconde detrás de las imágenes.

Hay, por ello, una profunda reflexión sobre la relación entre la realidad y la apariencia, de suerte que solamente el final aporta la clave sobre la verdadera personalidad de Thorvald, el asesino que interpreta magistralmente Raymond Burr, un viajante de bisutería cuya vida nocturna genera la sospecha del fotógrafo.

‘La ventana indiscreta’ es una de las cuatro películas de Hitchcock rodada en un escenario cerrado. Acababa de filmar La soga’, un fracaso comercial que no le disuadió de acometer este proyecto que preparó minuciosamente. Nunca se había implicado tanto en la producción que programó en todos sus detalles de suerte que tenía en la cabeza todas las secuencias antes de empezar a rodar. Una verdadera joya que revela el genio y la compleja personalidad de este gran creador.

 

 

 

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