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La “Xochitlmanía” en México

La historia de éxito de la senadora Xóchitl Gálvez es una construcción de años de esfuerzo personal. Nunca le dieron nada y todo lo hizo por sí misma

La senadora Xóchitl Gálvez, precandidata presidencial del Frente Amplio por México. Foto: EFE/José Méndez

 

A partir del pasado 12 de junio, la senadora Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz (1963) se ha convertido en un fenómeno político y de comunicación que ha provocado lo que se ha dado en llamar la “Xochitlmanía”. Su presencia en las redes sociales, en los periódicos, en la radio y la televisión ha crecido de manera exponencial. Su historia y su figura es ahora un tema de conversación cotidiana. En las últimas semanas desplazó al presidente Andrés Manuel López Obrador en el interés de búsqueda en las redes sociales, cosa que ocurre por primera vez desde que este asumió la presidencia.

Sus mensajes en las distintas redes sociales alcanzan cientos de miles de visualizaciones y por esta vía se comunica e interactúa con miles de personas todos los días. El disparador del fenómeno ocurre el lunes 12 de junio, cuando el presidente López Obrador se niega a cumplir la orden de un juez que, después de ocho meses de trámites legales, otorgó a Gálvez el derecho de réplica, para presentarse en la comparecencia mañanera del presidente. Esto para desmentir las palabras falsas que López Obrador había puesto en boca de la senadora. La negativa presidencial provocó una ola nacional de simpatía hacia Gálvez y también despertó el interés de la prensa nacional e internacional.  La reacción ciudadana y de los medios hizo que la senadora considerara la posibilidad de competir por la presidencia de la República en la elección de 2024. En diversas ocasiones había dicho que solo iría por la jefatura de gobierno de la Ciudad de México.

 

En una entrevista con el periodista de El País Elías Camhaji fechada el 13 de junio, Gálvez dice por primera vez que va a considerar la posibilidad de ir por la presidencia de la República y ese mismo día en el noticiero matutino de Ciro Gómez Leyva reitera su intención. Este anuncio es el segundo y decisivo paso en la construcción de la “Xochitlmanía”. Sin la negativa del presidente no hubiera sido posible. Él, como lo dice la senadora, la “destapó”. La negativa del presidente a que Gálvez ejerciera su derecho de réplica y el anuncio de que consideraba la posibilidad de ir por la presidencia de la República fueron la ocasión, para que su historia la conocieran amplios sectores de la sociedad.

Gálvez tiene una historia como pocas y es digna de contar. Nació en el seno de una familia indígena que vivía en condiciones de pobreza extrema en Tepatepec, un pueblo de Hidalgo. De niña vendía gelatinas para ayudar al sostenimiento de su familia. En la escuela pública de su pueblo siempre fue buena estudiante y lo siguió siendo hasta llegar a la UNAM donde hizo la carrera de ingeniería en computación. En sus años de estudiante vivió en un cuarto de servicio en una azotea en Iztapalapa. Una vez que se graduó, desarrolló una empresa de edificios inteligentes con mucho éxito. Con esa historia luego vino la política.

Gálvez ha vivido la pobreza extrema en carne propia y también la discriminación por su condición de indígena y mujer. Sabe de lo que habla, no son discursos. A partir de su origen la senadora construye una poderosa narrativa que sostiene en su propia vida. Su historia y su figura generan una emoción y empatía como ningún otro político en activo en México.

Su historia, ejemplar en muchos sentidos, no basta para construir la “Xochitlmanía”. A esto se añade que Gálvez tiene las seis características que se requieren hoy, para ser una candidata exitosa. Las y los electores deben percibir en este:

1. Que es honrado. Deben vivir de manera sencilla, nunca se ha aprovechado de sus cargos y por lo mismo no tienen cola que le pisen.
2. Que es cercano. Se le considera una persona como ellos, con sus mismos problemas y no como un personaje inalcanzable.
3. Que es empático. Se pueden identificar con el candidato. Les tiene que resultar atractivo y decir algo. Es una reacción emocional.
4. Que saben comunicarse. Las y los candidatos deben tener habilidades, para establecer una conversación permanente y fluida con el electorado.
5. Que tiene narrativa. Lo que se dice debe envolverse en un texto que consiste en la simpatía y adhesión del electorado a lo que el candidato propone.
6. Que tiene una propuesta. No es un programa de gobierno, que eso no convoca a nadie, sino contar con tres ideas muy claras con las cuales el electorado se identifica.

Gálvez tiene esas características que la hacen muy distinta a las y los otros candidatos del Gobierno, las corcholatas, y de la oposición de los que forma parte la senadora.  A la historia y a las características se añade un elemento adicional inesperado y es la actitud de López Obrador, que sin quererlo se ha convertido en un aliado fundamental de Gálvez y en una pieza clave de la “Xochitlmanía”.

Desde el pasado 12 de junio, el presidente todos los días en su comparecencia mañanera, insulta de manera particularmente agresiva a Gálvez. La convierte en un personaje público de primer orden y un candidato por encima de los otros. La sitúa a su nivel. En sus críticas e insultos, López Obrador se muestra como un machista, misógino y racista. La indígena Gálvez, que nace en el seno de una familia de extrema pobreza, lo saca de sus casillas y le provoca reacciones viscerales de odio. La actitud y el discurso del presidente alimentan día con día la “Xochitlmanía”. Cada mañana convierte en tema de conversación nacional el insulto proferido contra Gálvez, que esta responde con ingenio y elegancia.

Por el comportamiento diario de las redes, después vendrá lo que dicen las encuestas, se hace evidente que cada vez son más las y los electores, que se solidarizan y ponen de lado de la senadora. Es muy probable —habrá que medirlo— que incluso sectores populares que habían permanecido fieles al presidente ahora simpatizan con Gálvez y se identifican con su historia y lucha por salir adelante.  Y a todo lo anterior se añade un elemento más, que también está a la base de la “Xochitlmanía”, y es que amplios sectores de la sociedad descontentos con el actual Gobierno no veían a ningún candidato o candidata de la oposición con posibilidades reales de ganar la presidencia. De pronto, antes no lo habían considerado, surge ante sus ojos de improvisto Gálvez y ven que ella sí puede vencer a cualquiera que sea el candidato de Morena. Esto despierta esperanza y un gran entusiasmo que se expresa en la “Xochitlmanía”.

La historia de éxito de la senadora Gálvez es una construcción de años producto del esfuerzo personal. Nadie nunca le dio nada y todo lo hizo por sí misma. A partir de su lucha salió de la miseria y está donde ahora se encuentra. A partir del 12 de junio pasado se ha convertido en una rockstar como lo fue Fox en 2000 y López Obrador en 2018.  Todo indica que habrá de ser la candidata que triunfa en la elección interna de la oposición y luego, habrá que ver, también en la próxima presidente de México. Esa es decisión del electorado. Lo que es evidente es que la rockstar Xóchitl Gálvez despierta la simpatía y el apoyo de millones de electores. La “Xochitlmanía” llegó para quedarse y habrá de crecer en los próximos meses. Las encuestas irán midiendo cuál es el efecto real de esta en la intención del voto.

 

*Artículo publicado originalmente en Nexos.

 

 

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