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Laberintos: La incógnita electoral argentina

 

Télam Mar del Plata14/11/2010 En la plazoleta Almirante Brown, la Presidenta Cristina Kirchner junto al Gobernador Daniel Scioli, durante el cierre de los Juegos Evita 2010. Foto: Presidencia de la Nación/Télam/jcp

El próximo 25 de octubre, los argentinos elegirán al sucesor de Cristina Kirchner en la Presidencia de su país. Un hecho de gran trascendencia, porque los resultados de esa votación pueden profundizar o alterar decisivamente, en Argentina y en el resto de América Latina, el rumbo populista de la política que se ha venido propagando en la región desde que hace 16 años Hugo Chávez asumió el poder en Venezuela. El anticipo de lo que pueda ocurrir entonces tendrá lugar este domingo, 9 de agosto, cuando se celebren en Argentina las llamadas “elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias” (PASO). Una consulta que, más que un simple mecanismo electoral para determinar internamente quién será el abanderado de cada agrupación política en las elecciones generales de octubre, al poner a competir a todos los pre candidatos en una misma votación abierta a todos los ciudadanos, en realidad se convierte en una suerte de primera vuelta electoral. Desde esta perspectiva se hace muy difícil que los resultados de octubre contradigan a los de este domingo.

Veamos. Los principales rivales en este evento electoral, y en el que dentro de dos meses y medio se disputarán la Presidencia de la República, son, en esta esquina, Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires y peronista del ala más conservadora del peronismo, pero que en los últimos meses se ha venido desplazando gradualmente desde el campo de la disidencia para terminar aliado de Cristina Kirchner. En la otra esquina, su principal rival, Mauricio Macri, alcalde de la ciudad de Buenos Aires y principal figura de la oposición antiperonista desde hace años. Todas las encuestas indican que Scioli cuenta en estos momentos con cerca de 40 por ciento de la intención del voto, pero menos de 10 por ciento más que Macri. Unos números insuficientes para cantar victoria anticipada. La compleja legislación electoral argentina establece que para conquistar la Presidencia sin necesidad de ir a una incierta segunda vuelta, el ganador debe obtener más de 45 por ciento de los votos emitidos, o entre 40 y 45 por ciento, si su ventaja sobre su más próximo competidor es superior a 10 por ciento. Esta es la gran incógnita que se despejará en estas primarias, pues ese casi 40 por ciento de apoyo a la candidatura de Scioli, de acuerdo con todos los estudios de opinión, es piso y a la vez techo de su popularidad.

Según encuesta publicada el pasado viernes por el diario bonaerense Clarín, con trabajo de campo realizado entre 29 de julio y el 4 de agosto, Scioli obtendría 36.1 por ciento de los votos, y Macri 27 por ciento. Dos candidatos de importancia en las filas del peronismo, pero adversarios de Kirchner y de Scioli, son Sergio Massa y J. Manuel de la Sota, quienes obtendrían 12 y 6.8 por ciento respectivamente, 18.8 por ciento en total. Si Scioli logra el respaldo de ambos, en octubre conquistaría la Presidencia en la primera vuelta. Si no, él y Macri tendrían que reencontrarse en una segunda vuelta y en esa circunstancia, todos contra Scioli, incluyendo a Massa y a de la Sota, que muy probablemente apoyarían a Macri, Scioli sería derrotado.

Ahora bien, lo que nadie se explica es cómo Cristina Kirchner, el peronismo y su candidato presidencial no han sufrido las consecuencias de la actual crisis argentina, cuyas características, en cualquier otro país del planeta, acarrearía un rechazo masivo de la población. La inflación en Argentina, por ejemplo, será este año superior a 25 por ciento, la más alta de la región, con la excepción de Venezuela, donde la tasa inflacionaria ya se mueve en el ámbito de los tres dígitos. De acuerdo con los cálculos del Fondo Monetario Internacional, el crecimiento económico no llegará este año ni a uno por ciento, la generación de empleo se ha estancado por falta de nuevas inversiones, el valor del peso se ha derrumbado estrepitosamente frente al dólar y los escándalos de corrupción, principal caballo de batalla de la oposición en la campaña electoral, no cesan de conmocionar al país. La opinión pública incluso sospecha del rápido enriquecimiento de Scioli desde que es gobernador de la provincia de Buenos Aires y de su respaldo a Aníbal Fernández, su candidato para sucederle en el cargo, en la actualidad Jefe de Gabinete de Cristina Kirchener y a quien se le acusa de estar vinculado a una banda de narcotraficantes.

Los analistas mencionan dos factores como responsables de esta sorprendente popularidad del peronismo en medio del indiscutible desastre de su gestión de gobierno. En primer lugar destacan que la actual crisis, comparada con la de 2002, es un juego de niños, y que como quiera que se mire, en estos 12 años de gobierno familiar de los Kirchner, la situación personal de los argentinos ha mejorado substancialmente. Por otra parte, argumentan, el estímulo populista al consumo ha impulsado una expansión de la economía que se traduce en diversos signos de bienestar para la población. Un ejemplo es el ingreso anual percapita de los ciudadanos, que ha pasado, de 2.700 dólares en 2002, a casi 13 mil en 2015. Según los datos del Banco Mundial, durante estos 12 años la clase media argentina, prácticamente aniquilada en 2002, cuando 50 por ciento de los argentinos vivía en la pobreza, se ha duplicado, pasando, de 9 millones a 18. El desempleo ha descendido de 21.5 por ciento en 2002 a 14.1 por ciento hoy por hoy y el número de argentinos jubilados que reciben pensión del Estado ha aumentado, de 54.5 por ciento en 2002 a 95 por ciento este año. La guinda del pastel es el reciente anuncio de que las pensiones aumentarán este año 33 por ciento.

Este es por ahora, el marco dentro del cual se desarrollará la importante votación argentina de este domingo. En las próximas horas, cuando dispongamos de los resultados definitivos, podremos concluir este análisis, desde todo punto de vista preliminar, y tratar de conjeturar sus más probables y decisivas derivaciones.

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