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Laberintos/Venezuela: Agoniza el referendo revocatorio

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   Ya no cabe la menor duda. Según reveló el pasado martes Jorge Rodríguez, alcalde del municipio Libertador, el más populoso de Caracas, hombre clave del régimen “bolivariano” y uno de los cuatro representantes del gobierno en la mesa de diálogo con representantes de la oposición armada hace meses por José Luis Rodríguez Zapatero y su combo de ex presidentes latinoamericanos, durante los últimos días y en el mayor de los secretos, se han celebrados dos reuniones de los representantes de ambos bandos.

   La noticia cayó en el ánimo de los venezolanos como una bomba. El rumor de que unos y otros ya habían reiniciado las conversaciones iniciadas en el balneario dominicano de Punta Cana a finales de junio, interrumpidas bruscamente al filtrarse la noticia del encuentro a la prensa. En aquel momento la Mesa de la Unidad Democrática negó la información, pero pocas horas después dieron marcha atrás: en efecto, admitieron a regañadientes, cuatro representantes de la MUD habían viajado a República Dominicana, pero no se habían reunido con los representantes del gobierno sino con Rodríguez Zapatero, Leonel Fernández y Martín Torrijos. La noticia del encuentro, su negación y finalmente la admisión de la noticia, dejaron un mal sabor en el paladar ciudadano, pero la urgencia de mantener la unidad por sobre todas las cosas hizo que pronto se olvidara el ingrato desliz opositor. Y que a lo largo de las semanas siguientes no volviera a mencionarse el tema.

   Una sola cosa quedó clara desde entonces. Rodríguez Zapatero no estaba actuando con la buena fe de una mediador imparcial, sino que él y los otros ex presidentes involucrados en el proyecto en realidad aspiraban a embelesar a la oposición con la falsa ilusión de solucionar la crisis venezolana por la vía un supuesto diálogo, cuya verdadera y perversa intención era posponer la fecha del revocatorio hasta más allá del próximo 10 de enero, cuando su única consecuencia sería revocarle a Nicolás Maduro su mandato presidencial, pero sin afectar la continuidad de su gobierno y del régimen. Esta convicción permitió borrar del horizonte nacional la opción de un diálogo promovido por Maduro-Rodríguez Zapatero y la Venezuela democrática respiró tranquila. Ahora podían los ciudadanos concentrar todos sus esfuerzos en la tarea titánica de vencer los innumerables obstáculos que el chavismo sembraba a diario en el espinoso camino del revocatorio, el mecanismo constitucional acordado por la MUD para cumplir su compromiso de cambiar de gobierno en el más corto plazo posible.

   Esta sensación de alivio y de adiós a Rodríguez Zapatero y su proyecto de diálogo salvador del régimen significó en la práctica un notable impulso al compromiso ciudadano con la restauración pacífica del orden democrático en Venezuela, como quedó espléndidamente demostrado en la inmensa concentración opositora del primero de septiembre. Días antes, la Sala Situacional del régimen le había transmitido a Maduro la certeza de que la convocatoria sería un éxito y que la magnitud que se le calculaba a la concentración haría imposible enfrentarla por la fuerza. De ahí el viaje a toda prisa de Rodríguez Zapatero a Caracas y la reunión que pudo organizar con la urgencia del caso en el despacho del ministro del Interior con delegados de la MUD para garantizar que el evento se realizaría sin interferencia por parte del gobierno, a cambio de que la MUD se comprometiera a que las aguas no se salieran de su cauce.

   Ya sabemos que así fue. Una vez más la prudencia fue la palabra clave de la oposición, que ese día volvió a renunciar tranquilamente a que la presencia de centenares de miles de ciudadanos en las calles de Caracas se transformara, pacífica y democráticamente, en el más formidable e irrefutable argumento en favor del cambio prometido, pero dentro del legítimo marco constitucional de cambiar anticipadamente de gobierno a punta de votos. Y una vez más, de nuevo desmovilizadas las masas a partir de las dos de esa tarde, la cúpula de la oposición terminó por aceptar la propuesta de sentarse a la mesa servida por Rodríguez Zapatero y anular con ese gesto, a la luz de la experiencia, inadecuado e inútil, la esperanza puesta por al menos 70 por ciento de los venezolanos en el mecanismo del referéndum revocatorio.

   El único problema es que en Venezuela todo se sabe. Sobre todo, porque los jefes de la mal llamada revolución bolivariana siempre han jugado con cartas marcadas. Fueron ellos, que en ningún momento han caído en la tentación de actuar con buenos y democráticos modales, quienes filtraron a la prensa la noticia de la encerrona gobierno-oposición en Punta Cana. Y fueron ellos quienes desde hace días pusieron a circular el rumor de que representantes del gobierno y la oposición se venían reuniendo con el propósito de posponer la celebración del referéndum revocatorio hasta más allá del 10 de enero, a cambio de que sabe cuales beneficios subalternos, incluyendo la libertad de algunos presos políticos. En medio de ese mar de confusiones, simple guerra psicológica del régimen para desmoralizar a las masas opositoras, Enrique Márquez, diputado de Un Nuevo Tiempo (UNT) y vicepresidente de la Asamblea Nacional, declaró que en efecto se venían reuniendo con el gobierno, pero que los detalles de estos nuevos encuentros no se le informarían al pueblo por ahora, sino en el “momento oportuno.” El tiro le salió por la culata. No sólo porque esperar un momento oportuno ponía de manifiesto un inaceptable desprecio del elegido por la opinión de sus electores, sino que obligó a la MUD a marcar distancia. Si Márquez se había reunido con representantes del gobierno, lo habría hecho a título personal, pero, afirmaban, la MUD como tal no había sostenido diálogo alguno con representantes del régimen. En ese instante crucial, María Corina Machado, quien junto a los encarcelados Leopoldo López y Antonio Ledezma había asumido la responsabilidad de convocar en abril de 2014 al pueblo a lo que ellos llamaron “La Salida”, y que dio lugar a varias semanas de intensas protestas ciudadanas y sangrienta represión oficial (47 muertos, más de 100 heridos y centenares de detenidos), advirtió que si lo que se estaba negociando era posponer el referéndum revocatorio hasta después del 10 de enero, que la MUD no contara con ella.

   De este modo, Márquez y su partido quedaron aislados por y del resto de la dirigencia opositora. Hasta que en la tarde del martes, Jorge Rodríguez informó desde la pantalla del canal de televisión oficial, que él, su hermana Delcy Rodríguez, ministra de Relaciones Exteriores, el diputado y ex vicepresidente del gobierno, Elías Jaua, y Roy Chaderton, diplomático de carrera que fue canciller de confianza de Hugo Chávez, se habían reunido dos veces con los cuatro representantes del la MUD, Carlos Ocariz (Primero Justicia), Luis Aquiles Romero (Acción Democrática), el propio Enrique Márquez, y Freddy Guevara, diputado de Voluntad Popular, el partido de López, del cual Guevara es su coordinador general hasta que López recupere la libertad. Como advierte el corresponsal del diario español El País en Venezuela en la primera página de la edición digital del periódico, “el chavismo reveló un secreto de la oposición.”

   Jesús Torrealba, secretario ejecutivo de la MUD, a raíz de la filtración a la prensa de aquel primer encuentro secreto gobierno-oposición en Punta Cana había negado la información, pero muy pocas horas después se desdijo, aunque con la insuficiente aclaración de que no se había producido contacto alguno de los representantes de la MUD con los del gobierno, sino con los ex presidentes de la mediación, sin presencia oficialista. Ahora repetía aquella infructuosa pirueta. Tras negar hace días la existencia de estas reuniones que revelaba el alcalde Rodríguez por sorpresa, puntualizó esa misma tarde del martes que los cuatro representantes de la MUD sí se habían reunido dos veces con los del gobierno, tal como había informado Rodríguez, pero sólo se había producido un “pre diálogo.” Por supuesto, sin establecer la difusa diferencia entre diálogo y pre diálogo.

   Difícil precisar por ahora las consecuencias de esta abrupta revelación, de manera especial porque la revelación se produce en vísperas de una nueva convocatoria de la oposición a las calles de toda Venezuela para exigirle al Consejo Nacional Electoral este viernes un cronograma exacto del proceso refrendario y la aceptación de condiciones mínimas para darle validez democrática al evento electoral. ¿Se repetirá la extraordinaria manifestación de fuerza popular que el pasado primero de septiembre impresionó a medio mundo o el régimen bolivariano, ayudado por un sector de la oposición, logrará su objetivo de desmotivar a los ciudadanos y posponer el revocatorio hasta después del 10 de enero, sin mayores contratiempos?

   A pocas horas de anuncio oficial del CNE y del acto de masas del viernes, lo que si puede hacerse es repetir las palabras del sociólogo Ramón Piñango, cronista particularmente agudo de la realidad venezolana, quien en un tuit publicado el miércoles muy temprano en la mañana señala que “todo se resume en una palabra: autogol.”       

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