Lagos: «¿Cómo es posible que América Latina no diga ‘todos somos mexicanos’ frente a Trump?»
Entrevista al expresidente chileno y candidato, que a sus 79 años lucha contra la idea de que «lo nuevo», esto es su rival interno, Guillier, es mejor aunque no tenga «ideas muy claras».
A punto de cumplir 79 años, Ricardo Lagos, que fue presidente de Chile entre 2000 y 2006, mantiene su prestigio intacto dentro y fuera de Chile. Con él y una campaña centrada en ideas, debates de fondo sobre educación, impuestos, infraestructuras, pretende ganar las elecciones presidenciales del 19 de noviembre frente a otro expresidente, Sebastián Piñera. Pero la política chilena también está en plena implosión. En medio de un desconcierto total agravado por los últimos incendios, que acorralan aún más al Gobierno de Bachelet, a Lagos le ha surgido un inesperado rival interno en su coalición de centro-izquierda: el senador Alejandro Guillier, que fue uno de los periodistas más conocidos de Chile. Lagos lucha contra las encuestas que le sitúan detrás de Guillier e insiste en que apostar por lo nuevo porque sí sin saber qué hay detrás es “demasiado simple”.
Pregunta. ¿Se parece en algo este Chile al que dejó como presidente?
Respuesta. No, 10 años en estos tiempos son muchos. Entonces el tema era la pobreza, ahora ese 30% que salió de ella son clases medias emergentes que no quieren volver atrás y tienen demandas distintas. Son más exigentes. Por ejemplo: ¿si ya salí de la pobreza cómo no voy a poder educar a mis hijos en la universidad? Exigen aquí y ahora. Por eso dicen esta élite no me sirve, la vamos a cambiar, y entonces vamos al que se vayan todos. Me acuerdo de una frase de Felipe González: se cansaron de vernos a los mismos en los noticieros durante tanto tiempo. Hay algo de eso también.
P. Hay frustración de los jóvenes con este Chile democrático, ¿esperaban más?
R. Para ellos es un dato, como no han conocido otro Chile que el democrático lo toman como dado. 7 de cada 10 jóvenes universitarios son los primeros en su familia en llegar a la educación superior. Ellos se la ganaron, con exámenes, y ahora les dicen que hay que pagar. Y me dicen: ¿usted estudió gratis, no? Claro, porque éramos muy pocos. Hoy estudia el 83%, la cifra más alta de América Latina. Ahí descubre usted que es más fácil derrotar pobreza que satisfacer demandas de sectores medios, es mucho más caro. Por eso propongo una reforma tributaria.
P. ¿Por qué se presenta?
R. Porque quiero correr la frontera de lo posible. Cuando goberné, en seis años los militares volvieron a sus cuarteles, hicimos una comisión sobre prisión política y tortura, de 20% de pobres bajamos a 11%, tuvimos el crecimiento más alto de América Latina. Ahora queda la desigualdad por resolver. Y un gran plan de infraestructuras, de fibra óptica.
P. Usted está haciendo una campaña de ideas, pero las encuestas no le acompañan de momento. ¿Los chilenos no están para debate de ideas?
R. No parece. He publicado un libro, En vez del pesimismo, y a partir de ahí estoy intentando sacar dos o tres propuestas cada día para la red. Dos minutos máximo. Al final de mes tendré 30 sugerencias. Estoy intentando caminos nuevos.
Algunos chilenos están cansados de vernos siempre a los mismos, pero eso es demasiado simple
P. La concertación (el gran pacto de centro-izquierda después de Pinochet) estuvo 20 años en el poder y no lograron educación gratuita, ni pensiones públicas, mejor sanidad pública, más igualdad. ¿Entiende la insatisfacción?
R. Sí, la entiendo, pero ¿cuántos de esos 20 años tuvimos mayorías? Nunca hasta 2006, y después solo dos años. Así era muy difícil cambiar la concepción neoliberal que venía de los 80. ¿Queremos un seguro de desempleo público? Sí, claro. Pero la derecha me dijo “o lo administran los privados o no hay seguro de desempleo”. Así se legisló siempre.
P. ¿Latinoamérica gira a la derecha?
R. No. Como tampoco antes iba todo a la izquierda. Es verdad que ciertas políticas populistas a la larga explotan, como estamos viendo en Venezuela. Pero el debate en Latinoamérica sigue girando en torno a la igualdad. En EEUU o Europa cambia el índice de Gini antes y después de impuestos. Se redistribuye. En América Latina no cambia nada. Cambiar eso sí que es difícil. Hemos aprendido a reducir pobreza, pero no desigualdad. En este sector de Santiago [Providencia] hay 20 metros de parque por persona. A cinco kilómetros de aquí, en las comunas más pobres, no hay más de 2. Pero Naciones Unidas dice que en Santiago hay 9 metros de media.
“Guillier también es parte del establishment. No tiene ideas muy claras”
P. Hay una gran movilización contra el sistema de pensiones privadas. ¿Está en implosión el modelo chileno?
R. Eso fue lo que nos dejó Pinochet de herencia. Pero no hay tal milagro chileno, hay un país que supo ordenar sus cuentas. Yo establecí la tesis del superávit fiscal. Pero ahora hay que dar un nuevo salto. Por eso propongo un gran fondo de infraestructuras, porque ahora somos más ricos.
P. ¿Por qué América Latina no se une frente a Trump?
R. Estoy muy decepcionado, CELAC se reunió y no hubo una palabra sobre México. ¿Cómo es posible que América Latina no haya dicho “todos somos mexicanos, lo que está haciendo de construir un muro y decir que lo va a pagar México es una ofensa a todos los latinoamericanos?”. Debe decirlo. Estamos en un mundo de incertezas, Chile está ahí, todo es más difícil. Nunca pensamos que llegaría esto, es inédito.
P. ¿Hay espacio en este mundo de Trump para perfiles moderados como el suyo?
R. Creo que con mayor razón hay que afincarse en lo que uno cree. El gran problema fue cuando los europeos empezaron a gobernar para los mercados. Ahí se trastocó el mundo. La política es para gobernar los mercados, no al revés.
“En América Latina hemos aprendido a reducir pobreza, pero no desigualdad”
P. ¿Qué le pasó a Bachelet?
R. Tuvo momentos muy duros que todos conocemos, eso ha afectado al Gobierno. Pero hizo reformas que hay que terminar bien. Todo ha caído sobre ella, ahora también lo de los incendios. Pero es el año más caluroso desde que hay registros. Y claro, ha sido muy mal manejado, pero es fácil decirlo.
P. ¿Es una tormenta perfecta lo que vive Chile? Catástrofes naturales, escándalos de corrupción, hundimiento de la imagen de la política…
R. Sí, claro. Cuando vemos que de los que se les han quemado sus casas, 170 las habían recibido porque se les había caído su otra casa con el terremoto anterior, mire qué país tenemos. Pero también le digo la fuerza con la que se ponen de pie los chilenos unidos, esa es la parte positiva. Es cierto que hay una crispación política enorme, mucha gente piensa que nadie le protege frente a los abusos del poderoso.
“Los chilenos ahora son más exigentes. Quieren aquí y ahora”
P. ¿Han estado demasiado cerca política y dinero en Chile?
R. Muchos piensan así, y eses el caldo de cultivo del populismo, aparece una figura repentinamente y trae la solución. Puede pasar en Chile, ya lo vimos. El general Ibáñez ganó en 1952 y su símbolo era una escoba con la que iba a barrer a la clase política chilena. Pero no anduvo por buenos tumbos la cosa, él había sido un dictador.
P. Guillier, su gran rival interno, un senador con poca trayectoria política, ¿es ese populismo del que habla?
R. No, él formalmente pertenece a una coalición. Otra cosa es que usted diga “no tiene ideas muy claras, no se le aparecen”. Eso es un debate político, pero él reconoce su adscripción a una coalición de partidos. Claro, que por esa razón él es parte del establishment también [se ríe]. Está todo abierto porque la abstención es enorme. En las comunas de más de 100.000 habitantes en las municipales votó menos del 30%.
P. ¿Por qué le gana en las encuestas Guillier?
R. Parece que están cansados de vernos a los mismos y él es la novedad. Es una respuesta muy poco sofisticada, muy simple. Es un deseo de decir intentemos por otro lado, la misma coalición pero con un rostro distinto. Pero no es mi estilo criticar. Por eso cuando me embarqué en esto, con la edad que tengo, dije que no es un demérito perder en democracia. Conocía las dificultades, aunque no pensé que eran tantas. He recibido llamados de amigos míos, que dicen en qué te metiste.
P. ¿Por qué está decidido a seguir?
R. Creo que la política se hace a partir de valores. En 1990 me decían ¿por qué promueve el plebiscito? No hay ningún dictador que haya perdido uno. Me decían ¿cree que ese camino conduce a alguna parte? Nos lo creímos, todos los chilenos, y lo hicimos. Si no fuera difícil no sería divertido.
P. ¿Y si vuelve Piñera?
R. Creo que sería un retroceso. Que gobierne la derecha no es lo mejor para el Chile de hoy. El mercado resuelve algunas cosas, pero escucha más a los que más tienen.
P. ¿Queda lugar para la socialdemocracia en América Latina y en el mundo?
R. Creo que los amigos europeos se equivocaron con la austeridad. En América Latina Lula y Cardoso supusieron grandes avances. Pero después llegó el tema del dinero y la política, que es nefasto. La socialdemocracia nace en Europa a partir de los sindicatos, con la revolución industrial. Ahora estamos en la revolución digital. ¿Dónde están los sindicatos? El gran problema de todos los países es que la ciudadanía exige tener sistemas de participación. Obama tenía un sistema que si 100.000 americanos le pedían algo tenía que hacerse algo.
P. ¿Por qué le quieren tan poco los socialistas chilenos?
R. Es una cuestión de la dirigencia, un tema de la petit histoire, no vale la pena. La base me quiere mucho. Se cruzó algo inadecuado, la elección de presidente del partido. Como este no es un sistema parlamentario, el jefe del partido no es el candidato. Ahí está el enredo.
“Critican la transición chilena, pero nadie sabe el nombre del comandante en jefe. Eso es que tuvimos éxito”
P. El yerno de Pinochet ha sido uno de los mayores financiadores de la política chilena actual. ¿El pinochetismo no se fue del todo?
R. Usted podría hacer esa lectura, pero también podría ver que cuando ganó Piñera el 90% de los miembros del Gobierno habían sido muy pinochetistas. No él, que fue opositor y votó por el no, pero los que estaban detrás de él eran eso. Hay pinochetismo porque aún quedan nostálgicos pero está cambiando rápidamente, también en el mundo de las empresas.
P. Muchos jóvenes critican la transición chilena, como pasa en España. ¿Qué les dice?
R. Que tomen en cuenta el contexto. Me pidieron comentar el libro “El pacto”, sobre la transición. Había 500 jóvenes en la universidad. Pedí que me ayudaran a recordar el nombre del comandante en jefe de las fuerzas aéreas actual. Silencio total. Eso es lo que no está en el libro: 10 años atrás todos sabían el nombre del comandante en jefe. Si no se lo saben es que tuvimos éxito.