Las cartas marcadas de Evo Morales no le aseguran el triunfo electoral
Evo Morales juega con cartas marcadas en el tablero electoral boliviano. Se presentará a la reelección de 2019 tras desconocer un referéndum que se lo prohibía y retorcer la Constitución. Sin embargo, no tiene asegurada la victoria. Un sondeo augura el triunfo del expresidente Carlos Mesa. Este, sin embargo, es reacio a concurrir puesto que supondría legitimar la jugada del mandatario. El suyo es un dilema complejo en una partida donde Morales tiene en los tribunales otro As bajo la manga.
El presidente de Bolivia, Evo Morales, tiene cada vez más difícil prolongar su estancia en el poder. Logró retorcer la Constitución para que se le permita presentarse a la reelección en los comicios de febrero del año que viene. Sin embargo, los vientos de la opinión pública comienzan a soplar en su contra. Una reciente encuesta revela que el expresidente Carlos Mesa podría imponerse en segunda vuelta. Morales debería aprovechar para rectificar el rumbo y renunciar a la pretensión de eternizarse en el poder.
En febrero de 2016, el mandatario sufrió una severa derrota en las urnas. Los bolivianos votaron de forma mayoritaria para vetar la posibilidad de que se presentara a la reelección. Sin embargo, en noviembre de 2017 dio la vuelta a la tortilla haciendo que los jueces retorcieran las leyes a su favor (Ver más: Evo Morales retuerce la Constitución para eternizarse en el poder en Bolivia). El Tribunal Constitucional, que no destaca por su independencia frente al Poder Ejecutivo, decretó que es ilegal que se le prohibiera presentarse de nuevo a la Presidencia.
A pesar del malestar que generó la decisión, el líder del Movimiento Al Socialismo (MAS) veía abierto el camino para perpetuarse en el poder. Sin embargo, la intención de voto no juega a su favor. Este fin de semana, el medio Página Siete publicó un sondeo de la firma Mercados y Muestras que refleja un evidente desgaste de la popularidad de Morales. Tiene una intención de voto de 27%, sólo dos puntos por encima del derechista Mesa, con 25%. Este resultado obligaría a ambos a concurrir al balotaje. La segunda vuelta se presenta casi imposible de ganar para el mandatario. Se quedaría en 32% frente a 48% que obtendría su potencial rival.
Se ha guardado, sin embargo, un As bajo la manga. Con un Poder Judicial acusado por la oposición de falta de independencia, el gobierno de Morales quiere llevar a juicio a Mesa. La Fiscalía lo solicitó a principios del mes pasado, cuando la popularidad del exmandatario de cara a los comicios del año que viene ya resultaba imposible de negar.
El Ministerio Público y el Ejecutivo le acusan de haber favorecido en su mandato a la empresa chilena Quirobax al quitarle unas concesiones mineras. Bolivia fue condenada por el tribunal de arbitraje del Banco Mundial a pagar 42,6 millones de dólares a la compañía. Desde el Gobierno se acusa a Mesa de haber causado esta decisión debido a que el decreto que firmó contenía fallos que imposibilitaron que Bolivia se defendiera de forma adecuada ante la Corte.
Cómo terminará el proceso es todo un misterio a estas alturas. Pero Morales cuenta con algo más a favor. El propio Mesa rechaza por el momento presentarse a las elecciones presidenciales. Considera, y así lo ha expresado en varias ocasiones, que supondría aceptar que el referéndum de 2016 no fue válido y vinculante. Desde su óptica, concurrir a los comicios legitimaría que Morales pueda ser candidato y significaría aceptar el retorcimiento constitucional para permitir que lo sea.
El dilema de Carlos Mesa
La encrucijada a la que se enfrenta Mesa es compleja. Si acepta concurrir a los comicios legitima la más que dudosamente legal candidatura de Morales. Y, visto que este ha demostrado que es capaz de retorcer las leyes a su antojo, no cabe descartar que los comicios fueran totalmente limpios. Si decide no presentarse, el expresidente renunciaría a la posibilidad de poner fin al periodo del líder del MAS en el poder. Ningún otro potencial aspirante a la jefatura del Estado supera 8% en intención de voto.
Lo irónico es que Evo Morales tiene ahora una oportunidad histórica para asumir responsabilidad política. Si se presenta a las elecciones demostrará una vez más que forma parte de esos caudillos populistas, como Hugo Chávez, Nicolás Maduro y Daniel Ortega, que no conciben que alguien distinto detente el poder. Por el contrario, podría limpiar su imagen renunciando a intentar la reelección. No sería el primero. Álvaro Uribe dio marcha atrás en su intento de presentarse a un tercer mandato en Colombia. Reaccionando frente a las protestas ciudadanas, el paraguayo Horacio Cartes renunció también al deseo de cambiar la Constitución para que se le permitiera ser reelegido.
No parece que Morales vaya a seguir el ejemplo de Uribe y Cartes en esta materia. Hasta ahora ha imitado a Chávez, Maduro y Ortega. Por tanto, la incógnita que queda en el aire es qué hará Carlos Mesa. Su dilema es similar al que enfrentó la oposición venezolana en las elecciones presidenciales de mayo de este año. Si acepta concurrir, legitimará unos comicios viciados en su propio nacimiento y cuya limpieza no está garantizada. Si decide no hacerlo, renunciará a la única opción que existe de retirar del poder al caudillo populista. No es una decisión fácil.