Las elecciones en la «democracia total» cubana
Los sistemas electorales marcan las fronteras entre representantes y representados. En las democracias competitivas la frontera es cercana porque todo ciudadano está en condiciones de elegir y ser elegido. Ahora bien, los regímenes autoritarios también tienen sistemas electorales y hacen por lo tanto elecciones. Sin embargo, aquí la frontera se transforma en un muro infranqueable compuesto por pesadas placas de abusos estatales y represión.
Las elecciones de Cuba previstas para este año vienen sin sorpresa en los resultados y sin sorpresa en cuanto a la presunción de que el gobierno incumpliría con su propia ley electoral de 1992. En estas elecciones restrictivas se definirá la sucesión de Raúl Castro a principios del 2018.
En las democracias competitivas la ciudadanía tiene un papel destacado en la elaboración de las reglas del juego. Cuando hay elecciones libres se torna esto un proceso legítimo, pero también virtuoso. Los representantes son los ciudadanos. Por el contrario, en regímenes autoritarios el círculo es vicioso. Las reglas de juego las definen esos representantes que se hacen elegir a partir de restricciones a los derechos políticos de la mayoría.
En Cuba una maquinaria aceitada hace que realiza elecciones que, según la titular de la Comisión Nacional Electoral, Alina Balseiro, representan “una democracia total”. En realidad, se trata de un secuestro formidable de la voluntad general. En este proceso electoral prolongado de Cuba, cada etapa se encarga de absorberle a los electores una parte de su capacidad de elegir. Al llegar a la última etapa, a la coronación del Jefe de Estado, de ciudadanía no queda nada.
A diferencia de la última elección realizada en 2015, esta vez las fuerzas de seguridad se encargaron de que no se “filtrara” ningún dirigente opositor en las 46 mil asambleas de postulación, instancia base en donde comienza este proceso de sustracción de derechos.
Por lo tanto, el único instante en el que mínimamente se podría filtrar un halo democrático se cerró para siempre. El gobierno bajó al territorio y “pre seleccionó” a los 12.515 vecinos que integrarán las 168 Asambleas Municipales. Esta vez, ninguno de los cien cubanos opositores que quisieron nominarse como candidatos independientes lograron su cometido. Ahora vendrán las elecciones de delegados a las Asambleas Provinciales y también de la mitad de los diputados de la Asamblea Nacional, la otra mitad la selecciona directamente el Consejo de Estado. Por último, se deberá elegir al sucesor de Raúl Castro.
Las elecciones cubanas son un decálogo de abusos institucionales que nada tiene que ver con lo estipulado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, y toda la legislación internacional sobre los derechos de participación y representación. Sin embargo, y sin ponerse colorados, a esto lo denominan “democracia total”.
Leandro Querido es politólogo (UBA), Director de Transparencia Electoral de América latina.