Las encuestas ya dibujan una mayoría de PP y Vox por encima de los 180 escaños
Para ganar una moción de censura en la opinión pública hace falta una visión. Feijóo no la transmite. Le queda la espera.
Los sucesos de los últimos días y los que se desvelarán en las próximas semanas obligan a tomar perspectiva. Un 11 de marzo de 2004, hace ya más de 20 años, el rumbo del país saltó por los aires y entró en el desvarío.
La estadística no miente: en 2007, la renta per cápita de España estaba en el 103% de la media de la UE; hoy está en el 86%. En la política, los desatinos y los desacuerdos sobre muchas cosas han crecido. Desde el 12 de junio los acontecimientos derivan al esperpento. A los episodios políticos se añadieron, el mismo día, que la productividad por ocupado crece un 0,7% anual y está por debajo de 2019 (Ministerio de Economía), y que el Gobierno mueve partidas para «elevar» el gasto en defensa sin comunicarlo al Congreso.
La imagen del presidente del Gobierno evocó un personaje de Gutiérrez Solana. Valle Inclán fue superado: «El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada». Qué decir: en pocas horas subieron al retablo Leire, Ábalos, Cerdán, Koldo, Ariatna, Letizia Hilton, los enchufes en empresas públicas, Pardo de Vera, Herrero Lizano, Iker Jiménez, Aldama, Alzórriz (número dos de los socialistas navarros cuya pareja trabajó en la empresa de Cerdán), las conversaciones telefónicas… El viernes 20, la Guardia Civil registró las sedes de las andanzas de estos personajes. El 19, la fiscalía europea imputó al empresario Barrabés y a un directivo de Red.es por manipulación de un concurso en el que fueron decisivas unas cartas de recomendación (subjetivas), dos firmadas por (la ausente) Begoña Gómez. Es La parada de los monstruos de Browning.
Los acontecimientos están descontrolados. Nadie sabe qué habrá en los pendrives y grabaciones de los implicados, ni qué dirán o negociarán la semana que viene. Años de archivos y conversaciones «sinceras». La confianza en la cuadrilla está rota, saben que se traicionarán unos a otros. Cambian de abogados. Hay más informes de la UCO. Las pesquisas judiciales iluminarán episodios desconocidos, protagonizados por otros personajes en el entorno del PSOE. Se adivina una mancha de aceite de alcance imprevisible, y el punto de fuga de todo esto es Sánchez. El aire es de fin de etapa. Se conjetura sobre sucesores.
En este cuadro, el CIS de Tezanos –expresión deplorable- publicó el jueves 12 una estimación de voto a tono: 34,2% para el PSOE, 27,3% para el PP. Lo hizo con un cuestionario reducido en su contenido real a intención de voto e imagen de Sánchez. Lo primero para analizar una encuesta es detectar qué sesgos pueda tener la muestra. En la que comentamos del barómetro de junio hay lamparones en los datos globales. No es ajeno a esto hacer 4.013 entrevistas en seis días (del 2 al 7 de junio); la red de campo de TRAGSATEC trabaja a toda pastilla (669 encuestas/día). Analizando las preguntas de recuerdo e intención de voto (de este barómetro y otro realizado entre el 8 de mayo y el 12 de junio) se observa que, pese a los sobresaltos, hasta el 12 de junio la carrera de caballos evoluciona lenta
Sintetizando, porque es difícil sustraerse a la idea de que los esperpentos vividos afectarán a la intención de voto del PSOE en los próximos días, y me malicio que eso ocurrirá seriamente entre las mujeres:
- PP y PSOE muestran las huellas de la riada y del apagón.
- La estabilidad de fondo indica que los votantes de cada partido discurren motivos para seguir votando a los suyos en contra los adversarios. Se vota «a la contra».
- Se dibuja una mayoría PP + Vox, por encima de los 180 escaños, con Vox en torno a 40. Sigue el intercambio desigual entre ellos, con ventaja para Vox por unos 150.000 votos.
- El PP no rompe la barrera izquierda/derecha; sólo un 4,2% de los votantes del PSOE en 2023 votaría ahora al PP, unos 300.000.
- El PSOE recoge parte de los despojos (votos perdidos) de Sumar, pero retrocede algo más de medio millón de votos.
- El hundimiento de la extrema izquierda y su división entre Sumar y Podemos (dos peñas de amigos cuyos intereses familiares se clarean cada vez que hablan) hace imposible revalidar la «mayoría de investidura».
- En el colmo para Sumar, alguno de sus «asociados» busca cómo desligarse: Compromís, Chunta…
- En el País Vasco se incuba que Bildu supere al PNV.
Lo más probable es que este panorama llevará a la parálisis en el escenario político, aunque hay que dejar margen para lo inesperado, que pueden ser muchas cosas.
Sánchez no puede convocar elecciones porque nadie las convoca para perder. El 16 de junio mostró su discurso: el mejor gobierno progresista frente a la peor oposición reaccionaria: PP y Vox. Sánchez aprovechará el debate sobre el gasto en defensa en la OTAN para colocarse en oposición a Trump y al militarismo y gasto militar y a la ultraderecha global: por fin un adversario a su nivel.
Sánchez tampoco puede ir a una moción de confianza porque ninguno de sus socios daría la cara para sostenerlo (ni siquiera para una foto). Desean dejar que pase el verano diciendo que la alternativa que se dibuja PP+Vox es espantosamente peor.
Buscar un sucesor tampoco parece viable: los socios de investidura elevarían sus precios y alguno se negará. Aunque puedan pasar muchas cosas, ni siquiera Illa parece que pudiera reagrupar la Armada Brancaleone de la investidura. Y Sánchez tendría que vencerse a sí mismo.
La tradición católica sigue latente. Sánchez tiene dolor de los pecados y propósito de la enmienda. Impondrá una penitencia severa a unos cuantos dirigentes de «su organización» el 5 de julio. Como Macbeth, «es tiempo de obras y no de palabras, descienda el pensamiento a las manos».
Algunos medios alimentan la idea de malestar en el PSOE. Pero no hay más cera que la que arde, y en el «aparato partidario» sólo quedan los cooptados por Sánchez y sus subordinados. Querer meter en danza a dirigentes del pasado no va a ninguna parte. Además, muchos cuadros del PSOE saben que convocar elecciones ahora les costaría sus puestos. Los descolocados harán ruido. Extramuros de las organizaciones no se mueven las cosas, e intramuros nadie las va a mover. Basta ver la fachada de Ferraz, 70 y la entrada a la planta del PSOE en el edificio de los grupos parlamentarios en la Carrera de San Jerónimo, 40, para deducir que el PSOE está enfermo de personalismo. Toda desintoxicación lleva tiempo, pero sólo se inicia tras acontecimientos catastróficos para la organización.
De repente, una generación de profesores, activistas, periodistas y políticos que sólo aprendieron «mañas de aparato» descubre que el viaje de una década ha terminado, y que lo pilotaban estos personajes. Queda una prórroga de un par de años para buscar una salida, no sin esperanzas: lo que pasó en julio de 2023 puede volver a suceder.
Los planes de los nacionalistas están claros. Junts volverá a apretar al Gobierno casi hasta la asfixia, porque necesita «su amnistía», pero no lo ahogará. Pasado el estrépito, será noticia quién sustituya a Cerdán como su interlocutor. ERC, Junts y PNV elevarán las demandas «vistosas»: estatutos (constituciones, se le escapó a Sánchez el otro día), selecciones deportivas, idiomas en la UE, concierto económico, etc. Hay tela para cortar en dos años. Bildu será el más leal de los aliados. Todos están a la expectativa de lo que pueda saltar los próximos días.
Feijóo no pondrá una moción de censura porque no tiene resortes para ganarla, ni en el Congreso ni en la opinión pública. Sólo tendría el apoyo «crítico» de Vox, y ningún otro grupo se abstendría siquiera. En clave de opinión pública cabe recordar la frase de Oscar Wilde: los hombres interesantes tienen futuro, las mujeres interesantes tienen pasado. La imagen de Feijóo, incluso entre sus votantes, evoca más el pasado que el futuro, no parece interesante: sólida en experiencia y preparación, pero deficitaria en las cualidades que pudieran asentar una visión de futuro: valentía, inteligencia… El PP no trabaja la imagen de su presidente para el futuro. Para ganar una moción de censura en la opinión pública hace falta una visión. Feijóo no la transmite. Le queda la espera.

Tan importante es lo que ocurre como lo que no sucede. El Congreso del PP quedó orillado. Hace un mes pareció una buena idea. Pero la dirección del PP no consigue dirigirlo. Surge la duda de si tenía alguna idea de para qué lo convocó. Escancia ideas utilitarias para esto o lo otro, pero su suma no da una «gran idea». El debate sobre la mesa es la forma de elección del siguiente presidente del PP, lo que suena a sucesión de Feijóo. Promovido por Díaz Ayuso y apoyada en la idea de un afiliado un voto (el virus que inyectó Madina en la política nacional sigue operando). En vez de concentrarse en que el PP está preparado para gobernar, se distrajo hacia una manifestación, sin incidencia en la política ni la opinión pública, que dejó la envenenada propuesta de Ayuso; se desespera en la «exigencia» de elecciones (¿para qué se pide algo en público que no se puede conseguir?) y tiene un debate a destiempo. La capacidad del PP para dirigirse a sí mismo hacia objetivos tangibles es cuestionable.
Maticemos. Es raro que un programa sirva a ganar una elección, pero sirve para seducir, movilizar apoyos, transmitir una idea de que se sabe qué hacer en el futuro. Lo más importante son las circunstancias. Más que las ideas, son las imágenes a brochazos. Feijóo quiere (no logra transmitir otra cosa) ganar las elecciones por no ser Sánchez. No será una victoria brillante.
No le falta al PP optimismo. Filtra una encuesta sobre Andalucía (15 de junio) que aunque le da mayoría absoluta, muestra que está estancado, el que crece es Vox. Filtra otra «interna» sobre la Comunidad Valenciana, asegurando que le da mayoría absoluta con Vox (22 de mayo), y Feijóo se va a hacer «precongreso» con Mazón a Alicante. La visión deformada de la realidad es común en los partidos en la oposición; sostener a Mazón es otra vertiente del esperpento nacional. Los primeros errores de 2027: ¿no han visto a la delegada del Gobierno en Valencia en la ejecutiva del PSOE junto a Narbona y Sánchez? Eso quiere decir que la idea es convertir a Mazón en el blanco.