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Las huelgas de hambre en Cuba

archivo_cuba_disidentesLas demandas de los huelguistas deberían ser las de la comunidad democrática internacional

Luego de una huelga de hambre de 53 días, el 25 de mayo de 1972 falleció el líder estudiantil Pedro Luis Boitel, figura emblemática del presidio político cubano. Boitel, un opositor a Fulgencio Batista e integrante del Movimiento 26 de Julio, fue uno de los tantos – como Huber Matos y Mario Chanes de Armas – que luchó por la democracia en Cuba y que terminaría largos años en la cárcel luego de que Fidel Castro traicionara los fines de la Revolución.

Boitel había iniciado la huelga de hambre como protesta a la prolongación de su estadía en la prisión, que se extendió a los doce años aunque la pena fue por diez, y marcaría el camino para otros activistas democráticos en Cuba. Así, el 23 de febrero de 2010 falleció en prisión el opositor Orlando Zapata Tamayo, luego de una huelga de hambre de 86 días; y el 19 de enero de 2012 Wilman Villar Mendoza, tras 50 días de huelga de hambre.

“El hecho de que Orlando Zapata Tamayo, al verse ante una pena de prisión tan prolongada, sintiera que el único camino que le quedaba era matarse de hambre como protesta constituye una denuncia terrible de la constante represión que sufren los disidentes políticos en Cuba”, expresó entonces un comunicado de Amnistía Internacional.

A su vez, Barack Obama señaló en su momento que «La muerte insensata de Villar destaca la continua represión a los cubanos y la grave situación que enfrentan los individuos valientes por defender los derechos universales de todos los cubanos».

Recientemente, el opositor Guillermo Fariñas, Premio Sajarov a los DDHH otorgado por el Parlamento Europeo, realizó una huelga de hambre de 54 días en pacífica protesta para que el Gobierno cubano cese en la represión de los disidentes e inicie un diálogo con la oposición.

Al respecto, el último informe de la Comisión Cubana por los Derechos Humanos y la Reconciliación Nacional (CCDHRN) que dirige Elizardo Sánchez, registró en agosto pasado 517 detenciones arbitrarias, por motivos políticos, de pacíficos opositores cubanos. La mayoría de los hostigamientos fueron contra las Damas de Blanco, a quienes se les impide reunirse para asistir a misa y caminar en silencio por la calle, y también con aquellos que intentaron visitar a Fariñas para manifestarle su apoyo y solidaridad.

Otros casos que señala el informe de la CCDHRN son la detención de Harold Barboza acusado de “Propaganda Enemiga por distribuir discos y documentos con información sobre Derechos Humanos”, lo cual demuestra lo cerrada y primitiva que es la dictadura cubana; y el de Leticia Ramos, “detenida por la policía política durante dos horas dentro de un carro patrullero para impedirle participar en un evento en Puerto Rico”.

Lo que más llama la atención, especialmente desde el Cono Sur de América Latina, es que aquello que fue muy importante durante las dictaduras militares de los 70, como la presión de gobiernos extranjeros, no aplique a la interminable dictadura de la dinastía Castro. Incluso hasta en la dictadura militar argentina se permitió el funcionamiento legal de organizaciones de DDHH que recibían financiamiento externo, y las marchas de las Madres de Plaza de Mayo frente a la sede del gobierno nacional, la Casa Rosada. En Cuba, la CCDHRN solicitó registro legal al gobierno…¡en 1987! Y, por supuesto, todavía no lo obtuvo. Y para impedir el encuentro de las Damas de Blanco, la policía política las arrea impunemente como ganado y las valientes e indefensas mujeres ya ni siquiera cuentan con la presencia y el apoyo moral de diplomáticos europeos.

Por eso cuesta entender cómo negocian los países democráticos con Cuba. Porque resulta inexplicable que ofrezcan en el plano económico o de la cooperación internacional, lo que necesita el régimen de Raúl Castro para sobrevivir y que no logren a cambio absolutamente nada en materia de apertura política. Además de la preocupante incapacidad en materia de negociación por parte de funcionarios profesionales, es evidente la inexistencia de un genuino compromiso y liderazgo en la defensa de los DDHH, más teniendo en cuenta que Cuba no es China.

Ojalá no haya que lamentar una nueva víctima de la dictadura cubana y que en lugar de que una persona inocente muera reclamando por sus derechos, sean los gobiernos democráticos los que ayuden a salvar vidas haciendo suyas, de manera firme, las exigencias de apertura política a Raúl Castro.

* Gabriel C. Salvia es presidente del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL). Twitter: @GabrielSalvia

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