Las llamas se apagan en Matanzas pero el drama continúa en Cuba
El cielo ha vuelto a ser azul sobre La Habana y en la ciudad de Matanzas las llamas de la Base de Supertanqueros ya no se elevan en el horizonte. Sin embargo, la tragedia sigue en curso y las preguntas que todos nos hacemos permanecen sin respuesta. ¿Por qué el sistema de pararrayos no funcionó? ¿Quién ordenó llevar a jóvenes inexpertos del Servicio Militar para intentar frenar las llamas? ¿Cuál es la envergadura del desastre medioambiental que ha dejado este siniestro?
Ante cada tragedia las interrogantes se amontonan y rara vez se publican los resultados minuciosos de su investigación. Con el accidente de avión ocurrido en mayo de 2018 apenas se dijeron generalidades sobre su causa y tuvimos que conformarnos con una vaga declaración oficial que hizo recaer la responsabilidad del siniestro en la tripulación. Todavía seguimos esperando el informe de los peritos sobre la explosión del hotel Saratoga que tuvo lugar hace más de tres meses y tampoco ha llegado el análisis realista de cuántas vidas se perdieron en esta Isla por no aceptar, en el peor momento de la pandemia, las vacunas anti covid-19 del fondo Covax.
Este tipo de desastre se hará cada vez más común en Cuba, porque el modelo ineficaz y centralizado impuesto hace seis décadas no puede administrar acertadamente los retos que plantea nuestra realidad
La falta de transparencia del régimen solo es comparable a su ineptitud. La mezcla de secretismo e ineficiencia de este sistema está resultando mortal para los cubanos. La violación de los mínimos protocolos de seguridad, el triunfalismo que hace creer que se puede cuando no se tienen las mínimas condiciones para lograr ciertas metas y la terquedad de llevar a cabo proyectos «al precio que sea necesario» se cobran cada día vidas en este país. Vidas por las que nadie responde porque la impunidad de los responsables de su final es absoluta.
Lamentablemente, este tipo de desastre se hará cada vez más común en Cuba, porque el modelo ineficaz y centralizado impuesto hace seis décadas no puede administrar acertadamente los retos que plantea nuestra realidad. Maquillan las cifras, retocan los titulares de la prensa, inflan los informes de productividad, se saltan las medidas de seguridad para acortar los tiempos de inaugurar una obra, culpan a terceros de sus chapuzas y se blindan en su poder para no pagar por tantas catástrofes que provocan con su pésima actuación.
No se trata solo de reforzar la infraestructura, mejorar la protección contra descargas eléctricas, manejar mejor la carga en la bodega de una aeronave o revisar minuciosamente la vía de suministro de gas a un hotel. Lo más importante para preservar nuestra vida es eliminar este sistema lo antes posible y sacar de sus sillones cuanto antes a tanto dirigente incapaz e intocable.
No fue un rayo lo que provocó el siniestro de Matanzas, sino la esencia letal de este sistema quebrado y cruel.