Las loas de Podemos al chavismo: «Venezuela es una auténtica fiesta ciudadana»
Luis Alegre, portavoz de Podemos y candidato para Madrid, desvela su profunda admiración por Hugo Chávez y su régimen.
Buena parte de la estrategia política que ha seguido hasta el momento Podemos ha consistido en sustituir el tradicional eje de «izquierda» y «derecha» por la muy sugerente división entre «casta» y «pueblo». De ahí, precisamente, que sus principales líderes hayan afirmado en numerosas ocasiones que Podemos no es un partido ni de «derechas» ni de «izquierdas».
Asimismo, la formación que lidera Pablo Iglesias también insiste en distanciarse del régimen de Venezuela para no verse excesivamente perjudicada por la persecución política que sufren los opositores al Gobierno de Nicolás Maduro o el caos económico que padece la población venezolana.
Sin embargo, toda esta cuidada estrategia de comunicación cae por su propio peso cuando se rasca, mínimamente, la superficie del partido. Podemos, efectivamente, no es ni de izquierdas ni de derechas, sino de extrema izquierda, puesto que su cúpula, empezando por el propio Iglesias, se declara abiertamente «comunista». Tanto es así que Juan Carlos Monedero alabó el régimen soviético, chavista y cubano en una reveladora obra escrita en 2006, donde, entre otras perlas, indicaba que «el triunfo de la revolución soviética es el faro de referencia».
Y algo similar sucede en cuanto al chavismo. Mientras Podemos adopta una calculada distancia respecto a Venezuela para no perder votos, lo cierto es que las loas lanzadas a la figura de Chávez han sido constantes a lo largo de los últimos años, y, de hecho, aún hoy dicha formación vota en contra de la liberación de los opositores al régimen, al tiempo que se descubre que su cúpula recibió unos 3,5 millones de euros del Gobierno de Venezuela en ocho años en pago por trabajos de diversa índole.
Uno de los agraciados es Luis Alegre, portavoz de Podemos y candidato para la Comunidad de Madrid, que, en 2010, «ganó el premio Libertador al Pensamiento Crítico, otorgado por el Ministerio de la Cultura y que entrega 150.000 dólares», según publicó El Nacional.
Pero lo más relevante del caso de Alegre no radica tanto en su buena relación con el Gobierno venezolano como sus destacadas loas al régimen chavista antes de entrar en política y de que el país latinoamericano cayera en el actual caos político, económico y social. Tanto es así que Alegre defendió el cierre de la cadena privada Radio Caracas Televisión (RCTV) por parte de Chávez en 2007.
Asimismo, en una obra publicada en 2006 por el Ministerio de Cultura del régimen bolivariano, bajo el título Comprender Venezuela, pensar la democracia, Alegre, en colaboración con su maestro, Carlos Fernández Liria -profesor de Filosofía de la Universidad Complutense y simpatizante de Podemos-, mostraba sin ambages de ningún tipo su férreo apoyo al chavismo.
A continuación, se muestran algunas de las perlas más destacables que incluye dicho texto sobre el régimen venezolano, el mismo del que hoy intentan desvincularse de una u otra forma:
Equiparable a la Revolución Francesa
La asunción progresiva de un carácter más y más socialista por parte de la revolución bolivariana y su tenaz decisión de enmarcarse en el orden constitucional de un Estado de Derecho, puede que sea el experimento más crucial que se haya hecho respecto al desarrollo histórico del proyecto político de la Ilustración […] nadie puede permanecer intelectualmente indiferente ante lo que es probablemente el experimento histórico más importante desde los tiempos de la revolución francesa.
Se trata, quizás, del descubrimiento más importante que se haya realizado en la línea del pensamiento ilustrado desde los tiempos de Rousseau y Montesquieu. En Venezuela está a punto de descubrirse que el verdadero «hombre nuevo» incesantemente anhelado por las tradiciones comunistas, no es otro, después de todo, que el ciudadano ilustrado de toda la vida.
Ejemplo de «democracia»
Chávez y el pueblo venezolano tienen en sus manos la posibilidad de acabar con uno de los errores más largos y profundos de la historia, la sociología y la economía: la idea de que el socialismo (cuando realmente lo es) es incompatible con la división de poderes, el Estado de Derecho, el parlamentarismo y la democracia.
Resulta casi imposible seguir disimulando el hecho innegable de que en Venezuela la prensa y la televisión privadas han gozado y están gozando de una libertad de expresión como jamás se habría permitido en ningún país europeo y mucho menos en los EEUU […] Resulta casi imposible, también, seguir predicando que no hay división de poderes en Venezuela […] Resulta imposible no ver que en Venezuela está en marcha una revolución, una revolución de clase y de izquierdas que, sin embargo, ha decidido avanzar por los cauces legales del Estado de Derecho. Por el momento, Venezuela ha demostrado la posibilidad de plantarle cara al neoliberalismo sin desembocar en formas políticas dictatoriales.
En Venezuela estamos, pues, ante la posibilidad de demostrar aquello que dos siglos de matanzas lograron silenciar: la compatibilidad entre «comunismo» y democracia (entendiendo aquí por «comunismo» al asentamiento de una política anticapitalista sin marcha atrás).
Si el proyecto político bolivariano logra desembocar en el socialismo, Venezuela habrá demostrado al mundo algo frente a lo que nadie podrá permanecer indiferente políticamente. Habrá puesto fin al error más largo y desenmascarado la ilusión más potente. Habrá demostrado la posibilidad de la división de poderes en una economía socialista y, al mismo tiempo, habrá puesto en evidencia a todos los que diciendo defender el Estado de Derecho no defendían en realidad más que unos privilegios históricos o genéticos.
Una «fiesta ciudadana»
Es impresionante contemplar la alegría generalizada con la que el ser humano celebra el descubrimiento de su ciudadanía […] es imposible, hoy día, dejar de admirarse ante la visión del proceso bolivariano. No hay espectáculo más asombroso que el del poder legislativo de la ciudadanía, ahí donde se dan unas condiciones en las que el curso real de las cosas no tiene otro remedio […] que plegarse a las exigencias de la ley.
No sólo la izquierda, la humanidad entera debería estar boquiabierta y expectante frente al proceso bolivariano en Venezuela. Lo que se está celebrando en Venezuela es la fiesta del Estado de Derecho. Y hay motivos para creer que en esta ocasión, por una vez en la historia de la humanidad, la fiesta puede salir bien.
Nunca hasta hoy el ser humano había estado tan cerca de poder contemplar ese espectáculo inigualable por el que en el curso del Tiempo se abre un espacio para la obra legislativa de la Libertad. Ese claro en el bosque de la historia, no está hecho de palabras, sino de leyes armadas con el ejército, el petróleo y un pueblo cada vez más mayoritariamente comprometido a defenderlo.
Lo que está ocurriendo en Venezuela es una auténtica fiesta ciudadana, republicana e ilustrada y como tal sería celebrada por los intelectuales del mundo entero si tuviésemos la suerte de contar con Kant, con Hegel o con Marx en vez de con Savater, con Rorty y con Habermas.
Chávez, ‘el libertador’
Chávez representa (en la medida en que simboliza de algún modo el propio Proceso Revolucionario) la aspiración a que el derecho de ciudadanía alcance a todos los venezolanos […] Esto convierte al Proceso Revolucionario (y al propio Chávez en la medida en que lo represente) en la única excepción actualmente dispuesta a defender de verdad la Constitución y las leyes contra el peor entramado de hipocresía que haya conocido jamás la humanidad.
La Revolución Bolivariana, y el propio Chávez en la medida en que la lidera, se han convertido, pues, en el símbolo de que esas obras de la Razón que son la Constitución y las leyes no están necesariamente condenadas a subordinarse al curso de las cosas o bien a desaparecer aplastadas por este, sino que, por el contrario, tienen la misión irrenunciable y la posibilidad de gobernarlo.
Críticas a la oposición
[…] lo que defiende la Oposición en Venezuela no es una postura política alternativa a la que ofrece el gobierno de Chávez pero compatible de todos modos con el concepto de ciudadanía. Lo que defiende la Oposición en Venezuela son unos privilegios que les han correspondido durante décadas en virtud de su clase social y a los que no están dispuestos a renunciar de ningún modo.
[…] Venezuela nos está permitiendo poner en evidencia a todos esos estafadores que diciendo defender el Estado de Derecho no defendían en realidad nada más que sus privilegios. A este respecto, desde luego, es muy ilustrativo ver cómo las decisiones que afectan a intereses económicos sustantivos convierten con una facilidad asombrosa a ciudadanos respetables, empresarios ejemplares e intelectuales políticamente correctos en conspiradores, sediciosos y golpistas.
La línea que separa hoy al Proceso que lidera y simboliza Chávez de la Oposición es, sin más, la línea que siempre ha separado a las aspiraciones del Proyecto Ilustrado de sus enemigos.
En efecto, cabe afirmar que Chávez simboliza (como le corresponde en su condición de Jefe de Estado) la unidad de todo el cuerpo ciudadano (más allá de la legítima pluralidad de posturas enfrentadas que puedan darse en él); y cabe afirmarlo precisamente porque la presunta fractura social es más bien una guerra contra los defensores de sus privilegios frente a la ciudadanía (que no escatiman en golpes de Estado, atentados terroristas o sabotajes económicos para mantenerlos).
«Socialismo del siglo XXI»
Esto es lo que convierte al Proceso Bolivariano en un acontecimiento único y excepcional que no se puede comparar sin más con todos los otros procesos revolucionarios del siglo XX. El Socialismo del siglo XXI consiste, ante todo, en tomarse el proyecto ilustrado muy en serio e intentar que, por primera vez quizá en la historia de la Humanidad, se realice hasta el final.
En Venezuela, esto es lo que se está haciendo con los recursos del petróleo: asegurar a todo el mundo salud, educación, precios protegidos para los artículos de primera necesidad y dos comidas diarias para quienes no puedan siquiera acceder a ellos.
Tenemos, por fin, todo el derecho a entusiasmarnos sin matices ante el espectáculo de la Revolución Bolivariana: mientras Chávez no se traicione a sí mismo (lo cual, con la ayuda de Dios, parece imposible) y no sea asesinado (para lo cual, la verdad, esperamos que cuente con algo más de ayuda) nos cabe la esperanza de contemplar en la República Bolivariana de Venezuela el triunfo de esa exigencia de la Razón que es el Estado de Derecho y, por lo tanto, el Socialismo.