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Las manos y los pies

¿Algo que celebrar por dos años de errores, y también de “meter las manos”, y la insistencia de llenar el vacío de gestión y logros con sus objetivos sexogenéricos elitistas?

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Por más inauguraciones y cintas que corten, este gobierno no tiene nada que celebrar, para mal de Chile. Aprobar las 40 horas en un país donde la cesantía no cede o subir la PGU, no tiene ninguna gracia que no sea cosechar aplausos fáciles, como así también sucede con el nuevo royalty a la minería.

Lamentablemente, los países no prosperan a punta de medidas populistas, como seguir chuteando las cuentas de electricidad o de instalar nuevos impuestos, como insiste el Ministro de Hacienda. Pero eso es difícil de entender para quienes tienen la experiencia de producir nada, salvo activismo político y echar abajo todo lo que funciona por una quimera que después los obliga a dar saltos mortales.

La vocera Vallejo reconoció que “hemos cometido errores, pero no hemos metido las manos en ninguna parte” mirando los dos años que cumplen en La Moneda el lunes. Es cierto lo primero: son incontables los traspiés de fondo y hasta de protocolo. Inolvidable que Gabriel Boric comenzó su administración con un desaire al rey de España y muy pronto al ex canciller de EE. UU., John Kerry. Las metidas de pata en materia exterior han sido innumerables, por mencionar sólo un área, pasando por el ridículo de las “side letters” para justificar que finalmente firmaran el TPP11 al que tanto se opusieron, hasta tomar partido en el conflicto en el Medio Oriente, haciendo caso omiso de los intereses permanentes de Chile frente a Israel. 

Pero es mentira la segunda afirmación de la vocera comunista, porque sus partidos sí “han metido las manos”. Revolución Democrática está hasta el cuello por desviar millonarios recursos destinados a los campamentos a lo largo de Chile y otro partido de Apruebo Dignidad, Comunes, por no rendir adecuadamente los recursos que recibe del Estado para su funcionamiento.

El segundo año los pilla revindicando las movilizaciones de la calle (el PC) y la “batalla cultural” (diputado Winter, del partido de Boric) para justificar las evidentes carencias en materia de logros y gestión. ¿Van a celebrar que insisten sus ideas revolucionarias a pesar de que las plebiscitaron en septiembre de 2022 y perdieron estrepitosamente? ¿O que ahora se dieron cuenta que la promesa de campaña de condonar el CAE, aparte de aumentar la morosidad, son incumplibles? Ídem con la deuda de los profesores para la que decían tener la varita mágica.

¿Quieren festejar que no podrán darse el gusto de terminar con las AFP y crear un pilar de reparto, que ahora llaman “seguro social”, para después destruir el sistema previsional?

¿O buscarán felicitaciones por sus esfuerzos en materia de seguridad, mientras asesinan en Chile a refugiados políticos? La inmigración sigue igual de descontrolada y jactarse de empadronar a 180 mil personas que ingresaron por pasos clandestinos para regularizarlos sólo aterra a los chilenos que ven cómo el crimen organizado (que no se empadrona) toma el control de las poblaciones y de las cárceles. Ni hablar de La Araucanía, en vez de asumir el verdadero problema, usando a los militares para tareas de orden público, pasará a la historia como el Gobierno que más largo tiempo ha mantenido el estado de excepción, contentándose con atenuar un poco la delincuencia terrorista.

¿Se atreverán a abrazarse por la forma en que han gestionado la administración del Estado?  ¿Osarán brindar el lunes, a pesar del desastre en educación, gratuita-sin selección y lucro, pero de peor calidad y con la mayoría de los padres descontentos? ¿Obviarán la notoria incapacidad para enfrentar las catástrofes y tragedias como los incendios, donde priman intereses propios, como las vacaciones de algunos o usar el despliegue de ministros como plataforma electoral, de otros?

Ni hablar de la economía. El crecimiento, ausente en el programa y en los dos años de mandato del Frente Amplio, el PC y el socialismo democrático, languidece sin vuelta y sin horizonte para mejorar la inversión y el empleo. Tampoco hay expectativas futuras para crear riqueza con reglas claras y permisología acotada en vez del desborde actual, donde los mismos ministros, como la de Medio Ambiente, aumentan sus facultades para hostigar los proyectos de inversión.

¿Querrá el chileno medio festejar los temas de élite que movilizan a este Gobierno, como las caletas con perspectiva de género, en vez de baños para hombres y mujeres? ¿O las Reglas de Uso de la Fuerza que el Ejecutivo propone aplicar en forma diferenciada, según si la policía enfrenta a mujeres, migrantes, diversidades sexuales o indígenas, entre otras excepciones mencionadas? ¿Apoya el ciudadano medio este tufillo imperante de “feminismo y disidencia sexogenérica contra los avances de la centro derecha”, que moviliza a la ex pareja y ex Primera Dama de Boric?

Ayer fue el día de la Mujer. Pero el Gobierno “feminista”, como se define, no ha sido capaz de empujar la sala cuna universal porque la izquierda lleva 15 años boicoteando que puedan dar el servicio prestadores privados y los padres elegir. Aunque daría alas a las mujeres que quieren emplearse, sobre todo cuando sólo el 29% de las más vulnerables sale a trabajar versus el 76% del 20% más rico.

Es que a esta administración más que las crecientes listas de espera le preocupa si hay discriminación de género en la atención de salud. Más que las brechas en educación, las diversidades sexuales. Más que el mínimo de tener los colegios abiertos y con asistencia, se agotan en el uso del lenguaje “inclusivo” y las diversidades sexuales y de género que fueron el eje educativo del anterior ministro del ramo. Por eso prefieren bregar por la promesa de campaña del aborto libre antes que ocuparse de la baja natalidad que condena el futuro de Chile. No hay políticas públicas de ningún tipo para tratar de revertir la tragedia convertirse en un país de adultos mayores. Esa, parece, no puede ser una preocupación de una generación que mas bien corresponde al fenotipo de sin matrimonio y sin hijos, pero con perros y viajes.

En suma, más que un día de celebración, el 11 de marzo debiera vivirse como uno de duelo.

 

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