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Las mil caras de Nikki Haley, la mejor bala republicana contra Biden

La candidata a la presidencia, eficaz y maleable, gana enteros como alternativa a Trump

Este jueves, los análisis políticos destacaban el «no eres más que escoria» que Nikki Haley le dedicó a uno de sus rivales en las primarias republicanas para la Presidencia de EE.UU., Vivek Ramaswamy, durante el tercer debate de candidatos, el miércoles por la noche. El emprendedor había atacado a Haley, exembajadora ante la ONU y exgobernadora de Carolina del Sur, a través de su hija, usuaria de TikTok. «No pongas a mi hija en tu boca», le advirtió con fiereza.

Haley, eficaz y rápida, aparecía ese jueves de forma generalizada como ganadora del debate, mientras que Ramaswamy, marrullero y sobreexcitado, se quedaba entre los perdedores.

Su desempeño en el debate confirmó que Haley está en ascenso en las primarias y que puede pugnar con Ron DeSantis, el gobernador de Florida, para convertirse en alternativa al favorito absoluto para llevarse la nominación republicana, Donald Trump.

La fiereza en la respuesta a Ramaswamy es una de las mil caras de Haley, una política de barro, capaz de adaptarse a los tiempos y a las circunstancias. El debate fue una muestra de ello. Fue resuelta cuando Ramaswamy le atacó en otra ocasión, criticando su apoyo a guerras en el extranjero, calificándola, en referencia al que fuera vicepresidente con George W. Bush, como «Dick Cheney con tacones de tres pulgadas». Ella sonrió al escucharlo porque ya tenía la respuesta preparada: «Mis tacones son de cinco pulgadas», devolvió. «Y para mí no son una declaración de estilo, son munición».

Durante el debate, Haley, de 51 años, mostró la ternura de una madre y el compromiso de una esposa de un militar de combate. Exigió dureza en la frontera ante la entrada masiva de inmigrantes en EE.UU., pero mostró empatía hacia las familias desesperadas que cruzan a pie la peligrosa selva del Darién. En el decisivo asunto del aborto, que ha quitado muchos votos a los republicanos y amenaza con seguir haciéndolo, se declaró como «sin ningún complejo, a favor de la vida», pero también dijo que no se puede «juzgar» a quien piensa diferente.

Ni blanca ni negra, sino diferente

Esa es Haley, una política que se vende como alguien que lo tiene todo: es de pueblo -se crió en una zona rural de Carolina del Sur-, pero experta en asuntos internacionales tras su paso por la ONU; habla con orgullo de su origen indio -su nombre de pila es Nimarata Nikki Randhawa, sus padres emigraron a EE.UU.-, pero rechaza la política identitaria de los demócratas; siempre ha dicho «no soy ni blanca, ni negra, sino diferente»; no forma parte de la derecha cristiana de EE.UU., pero se convirtió (muchos creen que para no perjudicar su carrera política); adopta posiciones del ‘Volver a Hacer Grande a América» de Donald Trump -«¿os acordáis de lo seguro que era antes todo?»- sin olvidar los episodios de racismo que ella y su familia sufrieron en ese pasado mítico al que el expresidente apela; tiene talante moderado, pero muchas propuestas que no lo son.

Este ejercicio de equilibrismo se le complica sobre todo con Trump. Ahí Haley solo puede ser interpretada como una oportunista. En 2016, apoyó a Marco Rubio, uno de los rivales del multimillonario neoyorquino, no había nada peor en el mundo que Trump. Cuando Rubio se despidió de las primarias, se pasó al bando de otro rival, Ted Cruz. Cuando este también cayó, hizo las paces con el ya presidente y aceptó ser su embajadora ante la ONU. Evitó las grandes turbulencias de su Presidencia con una despedida a tiempo. Tras el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 por parte de una turba ‘trumpista’, atacó con dureza al líder republicano y dijo que la historia «le juzgará duramente» y que el partido «no debería haberle seguido». Poco después dijo que le volvería a votar y que ella no presentaría a la Presidencia si él lo hacía. Pero se presentó poco después de que Trump lo hiciera a finales del año pasado.

Hasta ahora, Haley solo ha lanzado ataques tímidos a Trump, una necesidad para no ser dilapidada por la férrea y abundante base del expresidente

Hasta ahora, Haley solo ha lanzado ataques tímidos a Trump, una necesidad para no ser dilapidada por la férrea y abundante base del expresidente. Con esos equilibrios, ha conseguido algo importante: según las encuestas, es la candidata republicana que ganaría con más claridad a Joe Biden dentro de un año. En la media docena de estados decisivos, lo haría con mucha más suficiencia que el propio Trump.

Haley ha conseguido un territorio en el que atrae también a centristas (de ambos partidos) y que podría darle ventaja frente a su rival para el segundo puesto en primarias, DeSantis. Imponerse a Trump, que va disparado en las encuestas, es misión -a falta de descalabro judicial- casi imposible.

 

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