Las nuevas medidas sobre Cuba
La implementación de las medidas con respecto a Cuba anunciadas por el presidente Obama el 17 de diciembre ha sido más rápida de lo que muchos esperaban.
Desde el viernes pasado, los norteamericanos que viajen a la isla pueden gastar una cantidad de dinero ilimitada en hospedaje, manutención y compras; se incrementa el límite de las remesas, y se elimina el límite en el caso de envíos humanitarios. Se podrá usar tarjetas de crédito y de débito norteamericanas en Cuba. Y las aerolíneas no necesitarán una licencia especial para volar a Cuba, siempre que los viajes entren dentro de las categorías autorizadas. También se incrementa el comercio entre ambos países. Productos cubanos típicos, como los famosos habanos, podrían reaparecer muy pronto en el mercado norteamericano. Es increíble, pero cierto.
El viernes pasado marcó un cambio drástico en la turbulenta relación que desde 1959 mantienen Washington y La Habana. Es el principio del fin de las sanciones económicas. Ahora bien, la normalización de las relaciones anunciada por el presidente Obama no excluyó el diferendo político que existe entre los dos países desde hace más de cinco décadas. Las nuevas regulaciones sobre el comercio, por ejemplo, contemplan el mejoramiento de las condiciones de vida de los cubanos y el apoyo a la actividad económica independiente, fuera del control estatal. La Casa Blanca quiere que el pueblo cubano “sea menos dependiente de la economía controlada por el estado”.
No obstante, el gobernante cubano Raúl Castro ha dicho que no aceptará cambios al régimen socialista impuesto en Cuba a principios de la década de 1960.
Los partidarios de los cambios se sienten optimistas. Muchos afirman que la nueva relación, diga lo que diga Castro, provocará cambios en el rígido control gubernamental y erosionará el modelo comunista, que ya ha tenido que darle un espacio a la actividad privada. Numerosos cubanos aplauden el cambio porque les permite viajar con más facilidad a la isla y un mayor contacto con sus familiares al otro lado del Estrecho de la Florida. Los opositores alegan que la entrada de más dinero en Cuba servirá al régimen para costear su aparato represivo. Pero todavía es muy pronto para llegar a una conclusión definitiva sobre el resultado de los cambios.
Y quedan preguntas flotando en el aire. Por ejemplo: ¿Estados Unidos podrá deportar a cubanos que han cometido delitos en suelo norteamericano? ¿Y qué pasará con la Ley de Ajuste Cubano, promulgada en 1966 para acoger a los refugiados que escapaban de la tiranía comunista en la isla? Con los frecuentes viajes de ida y vuelta que muchos exiliados realizan actualmente, ¿mantiene esa ley su sentido original?
La respuesta a estas preguntas no tardará mucho.