Es muy crítico el cuadro político en la Venezuela de hoy. La tiranía amarra la justicia por los próximos 12 años con las recientes clonaciones de el CNE y TSJ, alienta el espejismo absurdo de una “Venezuela que se está arreglando” y ahora se alebresta, con las rebajas en las sanciones norteamericanas. En cambio, la llamada oposición se presenta dispersa, muy entretenida en artificios internos para adaptarse a las nuevas condiciones de cohabitación con el régimen que parecen avizorar. Todos sus principales partidos tratando desesperadamente de esconder su languidez, divididos y consumidos en triviales peleas internas. El gobierno de Guaidó, nadando entre debilidades, incomprensiones y desaciertos, a duras penas, controlando una pequeña porción de gobierno en el exterior.
Nunca durante estos 22 años de roja tragedia nacional, se había sentido este vacío tan grande, en la lucha por la libertad. Definitivamente no existe un liderazgo opositor con la disposición y capacidad de establecer una ruta cierta, que nos permita poner fin a esta calamidad nacional. Ese mismo tarantín opositor de siempre, ahora llamada Plataforma Unitaria, anuncia al país como un nuevo y esperanzador despertar, la designación de su otro líder, Omar Barboza, con el encargo de realizar el año próximo unas elecciones primarias para seleccionar al candidato presidencial para el 2024. Veinte años de destrucción nacional, las miles de víctimas de la tiranía y los millones de expatriados, no han sido suficientes para generar en esos “líderes”, un mínimo de sentimiento nacionalista, que los hiciera entender la necesidad de unirse por encima de cualquier otro interés personal o político. Un desmesurado afán de protagonismo les carcome la inteligencia. Esa convocatoria a primarias representa la confesión de su incapacidad para dejar de lado sus aspiraciones y ponerse de acuerdo para unidos transitar la ruta que nos lleve a la libertad. Ante tanta desgracia nacional, debió sobrar en todos ellos, por amor a Venezuela, el desprendimiento necesario para unirse en la tarea de alcanzar la democracia.
Ante la mezquindad para unirse y con la ceguera para comprender el alto grado de rechazo que generan, a estos dirigentes no les queda otra, que dejar en manos del pueblo opositor la decisión sobre cuál de ellos será el ungido. Debemos prepararnos para ese carnaval electoral que se nos vendrá encima, los postes de cada calle se llenaran de afiches. Las cuñas de los mismos candidatos y sus inefables promesas de siempre, inundarán la radio y la televisión. Grandes sumas de dinero respaldarán las múltiples candidaturas. El régimen estará atento para “soplar” a quienes le convenga. Todo un espectacular decorado para un supuesto país donde se vive a lo grande la democracia, quedando escondido bajo la alfombra; la triste realidad de un país destrozado y de un pueblo arruinado, ajeno a todo ese festín, batallando por su sobrevivencia. El venezolano de hoy, no busca líderes ni programas de gobiernos, ni le interesan ideologías o banderías políticas, lo que busca con angustiosa desesperación, es la unidad en la acción para salir de este régimen de miseria. Le importa un “comino” quien sea el seleccionado para abanderar su causa por la libertad, tenga el bando que tenga, incoloro, blanco, azul, amarillo, verde, o cualquiera sea su color.
Toda esa parafernalia electoral, para nada. Al final llegaremos a lo mismo, saldrá favorecido uno de ellos, “el que trague más harina”. Cuando era tan fácil, si la idea era escoger un abanderado y ante la imposibilidad de unirse por cuanto ninguno es capaz de renunciar para apoyar al otro, entonces, renuncien todos al derecho de ser candidato y oblíguense a escoger fuera de su círculo, a uno de tantos venezolanos capaces, con sentido de Estado y ajeno a toda esta innecesaria diatriba.
Lamentablemente, a los venezolanos no nos queda otra alternativa, que seguir “arando con los bueyes que tenemos”. Se harán las primarias y quiera Dios que esta vez, el pueblo elector no se equivoque y logre el milagro de escoger la mejor opción. Y quiera también que los posteriores ataques, de quienes hoy proponen su elección, no logren destruirlo antes de cumplir el cometido para el cual va a ser electo, tal como ocurrió con Guaidó.