Las primeras damas de Cuba
Marta Fernández de Batista, a la izquierda, y Dalia Soto del Valle, a la derecha
Hasta 1959 fueron 18 esposas de presidentes cubanos. Luego de 1959, el “puesto” pasó a ser secreto de Estado
LA HABANA, Cuba.- Primera Dama es aquella mujer que pertenece, como esposa, al presidente de una nación. Durante la República, entre 1902 y 1958, Cuba tuvo dieciocho Primeras Damas, contando a Paulina Alsina, la cuñada de Ramón Grau, solterón hasta la muerte.
En medio de una gran alegría popular por el comienzo de la República, fue una joven de 23 años, Genoveva ¨Veva¨ Guardiola Arbizú, quien tuvo el honor de ser la Primera Dama que conociera el pueblo cubano. Fue la esposa del casi cincuentón Don Tomás Estrada Palma, e hija de un presidente liberal de Honduras, asesinado por grupos de matones conservadores.
Aunque en 1902, Veva, como la llamaban, no estuvo presente en la toma de poder de Don Tomás, la vieron siempre junto a él, en la terraza del Palacio de los Capitanes Generales. A partir de 1906, se trasladaron a Estados Unidos, donde pasaron el resto de sus vidas Allí fundaron el Instituto Estrada Palma, una escuela bilingüe y bicultural para estudiantes hispanos.
Así recuerdan los cubanos de ayer a Genoveva, muy sencilla y fiel aleada de su compañero de vida.
Muchas Primeras Damas cubanas fueron como ella: típicas amas de casa, quienes esperaban a los esposos bañadas y perfumadas para el almuerzo y la cena, muy lejos de convertirse en figuras de la palestra pública.
Sólo América Arias, esposa de José Miguel Gómez, se destacó por su participación en la vida política de la reciente democracia cubana. Tanto fue así que según los historiadores, fue ella quien sentó a su esposo en la silla presidencial. Era una mujer de temple. Había obtenido los grados de Capitana por sus nobles tareas en las filas de los mambises y ya en la República, fue una tenaz luchadora por las clases más desfavorecidas de la población.
Otras Primera Damas, como Genoveva, marcharon al exilio junto al esposo. Una de ellas fue María ¨Mary¨ Tarrero-Serrano, taquígrafa de profesión y esposa de Carlos Prío y Marta Fernández, esposa de Fulgencio Batista, la última Primera Dama. Ambas hermosas mujeres muy sencillas, inclinadas también a labores humanas y buenas defensoras de sus esposos.
Una anécdota retrata la personalidad de Mary, cuando en 1956 persiguió al automóvil donde habían secuestrado a Prío, por orden de Batista y luego, en el exilio, cuando rechazó a punta de pistola a un matón que tocó a la puerta de su casa, para amenazar a su esposo e hijos.
Mary murió en 2010, a los 85 años y Marta en 2006, a los 82. Ambas en Estados Unidos.
Durante la dictadura castrista, la isla ha tenido varias Primeras Damas, pero ninguna fue conocida por el pueblo. Como si no merecieran convertirse en la compañera de Fidel Castro, frente a las masas.
De no haber sido así, habríamos conocido a una joven de la alta burguesía, o una casada con un destacado médico habanero, o una linda espía de la CIA, o una actriz de cine famosa, o una despampanante cantante de cabaret, de piel casi de color púrpura, o una recién casada secuestrada por guardaespaldas una noche junto al mar, o una de las tantas rubias de ojos azules que al primer disparo a quemarropa, caían redonditas en las sábanas del dictador.
Ninguna de ellas una humilde lavandera, o empleada de un timbiriche, por muy rubia y de ojos azules que fuera.
Pero a decir verdad, Cuba tuvo a dos mujeres que parecían Primeras Damas, aunque en realidad no lo eran: Celia Sánchez y Vilma Espín. Si Vilma hoy viviera todavía, pudiera serlo en realidad, como esposa de Raúl Castro.
Celia y Vilma, aunque formaron parte hasta el final de aquella corta guerra de escaramuzas para liberar a Cuba del dictador Batista, no obtuvieron grados militares, como sí ocurrió con América Arias, que hizo lo mismo que ellas: colaborar con los guerrilleros como mensajera y en labores de enfermería.
Luego, como cualquier Primera Dama del mundo desarrollado, Celia y Vilma tuvieron una vida de privilegios, altos cargos políticos, las mejores viviendas y viajaron de lo lindo.
Como nada es normal en la isla de Fidel, y aunque públicamente no se nombre así, hoy tenemos una Primera Dama: Dalia Soto del Valle. Por cierto, también rubia, de ojos azules, de sonrisa dulce y añejada y dedicada a su casa y al cultivo de las rosas.
Su nombre, claro que ni se menciona en las fotos de grupo, publicadas en la prensa castrista, cuando personas importantes visitan el reparto Siboney, más conocido como Punto O, donde vive con el Comandante Invicto.
Así de absurdo e inverosímil es nuestro país.