Lasso, entre el odio y el hambre
El nuevo presidente tiene la oportunidad de ser algo más que una promesa
La ceremonia de investidura de Guillermo Lasso en Ecuador se convirtió en una reunión de políticos liberales con mayoría del PP. Recordaba Mariano Calleja en ABC, que José María Aznar y Pablo Casado viajaron para presenciar in situ el traspaso de mando mientras la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, participó de forma telemática. Difícil encontrar un antecedente similar en Iberoamérica, pero los tiempos que corren explican este escenario de respaldo popular a un jefe de Estado que va a necesitar mucha ayuda.
Otras figuras internacionales, como Leopoldo López, se subieron al avión para ver de cerca lo que en Venezuela no se atisba ni de lejos: libertad. Por eso, y por mucho más, Nicolás Maduro fue el único presidente sudamericano que no estaba invitado a la ceremonia.
Guillermo Lasso pronunció su primer discurso con la mano tendida, sin revanchismos y con voluntad clara de negociación. Consciente de que no tiene mayoría en ninguna parte fue gentil con el movimiento indígena y hasta le hizo un guiño a Guadalupe Llori, la mujer de Pachakutik, que pondrá orden en la Asamblea Nacional. Quería poner paños fríos en los ambientes más calientes de Ecuador y aseguró: «No he venido a saciar el odio de pocos, he venido a saciar el hambre de muchos».
De testigos de primer orden de sus palabras fueron el Rey, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, el de República Dominicana, Luis Abinader y Jovenes Moise por Haití. El resto de las delegaciones estaban representadas por Ministros de Asuntos Exteriores o terceros escalafones. La pandemia explicaría, fundamentalmente, las ausencias.
Lasso, ejecutivo y directo, no perdió tiempo. Anunció un código ético para su Gobierno y una nueva ley de libertad de expresión para enterrar los restos de la del prófugo Rafael Correa. El flamante presidente también dijo que tratará de meter a Ecuador en todos los bloques comerciales que pueda. La reactivación de su país es urgente y vacunar a todos mucho más.
El nuevo presidente tiene la oportunidad de ser algo más que una promesa. Quizás, logre «terminar con la era de los caudillos», como anticipó, pero comenzar con un Gabinete de 30 ministros parece demasiado para empezar.