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Latinoamérica y Europa: Una relación carnal en tiempos de realpolitik

 

 

El relacionamiento de América Latina con la Unión Europea se proyectó, en su origen, como una asociación estratégica, pero que ha tenido que esperar el paso del tiempo para consumarse y superar las adversidades propias de la vida, particularmente en un escenario cambiante, pleno de incertidumbres y de competencia geopolítica. 

Lo anterior me hace recordar la novela de García Márquez “El amor en los tiempos del cólera”, que narra un amor que tuvo que enfrentarse al tiempo, pero que no moría. Nos cuenta, cómo se conocen los dos personajes principales, Fermina y Florentino, cómo se separan, y cómo se vuelven a unir. En el caso que nos ocupa, salvando algunas distancias, parece la misma la historia.

La Cumbre entre América Latina y el Caribe y la Unión Europea (Celac-UE) celebrada entre el 17 y 18 de julio del corriente año 2023, ocurre después de una larga pausa de ocho años, periodo en el que ambas partes se alejaron, para retomarlas hace apenas dos semanas. Se desarrolló como siempre, con reuniones de alto nivel, declaraciones minuciosamente acordadas y tristemente inocuas,  indicadores imprecisos y superficiales del estado en que se encuentra una relación bilateral, birregional o multilateral.

Entre América Latina y Europa, hay un entramado de vínculos migratorios, económicos, políticos, ideológicos, culturales y sociales, difícilmente captados en una fotografía de grupo o en un documento final. La distancia, las diferencias y las discrepancias son tantas como los intereses, las necesidades y los valores.

En términos de comercio bilateral no se puede decir otra cosa que la situación es preocupante. La UE ha perdido importancia relativa como socio comercial de América Latina en los últimos 20 años; ha pasado de ser el destino del 25% de las exportaciones de la región a solo el 8,3%. A su vez, las importaciones de Latinoamérica, desde la UE, han sufrido la misma tendencia a la baja y se redujeron del 22,9% al 11,8%. Lo anterior refleja no solo la falta de interés político que los gobiernos pudieran tener, sino que los operadores comerciales no ven la suficiente estabilidad política en la región como para asumir negocios riesgosos.

Por otro lado, hay seis millones de europeos viviendo en América Latina y cerca de siete millones de latinoamericanos viviendo en Europa. Esa conexión humana no es nueva, y reclama políticas públicas en múltiples ámbitos, como por ejemplo, en materia de política migratoria. Ciertamente algo que todavía la UE no ha podido poner en práctica.

Hace falta más que cumbres para restaurar las relaciones entre la Unión Europea y Latinoamérica, porque el reordenamiento del orden mundial, ya en marcha, con el Pacífico en una posición central, la agresiva competencia entre China y Estados Unidos, el desarrollo tecnológico, el deterioro medioambiental y la parálisis del multilateralismo es un escenario no muy favorable ni para América Latina ni para Europa. Por el contrario, es una reordenamiento imparable que podría dejar, a ambas regiones, en una posición más periférica.

No obstante la REALPOLITIK se impone; Europa, más coherente políticamente hablando, prioriza aquellas iniciativas vinculadas a temas de defensa y seguridad, a la guerra en pleno desarrollo entre Rusia y Ucrania, a la OTAN y de ahí en adelante temas relacionados con el medio ambiente entre otros. En Latinoamérica por su parte, además de que va en degrade político, no se puede hablar de una región con un interés común, ya que va desde tres gobiernos que se consideran hijos de Putin, hasta gobiernos que medianamente pueden con la realidad económica, política y social de sus países.

En LATAM no se puede hablar de consensos, cada gobierno actúa a su buen saber y entender, no se puede esperar de la región una respuesta conjunta a nada. Dos ejemplos de ello pueden ilustrar esa realidad: durante la pandemia hubo respuestas tímidas y unilaterales, pero nunca a nivel regional; en cuanto al tema de la guerra en Europa no es posible llegar a un consenso, hay desde los que apoyan la invasión rusa, los que se oponen y los que realmente no tienen una posición definida a ese respecto.

Un dato importante de esa cumbre es que no hubo coordinación y las actuaciones de los presidentes apuntaron a varios objetivos: el caribe angloparlante apuntó a solicitar indemnización por el “ultraje colonial” de Europa, otros a oponerse a todo, particularmente a asumir posiciones que en defensa de su relacionamiento con Rusia y China; los menos, atentos a las posibles decisiones en materia de inversión y comercio, que pudieran adoptarse en la reunión.

Por otro lado no hay que olvidar el factor chino, ya que Pekín se ha insertado en el escenario latinoamericano y ganado terreno a los europeos en materia no solo comercial sino también el de relaciones políticas, financiación y poder blando. Basta recordar las más de 13 visitas que han realizado altos funcionario chinos a la region, incluyendo las del propio Xi Jinping; la presencia del Instituto Confucio en Latinoamérica, con 29 de esos Institutos distribuidos en los siguientes países: Ecuador, Perú, Chile, Argentina, Cuba, Costa Rica, Colombia, Brasil, Bolivia y México. Solo en Brasil hay 10 de ellos. El objetivo, acercar el idioma y la cultura china; la puesta en marcha de la “diplomacia de las vacunas”, y el creciente aislamiento de Taiwán en la región.

Ver https://www.cepal.org/sites/default/files/events/files/sesion_2._sun_xintang3.pdf

Así mismo, ha invitado abiertamente a unirse a proyectos estratégicos para su proyección global, como la Nueva Ruta de la Seda, y la Iniciativa de Desarrollo Global. El énfasis económico y comercial ha primado para la obtención de recursos naturales y bienes primarios, apertura de nuevos mercados e inversiones en infraestructura, innovación, tecnologías y telecomunicaciones. Su estrategia le ha permitido convertirse en el primer socio comercial de América del Sur e inundar los mercados locales con bienes de consumo e intermedios.

Igualmente, entre 2000 y 2020 ha multiplicado sus inversiones por 26 y se ha constituido en la mayor fuente de financiación en energía, infraestructura e industria, con más de 2.700 empresas de capital chino operando en la región. Las cifras hablan por sí solas: el comercio entre América Latina y China creció un 11% en 2022 y alcanzó los 469.000 millones de dólares. Desde el año 2000, China ha invertido más de 172.000 millones en América Latina.

La pieza de mayor peso de la cumbre fue la discusión sobre el acuerdo comercial entre la UE y Mercosur, alcanzado hace cuatro años pero que no ha entrado en vigor, ya que se encuentra pendiente de ratificación. Tras 20 años de negociaciones con MERCOSUR, que agrupa a Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, su ratificación se paralizó con la llegada a la presidencia del Brasil de Jair Bolsonaro, así mismo por la acumulación de reticencias en el Parlamento Europeo y la exigencia de mayores compromisos con la reforestación y los acuerdos de cambio climático por parte de países como Francia, Países Bajos, Irlanda y Austria. Si se consigue su entrada en vigor a finales de este año, sería el mayor acuerdo comercial de la UE por volumen de intercambios comerciales, con el que se podrá intentar recuperar las posiciones perdidas respecto a China. Vale señalar que sobre este tema no hubo mayores discusiones.

A lo anterior se le suma la Agenda de Inversión Global Gateway, dotada de 10.000 millones de euros que se completarían con aportaciones nacionales y del sector privado, hasta alcanzar los 45000 millones de euros. No basta una cumbre para abordar cada uno de los retos entre ambas regiones, en momentos en que la REALPOLITIK es la protagonista de la novela.

Es que las diferencias de prioridades entre los dos lados del Atlántico y la necesidad de hacer equilibrios entre las sensibilidades de las dos regiones también han quedado visibles en el comunicado final del encuentro. Por ejemplo, mientras una parte quería hablar de comercio, cuatro de las siete veces que se menciona la palabra «comercio», en el texto final, es para referirse al comercio de esclavos, lo que se asumió como prioritario para los socios latinoamericanos.

Ese comunicado final es un crisol de preocupaciones, de prioridades, de visiones diversas del mundo. Pero para los participantes lo fundamental era llegar a un acuerdo sobre un texto conjunto, incluso si obligaba a hacer equilibrismos.

Han tenido que pasar ocho años para que los líderes de la Unión Europea y de la Celac se vuelvan a ver las caras. Y lo han hecho en un mundo completamente diferente de aquel de 2015, antes de la era Trump, antes del Brexit, del coronavirus, de la intensificación de la competencia tecnológica entre Estados Unidos y China y de la guerra de Ucrania provocada por Rusia

En lo que respecta a la guerra de Rusia contra Ucrania los líderes no pudieron alcanzar una posición unánime de rechazo a la invasión a gran escala lanzada por el presidente ruso, Vladímir Putin, no obstante que se suscribió una comunicación aguada y sin mencionar a Rusia.

El verdadero éxito de estas cumbres presidenciales es que de ellas surjan actos y ejecuciones que comprometan a todos en una dinámica positiva de muchos avances en todos los campos de interés común.

Sea cual sea el ciclo político imperante en cada región, los latinoamericanos deber estar conscientes que la relación necesita un mayor peso específico que se traduzca en influencia global de las partes. Por lo que, a mi modo de ver, lo urgente es construir una verdadera agenda de trabajo común en aquellos temas que determinarán el futuro inmediato de cada región y de sus países.

 

Luis Velásquez

  Embajador

 

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