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Laureano Márquez: Lectura de la carta del profeta Isaías

Es una larga carta de renuncia, no exenta -por cierto- de metáforas: “Me voy “pelado”, como el ala de un murciélago”, como corresponde a un poeta. Comienza manifestando la estima a su destinatario. Estimar es manifestar afecto por alguien, pero también es un cálculo: “se estima que bajen los precios del petróleo”, por ejemplo. El profeta calculó y su cálculo le da como resultado, le indica, pues, que es hora de abandonar el barco porque estima que el estimado ya no lo es tanto.

“Debo reconocer que nací para martillo y del cielo me caen los clavos”. Afirmación sin duda objetiva, veraz y oportuna. Los clavos, que llevamos 20 años recibiendo martillazos, mazazos, zurda conductazos y hojillazos, damos fe de ello. Curiosa la nomenclatura la que el régimen usa, que involucra siempre una suerte de confesión de sus auténticos propósitos: “Sepa usted, presidente, que yo sigo senderos rectos como una lanza”. Frase que ha podido escribir el mismísimo taita Boves.

La carta, luego, da un giro teológico, para aludir a los apóstoles del “presidente”. Parece que, a la inversa de Jesús, solo uno es honesto (él) y el resto traidores (“víboras con cabeza triangular”). Nos revela -con premonitoria lucidez- su partida al infierno, “como San Pablo” (¿?). No podía ser otro el final para quien ha sido corresponsable solidario de los veinte años de destrucción más terrible que ha vivido Venezuela en toda su historia, con persecuciones, asesinatos de inocentes y hambreando a un pueblo en nombre de supuestos ideales de justicia y libertad.

Nos revela, además, que se retira de la política al oficio de ser abuelo para escribir, para sus nietos, la historia de estos 20 años, en código de tío tigre y tío conejo, suponemos. Nos confiesa que se va sin bienes, que aprovecha para informar que vende un carro con poco uso, que su esposa empeña las joyas de su antecesor en el cargo de esposo. Curiosas confesiones para quien lleva dos décadas en puestos públicos de altos sueldos y con gastos “cubridos”. Atribuye el descalabro al bloqueo norteamericano e italiano, con lo cual suponemos que sus ahorros están en el imperio en vez de en el Banco de Venezuela en bolívares en Caracas, donde tendrían que estar los de todos los que confían en clima de progreso que vive Venezuela

Este párrafo llama particularmente la atención: “… sepa usted, Presidente, que su pueblo no solo es insobornable sino, también, difícil de engatusar”. Curiosa conclusión para ser hecha, por quien es parte de un régimen que ha sustentado su poder político, antes y ahora, justamente en el más miserable de todos los sobornos: comprar con comida el apoyo político. Acompañado este soborno con el más vil de los engatusamientos: abusar de la ignorancia de un pueblo para venderle como progreso la demolición de un país.

Por último señala el profeta que el insomnio le perturba. ¿Desde cuándo?, es la gran pregunta: ¿desde los tiempos de la vicepresidencia, de la fiscalía, de la ANC? ¿Anderson quizá? Se esfuerza, en definitiva, el profeta tanto en presentarse como una persona recta, como un hombre justo, honrado, leal y de bien, que empieza uno a notar -con tal exhibición de vehemencia- que más que a su jefe, la carta está dirigida a sí mismo. ¿Habrá podido convencerse? Al mirarse al espejo, ¿qué leerá en sus ojos?

 

 

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