Laurence Debray: “Es muy fácil defender a Maduro desde un café de París”
La autora francesa viaja a Venezuela para presentar 'Hija de revolucionarios', en el que describe la compleja relación con sus padres
Laurence Debray viajó la semana pasada a Caracas a presentar Hija de revolucionarios, su premiada crónica en clave autobiográfica en la que deconstruye con ojo crítico y enorme crudeza la relación personal y el devenir de sus padres, el pensador y activista francés Régis Debray, y su madre, la académica y escritora venezolana Elizabeth Burgos. Dos símbolos del compromiso político, el activismo y el rigor intelectual en la izquierda latinoamericana y francesa del siglo XX. Su llegada a la ciudad es una decisión personal de Debray, que nació en París en 1976 y conserva en Venezuela familiares y afectos.
Tras presentar su obra en los festivales editoriales más importantes de Argentina, México y Colombia, la autora lleva este complejo ajuste de cuentas emocional y político a una ciudad en la cual está casi extinto el papel de prensa, los libros se editan en formato digital y las librerías atraviesan por un penoso proceso de asfixia. El negocio editorial venezolano, con una dimensión no despreciable en la región, gozó de una excelente salud hasta el año 2013, el primer año del gobierno de Nicolás Maduro.
El desembarco de Debray en Caracas ha sido posible gracias la Embajada Francesa en Venezuela y al decisivo concurso de su amigo, el escritor venezolano Alberto Barrera Tyszka, quien ha lanzado al mercado local una nuevo fondo editorial, Curiara, pensado para introducir novedades en el aislado mercado nacional. Junto a Hija de revolucionarios, Curiara ha editado Mujeres que matan, la última obra de Barrera.
“Siempre tuve muy cerca a mi familia en Venezuela”, afirma Debray, que sigue visitando el país con cierta regularidad, en una entrevista con EL PAÍS. “Me siento también un poco venezolana. A ellos no les importa si mi papá es famoso, o mi mamá, o si son de izquierda o de derecha. Son muy amorosos, mis primos en Caracas, en Valencia. Antes, cuando era posible, venían a visitarme. Hablamos mucho por whatsapp. Tengo lindos recuerdos; Venezuela era un paraíso. Nunca he visto un país con paisajes tan diversos, donde todo crece, cualquier cosa que plantes». “Los venezolanos«, en su opinión, «están aguantando todas las calamidades y atropellos posibles. En Francia algunos defienden a Maduro desde la comodidad revolucionaria. La postura antiestadounidense es una religión. Es muy fácil defender a Maduro desde un café de París”.
En Hija de revolucionarios, Debray reexamina la experiencia de su padre junto a la guerrilla de Ernesto Che Guevara en Bolivia y sus cuatro años posteriores de prisión en aquel país. La obsesión por encontrar las claves verdaderas de estos episodios la llevan a enjuiciar un hogar, el suyo, al que define como frío y austero, en el cual Régis Debray y Burgos, dos grandes intelectos, centraban toda su atención en las reflexiones y discusiones políticas y no prestaban atención suficiente a su única hija.
La obra transmite, sobre todo, un esfuerzo intelectual por obtener autonomía de criterios y liberarse la tutela marxista imperante en su casa. “Nunca los entendí, no quería vivir como ellos. En mi casa no hubo alegría, humor, interés en cosas distintas, una buena comida, vacaciones. Todo era estudio, disciplina, salvar el mundo, arreglar los problemas de los demás, recibir refugiados, conseguirles papeles. Vivía encerrada en el Barrio Latino de París, donde mi papá era como un Dios. Me fui a Nueva York porque era la hija del gran señor. Me sentía opacada por ellos”.
Debray pasó una semana en Caracas y organizó un nutrido acto en la Alianza Francesa de Caracas para presentar su libro. La autora mantiene relaciones fluidas con activistas y políticos venezolanos y está trabajando en un documental sobre la historia del país para la televisión pública francoalemana. Visitó al artista plástico venezolano Jacobo Borges y su esposa, la también artista Diana Carvallo; se reunió con Edward Rodríguez, el jefe del despacho de prensa de Juan Guaidó, reconocido como presidente interino por más de 50 países; asistió a dos foros ciudadanos en la Plaza Los Palos Grandes y conversó con el cineasta y documentalista Carlos Oteyza.
Debray reconoce que a sus padres no les causó especial gracia el rutilante éxito internacional de esta obra revisionista. “Mi madre fue un poco más comprensiva. Me dijo que respetaba el hecho de que necesitara hacerlo. Para él fue complicado por su ego; le chocó un poco. Llegó a aconsejarme incluso que no lo publicara, que era un mal libro, que iba a ser un fracaso. No se lo tomó bien. Nunca fueron capaces de cuestionarse mucho», recuerda.
“Mi padre es una persona seria, que se levantaba a escribir cada mañana”, agrega. “Fue el único francés revolucionario de verdad; los otros lo que hicieron fue hacer Mayo de 68, y a los tres meses estaban todos en la playa. Mi padre tiene su personaje mediático. Necesita la fama. Va mucho a los medios. Mi madre es más discreta; la consejera a la sombra. No quiere estar en el show de los egos«.