Laurence Debray: «Venezuela cayó en la tiranía y la narcocorrupción a gran escala»
La autora de "Hija de revolucionarios" considera al régimen bolivariano un subproducto de Cuba; a contramano de su padre, el teórico del castrismo Régis Debray, se declara "alérgica a la ideología"
Cuando Laurence Debray (París, 1976) presentó su primer libro,Juan Carlos de España, sobre el exmonarca Borbón, le preguntaron si ella era la hija del intelectual francés que había delatado al Che Guevara en su infortunado paso por Bolivia. Es, en efecto, la hija del filósofo Régis Debray y de la antropóloga venezolana Elizabeth Burgos, ambos de familias acomodadas y tradicionales en sus países, que habían apoyado la causa revolucionaria de Fidel Castro y el Che en Cuba. En 1967, su padre se integró a las filas de la guerrilla en tierras bolivianas y pronto fue detenido. Meses después, Guevara fue capturado y asesinado. Todavía en Wikipedia se puede leer que o él o Ciro Bustos habrían brindado información a los militares bolivianos y a los agentes de la CIA sobre el paradero del Che. De regreso a Francia, Debray padre desarrolló una destacada carrera como teórico de la transmisión cultural, los medios de comunicación y el imperio de las imágenes. Su madre, que prosiguió sus investigaciones en antropología, se hizo muy conocida cuando publicó Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, obra de 1982 que jugó un papel fundamental en el Premio Nobel de la Paz que mereció la líder guatemalteca.
En 2014, Debray hija inició una pesquisa que involucró a los protagonistas de la historia, es decir, a su padre y su madre, ya separados; a los abuelos de una y otra rama familiar, a exguerrilleros, historiadores e intelectuales. El resultado es su segundo libro, Hija de revolucionarios (Anagrama), publicado a fines de 2018, con el que la autora obtuvo en Francia varios premios, entre ellos, el Prix du Livre Politique. Por medio de una escritura vivaz y una aguda capacidad de análisis acerca de una época ya ida, Debray ofrece el retrato de una generación que unió el compromiso social con la violencia y cierta ideología binaria (que aún pervive). «Nací unos años después del regreso de mi padre a Francia, luego de cuatro años de prisión. Fui un elemento de su reinserción a una vida más tranquila y prosaica, lejos de la lucha armada», dice a este diario en una conversación telefónica. El libro de Debray se integra a una suerte de «biblioteca» de hijos de los hijos de la década de 1960, que revisan el pasado del compromiso político de sus padres, casi siempre de izquierda, a la luz de un nuevo horizonte histórico.
Debray vive en París con su esposo, el ingeniero especializado en inteligencia artificial Émile Servan-Schreiber, y sus dos hijos. Semanas atrás, por encargo del semanario Paris Match viajó a Venezuela para entrevistar a Juan Guaidó, líder de la oposición al régimen de Nicolás Maduro y presidente del Parlamento de ese país. «Verlo fue un shock -cuenta la autora-. Está muy delgado, casi no duerme y come poco. La gente en Venezuela está muy deprimida. Ducharse allí es un problema, conectarse a Internet es un problema, conseguir medicamentos es un problema».
Actualmente, Debray trabaja en un documental sobre Venezuela y, como remarca, «sobre el declive de ese país». Para ella, como cuenta en Hija de revolucionarios, Venezuela era un «edén» hasta la llegada al poder de Hugo Chávez, al que conoció en un almuerzo. «La gente no se había percatado del dominio de Fidel Castro sobre él: la revolución bolivariana se convertiría en un subproducto de la revolución cubana. Ver a tu patria naufragar resulta tan doloroso como ver apagarse a un ser querido», escribe en las primeras páginas de su libro. La autora, que habla español con fluidez, supervisó la traducción de la edición de su libro.
¿Cómo surgió la necesidad de escribir sobre sus padres?
Primero se trató de una investigación personal antes de convertirse en el proyecto de un libro. Cuento en mi libro la génesis, que ocurre cuando un periodista español me pregunta si soy la hija del intelectual francés que entregó al Che. No sabía qué responder, porque mis padres nunca habían respondido mis preguntas sobre su pasado revolucionario. Me enteré en la escuela, por casualidad, de que él había estado en prisión y que, cuando regresó a Francia, evitó referirse a la cuestión. En resumen, a los 40 años ya era hora de que supiera más sobre mis padres. Para saber de dónde vengo. Aquí es donde comenzó mi búsqueda de identidad. Luego siguió la pesquisa en archivos, entrevistas a los amigos de mis padres, la lectura de la prensa de la época y los libros de historiadores. También viajé a Camiri, en Bolivia, localidad que formó parte de la ruta del Che en ese país.
¿Qué mirada tenía usted sobre los años revolucionarios de sus padres en América Latina y de qué modo esa mirada cambió durante la escritura del libro?
Como dije, no tenía idea del pasado de mis padres. Crecí con un padre escritor y consejero de François Mitterrand y una madre que dirigía la Maison d’ Amerique latine, ¡muy lejos de la lucha armada! Fui educada por mis abuelos paternos que eran bon vivants burgueses. Cuando mis padres me enviaron a unas vacaciones en un campamento de juventudes comunistas en Cuba, me dijeron allí que mi padre era un héroe, pero realmente no sabía qué significaba eso. Hoy sé un poco más, pero todavía hay muchas preguntas que han quedado sin respuesta. Es difícil entender una época que no experimentamos.
¿Qué preguntas quedaron sin respuesta?
Muchas. ¿Por qué vamos al otro lado del mundo para participar en un movimiento revolucionario que no podemos imaginar en nuestro país? ¿Cómo se acepta apelar a la violencia para cambiar el mundo? ¿Por qué el Che decidió repentinamente implantar un foco guerrillero en Bolivia? ¿Qué se piensa durante cuatro años de encierro en prisión, como pasó mi padre? ¿Qué pensamos cuando estamos cerca de la muerte? ¿Cómo se puede soportar la tortura y cómo reconstruirse después de algo así? Tengo cientos de preguntas sin respuesta.
¿Cuáles son las dificultades a la hora de escribir sobre un pasado familiar tan vinculado con episodios políticos?
Tengo la suerte de tener una historia familiar que se entrecruza con la gran historia. Ese ya era el caso de mis abuelos, que estaban cerca de las filas de Charles de Gaulle. Mi abuela, Janine Alexandre-Debray, desempeñó un papel notable en la vida política en París. Fue una gran mujer, de las pocas que ocupaban altos cargos oficiales.
¿Qué opina sobre los ideales revolucionarios del pasado y los de la actualidad?
No los juzgo. Intento entender el compromiso político de mis padres. Era un compromiso puro y total. Hubo una contraparte que me costó aceptar, que fue la violencia. Hoy los compromisos políticos suelen ser menos nobles. Para mis padres aquello representaba una ética, una moralidad. Hoy en día, la corrupción se suele imponer sobre la ética.
¿Hizo una autocrítica la generación de sus padres por el apoyo de la lucha armada?
Depende de ellos hacer una autocrítica. No puedo hacerla por ellos. Sobre todo porque conozco el resultado de ese compromiso, y porque tengo una vida cómoda en Francia, en una época cuyos desafíos son diferentes. Pero puedo cuestionar, preguntarme, y no estar de acuerdo en todo. Solo tengo derecho a juzgar el legado político y simbólico que me dejaron.
¿Cuál es ese legado?
Es un legado muy ambivalente. En mi opinión, se trata ante todo de una generación latinoamericana perdida, que murió en la lucha o que vivió desilusionada en el exilio, y que no podría encarnar una sucesión política. Es una generación que quiso ser heroica. Pero el heroísmo en la política es una idea muy romántica y poco pragmática. Y finalmente la política real y concreta es pragmática. Nuestras luchas hoy son la ecología y una economía saludable. La generación de mis padres no previó eso.
¿Cree que las desigualdades sociales dan origen a los ideales revolucionarios o a fin de cuentas es solo afán de poder?
Al comienzo, a menudo hay preocupaciones sociales. El poder es una meta, pero también es una droga. Conocí al rey de España, Juan Carlos; cuando dejó el trono, se sentía aliviado. «¡No me gusta el poder!», me dijo. En general, los políticos existen solo a través del poder.
¿Por qué los ideales revolucionarios prenden mejor en países periféricos?
No creo que se trate solo de los países periféricos. Francia ha hecho su revolución; Reino Unido también, en menor medida; Estados Unidos aprovechó la oportunidad para independizarse. Lo hicieron hace siglos. Hoy en día, en los países «viejos», con estructuras políticas muy fuertes y establecidas durante siglos, sería más difícil fomentar una revolución. Pero no estamos a salvo de nada. Mire lo que pasa en Reino Unido, con el Brexit. Es una minirrevolución sin violencia, pero será radical si el Brexit tiene éxito.
Usted escribe que se ha construido en oposición a su padre. ¿Qué significa eso?
Trabajé en finanzas en Nueva York, en Wall Street, en lugar de convertirme en marxista. Vivo una vida personal muy estable y ordenada con mi esposo y mis dos hijos, en lugar de tener aventuras políticas y románticas en todas partes. Y soy alérgica a la ideología.
¿Cuál su mirada sobre América Latina? Usted es una activa luchadora en contra del chavismo en Venezuela.
Estoy a favor de la democracia y los derechos humanos en el mundo. No creo que la democracia deba ser una prerrogativa de algunos países industrializados y que deberíamos cerrar los ojos ante los excesos políticos en otros países. He visto los estragos de la revolución chavista en Venezuela y siento mucha tristeza al ver a un país tan rico con necesidad de ayuda humanitaria; un país democrático desde 1958, que cayó en la tiranía y la narcocorrupción a gran escala. Y que usa la causa de los pobres como una pantalla para permitirse saquear al pueblo.
¿Siente que en Europa las democracias liberales están en riesgo? ¿Qué las amenaza?
Creo que en todas partes la democracia está en peligro. No solo en Europa. El populismo es una amenaza seria. Responde al temor al futuro de una parte de la población que sufre los cambios y no se beneficia de ellos. La entrada al siglo XXI es muy aterradora para algunos y todavía debemos procesar la revolución tecnológica, con redes sociales incontrolables, la aplicación de inteligencia artificial que cambiará el mercado laboral, el monopolio de GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon, que además evaden el pago de impuestos). En Francia, los partidos tradicionales están desacreditados porque no se han podido renovar ni ofrecer respuestas a los problemas actuales. Por ahora, Emmanuel Macron está tratando de mantener el equilibrio, pero su tarea es inmensa y no siempre está a la altura. La política es una estructura de desilusiones. Europa se repliega sobre sí misma. Esto se debe probablemente a las dificultades relacionadas con la crisis económica, que son mucho más pequeñas que las que sufren los argentinos, y los recientes actos terroristas que han traumatizado a todos por su magnitud. La actitud hacia los refugiados revela los disensos dentro de Europa y la dificultad de adoptar una política común eficiente. Los europeos no tienen que tratar con tres millones de venezolanos como en América Latina, sino con decenas de miles de personas que no pertenecen a su cultura, su idioma o su religión. El islam, y la voluntad de algunos de no integrarse a la República Francesa, que es laica, causa un problema real. Hace veinte años, los emigrantes hicieron todo lo posible para integrarse en Francia, aprendiendo francés, enviando a sus hijos a la escuela pública, aceptando los valores de la sociedad. Hoy reclaman por sus diferencias y quieren que la república se adapte a ellas.
Volviendo a su padre, ¿qué opina sobre su desarrollo teórico posterior al episodio latinoamericano?
Mi padre es un gran pensador que ha creado un nuevo campo de estudio llamado mediología. Su voz cuenta y sus libros alimentan constantemente el debate intelectual francés. Es uno de los pocos hombres en Francia que tiene tal autoridad moral e intelectual. Además, escribe muy bien.
¿Visitará la Argentina?
Espero ir a la Feria Internacional del Libro en Buenos Aires a principios de mayo. Tengo muchos deseos de hacerlo. Estuve por un breve periodo hace unos años, cuando todavía gobernaba Cristina Kirchner y noté que había varios problemas políticos. ¿Eso cambió? Esta vez espero tener más tiempo para conocer mejor el país.