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Laurentzi Odriozola: “Este bendito oficio del periodismo sobrevivirá al neofascismo. No duden”

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El veterano y combativo periodista Laurentzi Odriozola Echegaray

Versión condensada de las palabras del periodista Laurentzi Odriozola en el acto celebrado en el auditorio del diario El Carabobeño en Valencia, el sábado 27 de junio de 2015, como orador invitado con motivo del Día del Periodista y la entrega de premios que otorga el CNP/Carabobo a los profesionales de la comunicación que trabajan en los diferentes medios de este Estado.

“Llamaban la atención nuestros pastores sobre “la corrupción en todas las esferas del Estado” el “generalizado militarismo y una desproporcionada represión de cualquier disidencia”… ¿ha cambiado eso algo?… Todo sigue igual o peor”.

 

Es un honor. Inevitablemente, en tiempos de tanta cháchara adulante, de insustancial palabrería y atorrantes pelotilleros, decir esta expresión parecerá un “tópico”.

Aclaremos. Tópico (amén de medicamento de uso externo) puede significar también, y significa en el caso que nos ocupa, sentencia harto repetida o lugar común. Honor, que es voz rica en acepciones, tiene que ver con la honra que, como el amor, no necesita de adjetivos ni redundancias adverbiales. Ni verdadero, ni falso; ni mucho, ni poco. Se tiene o se carece de ello. Así que por “razón o causa de honor”, como dice la entrada del DRAE sobre tal título académico, fui generosamente reconocido con el doctorado que me otorgó, hace cinco años, la Universidad de Carabobo. Hoy, soy honrado con la invitación del Colegio Nacional de Periodistas a decir estas palabras en nuestro “Día”, día en el que tan faltos estamos los periodistas en Venezuela de razones para festejos o regocijos que “celebrar”. Así pues que no es tópico, es honor…

Las palabras

Lo que diré va en honor de vosotros periodistas que, con la memoria en la letra del himno de nuestra alma mater caraqueña, la de las azules boinas del 28, sois campesinos labradores de tierras siempre fecundas y nuevas para el conocimiento y el asombro; marineros a la pesca de importantes verdades, escasas alegrías, rutinarias tristezas e irrenunciables ilusiones; milicianos armados solo de generosas ideas y pensamientos,  amén de los secretos del contar, que no se pueden envasar, solo útiles para hacer que las ideas tengan significado, mediante la palabra…

Las palabras significan. Las palabras apuntan. Son flechas clavadas en la piel áspera de la realidad. Así decía la importante escritora estadounidense de la segunda mitad del siglo XX, Susan Sontag, al recibir el Premio Jerusalén. Dijo también en esa ocasión, que La primera tarea de un escritor no es tener opiniones, sino decir la verdad y negarse a ser cómplice de la mentira y la información errónea -o manipulada, lo que viene a ser lo mismo- (…) es tarea del escritor representar -y contar- las realidades: las realidades abyectas y las realidades del éxtasis (…) es ayudarnos a entender que, ocurra lo que ocurra, algo más siempre estará sucediendo (…) estoy obsesionada con ese “algo más”...

Si ponemos la voz periodista donde Sontag dice escritor, tendremos una intensa aproximación con el apasionante oficio del que nos ocupamos hoy. En resumidas cuentas el periodista es también escritor -o, escribidor, al decir sobre sí mismo, de Mario Vargas Llosa- que escribe como tal todos los días pero que, además y sin tiempo para “más”, debe contar y publicar sus historias día a día en las páginas de los periódicos, en la radio, la televisión o en la prodigiosa “aldea digital” -¿diría hoy Marshall Mac Luhan?-  más que nunca global, por lo acojonante y descomunal, de las redes sociales. Así que, a vosotros apasionados labradores, marineros, milicianos y artesanos de las palabras y las historias de todos los días; a ustedes les digo, como solía decir el gentil y potente periodista de la radio y la televisión que fue Joaquín Soler Serrano: “Ustedes son formidables”.

Villanías hegemónicas

“A los periodistas nos cuesta mucho mentir. Precisamente, porque nos pueden creer”. Se lo oí decir a un periodista en la televisión española. No estoy seguro si fue “Manu” Leguineche pero, como si lo fuera. Y como no recuerdo quien lo dijo, me gusta pensar que fue él. Con esta frase, entresacada de la memoria cada vez más huidiza, comenzaba, hace un año ya, las palabras que me correspondió decir también con motivo del Día del Periodista en el ayuntamiento de Naguanagua.

Hoy, un año después, sigue siendo un “Día” sin celebraciones, salvo nuestra terquedad irrenunciable a seguir en esta difícil singladura por la verdad, en medio de tormentas y galernas que no amainan, que en demasía están durando. Estamos hoy aquí, en esta casa severamente castigada por la intolerancia oficial; en este barco – por seguir la referencia marinera- hecho de valiente “papel” pero seriamente amenazado con quedarse a la deriva. Estamos diciendo estas cosas, en esta casa del diario El Carabobeño, en medio la implacable galerna que se dice revolucionaria, en el autoproclamado “socialismo del siglo XXI”. En esta ocasión debemos volver a definir, proclamar y machacar, sobre la diferencia entre lo que nosotros, los periodistas demócratas, los comunicadores comprometidos con la libertad, entendemos por periodismo independiente; frente a los que pretenden imponer en el país esa grosera, por descarada; abusiva, por arbitraria y neofascista “hegemonía comunicacional”. Hegemonía que no es otra cosa que la obscena pretensión – de rebuscada e infame villanía- de imponer “un modelo político totalitario”, -como lo denunció la Conferencia Episcopal Venezolana en la exhortación pastoral de la 102 asamblea celebrada a mediados del año pasado-  imponer el pensamiento único, la historia oficial, el dominio y predominio de la voluntad y capricho de los gobernantes sobre la comunicación social libre, independiente y pública.

 Todo sigue igual…o peor

La Iglesia en esa ocasión alertaba de situaciones que, lejos de ir resolviendo, al día de hoy se han envilecido aún más:

“Las difíciles circunstancias que afectan a la población en general como la violencia, la inseguridad y criminalidad crecientes; el drama del desabastecimiento; el alza constante del costo de la vida; las devaluaciones; las largas colas a las que el pueblo se ve sometido para obtener el mínimo sustento necesario; las fallas eléctricas, los apagones…” no son exageraciones ni invenciones de periodistas sensacionalistas. Alertaban los obispos sobre “la pretensión de imponer un modelo político totalitario y un sistema educativo fuertemente ideologizado” y la “politización del poder judicial que se manifiesta, nos recuerdan los obispos, en la existencia de presos políticos y en la situación de tantos jóvenes privados de libertad por haber participado en manifestaciones”… eso fue dicho hace un año y algunos de esos estudiantes y manifestantes aún siguen en los calabozos “de los políticos presos”, como con saña y desalmada ironía los definió el difunto… NO, no fueron ni son hoy exageraciones de la prensa, o mejor, de la que queda y aún no ha sido comprada o sometida, que guapea por su independencia.

Llamaban la atención nuestros pastores sobre “la corrupción en todas las esferas del Estado” el “generalizado militarismo y una desproporcionada represión de cualquier disidencia”… ¿ha cambiado eso algo?… Todo sigue igual o peor.

 “Equilibrio” y “pluralidad”

Si la pluralidad, la neutralidad y el equilibrio informativos se entienden como la “equidistancia” con las graves situaciones políticas, sociales, económicas y sobre todo atentatorias de los Derechos Humanos que acabamos de resumir, pues ese  “tal equilibrio” sería ética y dialécticamente inaceptable… Si el cacareo de la neutralidad al uso se pretende un periodismo inocuo, fácil, irresponsablemente indiferente, disfrazado de tales equidistancias, peligrosos equilibrios y pluralidades engañosas, ese no es nuestro periodismo. El que aprendimos a hacer en nuestras escuelas universitarias, el que seguimos empeñados en hacer en el mundo del trabajo de informar.

El periodismo es lo que es y el periodista está para lo que está. Ser testigo y dar testimonio de lo que ocurre y también ayudar y meter el hombro a los problemas de nuestros lectores que son los ciudadanos, a los que nos debemos fundamentalmente.

 16 años de “por ahora”

Lo que estamos viviendo ahora, en este “por ahora” que pasa ya de tres lustros, es la historia de la muerte anunciada y en plena ejecución de la libertad de expresión y del periodismo independiente, en  manos de un gobernante legítimamente y democráticamente elegido y establecido –sin entrar en consideraciones sobre si el CNE sea confiable o imparcial o las denuncias de fraude- un gobierno producto de elecciones democráticas que, cada día que pasa, se comporta más como un régimen autoritario, controlando todos los órganos y poderes del Estado que la Constitución venezolana consagra como autónomos e independientes del Poder Ejecutivo.

El 2014 fue el año con mayor cantidad de denuncias de violaciones a la libertad de expresión en las últimas dos décadas. Un total de 579 violaciones se denunciaron y corresponden a 350 casos ocurridos principalmente durante las manifestaciones del año pasado. Así se denuncia en documento firmado por 16 organizaciones gremiales, ONGs y académicos de la comunicación reunidos en la UCV hace un par de días. Entre ellas el Colegio Nacional de Periodistas, el Centro de Derechos Humanos de la UCAB, El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa, el Círculo de Reporteros Gráficos de Venezuela, el Instituto de Investigación de la Comunicación de la UCV, Espacio Público, Expresión Libre, así como docentes e investigadores como Miguel Angel Latouche de la escuela de comunicación social de la UCV, Marcelino Bisbal director de postgrado en comunicación de la UCAB… que reclaman “garantías para un periodismo libre e independiente” y  denuncian que “la violencia del Estado también se observa en la recurrente criminalización de las ideas, informaciones y opiniones adelantando sanciones mediante medidas cautelares que desnaturalizan la posibilidad de la defensa”  como son los casos recientes de la prohibición de salida del país contra periodistas y directivos del diario TalCual, del sitio web La Patilla y El Nacional. En el documento que titularon “Venezuela reclama una comunicación libre y plural” se denuncia que al menos 28 medios impresos han sido afectados severamente por la escasez de papel de los cuales, al momento, ya han dejado de circular de manera temporal o definitiva al menos  14 de ellos y ahora, claro, el caso de El Carabobeño al que van asfixiando día a día por la falta de papel… Denuncian y exigen “que se restituya el acceso a los insumos” pues la discrecionalidad en las entregas del monopolio del Complejo Editorial Maneiro, “constituye un mecanismo de censura indirecta que castiga las líneas editoriales críticas procurando el cese de esos medios o su venta a grupos afines a las elites gubernamentales”

 “Compra-venta” de medios

En el documento citado se denuncia además, bien alto y claro, que “los procesos de compra-venta de medios de comunicación incluyeron cambios de la línea editorial que en todos los casos han beneficiado a la gestión gubernamental, reduciendo la información crítica y haciéndola cada vez menos plural. Estos cambios en la propiedad han generado presiones de variada naturaleza en contra de periodistas de esos medios y en casi todos los casos la imposición de censuras que esconden o maquillan los hechos y silencia a voceros de interés colectivo”. También reclaman y exigen “que sean atendidas, en el corto plazo, todas las solicitudes de papel prensa hechas al Complejo Editorial Maneiro (monopolio del gobierno dependiente de la Presidencia de la República) por los diarios de circulación nacional y regional”.

Pensamiento único y absurdo

La amenazante hegemonía comunicacional ha dejado de ser hipótesis y es ahora, sin el “por”, doctrina oficial, alerta el abogado venezolano Pedro Nikken que desnuda de su pretendido ropaje democrático al gobierno asegurando que “el dominio oficial sobre los medios de comunicación, quiere homogeneizar la información pretendiendo hacer germinar una suerte de pensamiento único según el cual el socialismo bolivariano no sería solo una pretendida ideología (hay dudas de que pueda llamársela tal) sino la única ideología digna de ser profesada por los venezolanos… Este absurdo humano y democrático flota en el ambiente, entre amenaza y tentación cada vez menos disimulada desde el sector oficial (…) En todo caso, el panorama de progresiva ocupación por el sector oficial (ya no solo del espectro radioeléctrico sino de los otros medios) restringe el campo para el debate libre y abierto sobre el Estado y sus instituciones”.

 “Al mejor estilo fascista”

El domingo 21 de junio, el periodista Alfredo Fermín, en su columna “En Valencia Hoy y después”nos apuraba el pensamiento y el corazón con palabras conmovedoras al contarnos sobre lo “difícil de aceptar la idea de que uno de estos días nos informen que cerramos definitivamente”… que “esta desolación que recorre a El Carabobeño es de un impacto brutal para sus trabajadores, algunos con 50 años en la nómina”… y denunciaba como “los verdugos se enorgullecen de lo que están haciendo con el diario (…) actúan como terroristas: no dan la cara, ni afirman, ni niegan, nadie los ve, como si no existieran…” y leí estas terribles líneas que le dieron un vuelco a mi memoria heredada sobre la causa del exilio de mis padres a estas tierras en 1939, cuando los demócratas perdieron la Guerra Civil en España y comenzaba la odiosa y sanguinaria dictadura franquista, leí: “En El Carabobeño podríamos estar contando los días para que se ejecute la muerte del diario al mejor estilo fascista…

A todos los que aquí están y a los que no pudieron venir y a los que no tenían por qué venir pero les importa igual y mucho estas cosas terribles que nos toca hoy decir, esta nuestra pasión, desde cuando tecleábamos en ruidosas máquinas aquellas cuartillas de 24 renglones hasta las silenciosas pantallas con alma digital de las actuales salas de redacción, esta pasión que sentimos por este oficio, este bendito oficio del periodismo libre sobrevivirá al neofascismo, ¡no lo duden!

Valencia 27 de junio de 2015

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