Leales, los perros
Siendo la lealtad un concepto tan poco aprehensible, ¿cómo es que se le considera una valiosa cualidad humana y un atributo necesario en la política?
A raíz de la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente “encargado” de Venezuela he leído cientos de tuits en los que diferentes grupos venezolanos, muchos de ellos militares, hablan de lealtad. ¿Pero qué es la lealtad?
De acuerdo con el diccionario etimológico, la palabra «lealtad» está formada con raíces latinas y significa «cualidad de ser respetuoso de la ley». Sus componentes léxicos son: lex, legis (ley), -alis (relativo a), más el sufijo -dad (cualidad). La RAE aporta dos acepciones: “cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien” y “amor y fidelidad que muestran a su dueño algunos animales, como el perro y el caballo”.
En muchas páginas de management, coaching e incluso en Catholic.net hablan de ella como una virtud moral. Pero no lo es: las cuatro virtudes contenidas en La República de Platón son justicia, sabiduría, fortaleza y templanza. Y en la teología cristiana las virtudes teologales son fe, esperanza y caridad, y las cardinales son de corte muy platónico: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
¿Es un atributo ideal originalmente relacionado con la burocracia y los políticos? Lo dudo. En los extensos estudios que Max Weber dedicó a la burocracia no hace mención alguna a la lealtad. ¡Al contrario! Los burócratas weberianos son funcionarios de carrera, obedientes y neutrales.
Para Hirschman, en Salida, voz y lealtad. Respuestas al deterioro de empresas, organizaciones y Estados, “la voz” es fundamental para que una organización o partido político se mantenga saludable; “la salida” es el abandono de la organización; y la “lealtad” es la interconexión, aunque no es un concepto en el que ahonde. Señala que “la voz” presupone lealtad porque expresas tus quejas, pero permaneces en la organización; pero es más compleja que eso, porque, dependendiendo de hacia dónde están cargadas tus lealtades, la “salida” puede ser el acto mismo de lealtad.
Siendo la lealtad un concepto tan poco aprehensible, ¿cómo es que se le considera uno de los ingredientes básicos de la política, una valiosa cualidad humana y un atributo político necesario?
Mark Rutgers, decano de la Facultad de Humanidades y profesor de filosofía social de la Universidad de Leiden, publicó hace un par de años el estudio “The nature of loyalty in the public sphere”, donde analiza con erudición las complejidades que rodean el concepto de lealtad y las plasma de manera muy clara en estas dos tablas:
En medio de todas estas posibilidades, Rutgers se pregunta ¿qué es la lealtad de los funcionarios públicos? ¿Es un valor importante? ¿Importa la lealtad? Concluye que la lealtad, como concepto descriptivo, “es un tipo de pegamento que garantiza un compromiso entre las personas, permitiéndoles confiar en el apoyo mutuo”. Esto, por supuesto, no dice nada acerca de si la lealtad es un fenómeno positivo o negativo. Por otro lado, señala Rutgers, si la lealtad es vista como un “valor instrumental” para los funcionarios, esto implica que su lealtad “no es para con el régimen político en abstracto, sino hacia los líderes políticos reales en el poder”. Y aunque reconoce que es imposible asegurar que ese valor instrumental siempre será desvirtuado (habrá algunos funcionarios “leales” al buen gobierno y a los ciudadanos), concluye que en el caso de “los funcionarios públicos el compromiso con sus responsabilidades y obligaciones no coincide con la lealtad”.
Lean a Rutgers y luego busquen algunas frases de lealtad de nuestros políticos y funcionarios públicos («Respeto la decisión del PRD, porque le debo lealtad«, “saben que soy leal al proyecto de Morena”, “yo soy leal a mis principios y a mi pueblo”). Después de hacerlo, yo solo me creo la segunda acepción de la RAE: leales, los perros.