No hay de otra. Quiérase o no, la batalla política más importante de hoy en Venezuela se libra en Barinas. Allí se encuentra establecido, pero en ruinas, un centro de peregrinaje simbólico del poder chavista y un eje de corrupción familiar feudal como ninguno.
Por ello, el hecho de que la oposición democrática haya ganado, como es evidente, las elecciones a la gobernación, da para varias lecturas: la primera es que el monopolio que desde hace 22 años ejerce la familia Chávez en la región, se encuentra erosionado y en franco deterioro. Despojos políticos que hicieron que el gobierno de Maduro reaccionara como lo ha hecho, tratando de poner orden en un estado antes intocable, manejado a manos libres por el poder de la familia, sin vínculos reales de control con los ejes del poder central. Un estado pues, dentro de otro Estado. Un feudo pues, dentro de otro feudo.
Con la derrota electoral sufrida por el chavismo en esa región del país, se expresaron todas las grietas, familiares, personales, políticas, que allí dentro existen desde hace tiempo, idénticas a las de cualquier melodrama ya gastado de televisión. Ahora Barinas es un estado intervenido por el propio gobierno del que forma parte en lo político y en lo ilegítimo.
Una segunda lectura es la que lee y encuentra a una oposición crecida con expresión popular de voz, demostrada más allá del tan digno pero insuficiente voto, en las circunstancias críticas del hoy; con una participación política aventajada con demostraciones de calle y de coraje ciudadano frente a los desmanes y la fuerza armada del gobierno. Por eso es que Barinas está intervenida militar y políticamente. Representa la joya de la corona y no se pueden dar el lujo, los que gobiernan, de que el país todo se contagie de un magnífico triunfo de la oposición y de una derrota monumental de los que mandan.
Una tercera lectura es la que se expresó en todos los desmanes, tropelías y expresiones claras de un gobierno que no quiere salir por las buenas; porque es que el gobierno fracasó y no solo en Barinas sino en todo el país, y no le queda sino la fuerza bruta y la demagogia y la sumisión popular respectiva que lo acompañe, para así poder dominar más aún a Venezuela que quiere y requiere definitivamente de liderazgos decididos y confiables que generen y regeneren la confianza perdida en todos estos años por una población que se siente, políticamente, nuevamente, huérfana.
Barinas enseña, lucha y espera. Una victoria electoral y popular allí sería de extraordinario poder vinculante. Apoyemos con todo y desde todas partes al candidato de la oposición democrática, Sergio Garrido. Triunfo con poder multiplicador sería el de allí. Si nos los quitan, como es costumbre del gobierno, sería una demostración más de cara al país y al mundo de que ya se acabó como expresión de pueblo y al y que no le queda sino enseñarse como dictadura que es. Pero además, que en Venezuela pervive una aspiración democrática insumisa.
Leandro Area Pereira