Leandro Area: Tres poemas domingueros
El Ávila
Esa larga ansiedad,
esa separación,
que rueda al mar de un lado,
que ve la tierra plana por el otro,
nos observa callada,
nos escala.
Esa alta predisposición a las aves,
esa frontera.
es tan verde, tan blanca,
tan azul, tan oscura,
que posa en lo impreciso
de su pasión ambigua,
su pesada ilusión, sus curvaturas.
Esa mujer peinada de ciudad,
de oscuros agujeros mojados
de senos maternales
de abrazo interminable,
nos conoce la historia.
Si no fuera por ella
seríamos más pequeños
con menos horizonte hacia lo alto.
Es el árbol el que arropa la tierra
No es el pájaro el que tiembla en la hoja.
No es la hoja la que late en la rama.
No es el viento el que pulsa el tallo.
Es el árbol el que arropa la tierra.
Enseña sus insignias
purgando sus accidentales señuelos.
Recauda sus prisiones
en esas estadías temporales
confinado a dar vida
aunque perezca en la cosecha
dilatando el sorteo
de sus trámites de hierba solapada.
No se sofoca cuando calla.
Disfraza ese silencio en ave.
No se cancela en la fortuna de la hoja.
No se soporta en la cadera de sus ramas.
Se cultiva en su obeso celibato de grieta,
en su amor allanado por la nube más alta.
Los Amantes
Lentos escapan los amantes
con la idea de volver otra vez.
De espaldas
completan el ritual del adiós
ensayado en noches de mutuo desvelo.
Vestidos a deshora cada uno
desempacan en una previsible habitación
mil veces desarreglada en secreto.
Comienzan a vivir
lo que alguna vez intuyeron
en la tensión de un beso.
Una oscura casualidad
los reencuentra de pie
en el ejercicio de la realidad.
Lentos escapan los amantes
con la idea de volver una vez.
Leandro Area Pereira
(Del libro Henry Morgan lo sabe, Ed.Panapo, 1986)