Lenin o cuando el fin justifica los medios
La principal enseñanza del fracaso de su modelo es que el bien, la razón o la utopía no se pueden implantar a la fuerza
Hoy 20 de enero se cumple el centenario de la muerte de Lenin, que, a mi juicio, fue el personaje político más relevante del siglo XX. No hay duda de que la Revolución Bolchevique pudo triunfar en octubre de 1917 gracias a su liderazgo y a unas circunstancias muy favorables. Es casi seguro que, si no hubiera sido por la debacle del Ejército ruso en la I Guerra Mundial, los comunistas no habrían llegado al poder. El zarismo implosionó y Lenin fue capaz de aprovecharse de la debilidad del Gobierno burgués que emergió tras la abdicación de Nicolás.
Siempre he creído que la historia no está determinada por leyes objetivas e inexorables. El azar juega un papel importante en los hechos. Y eso sucedió cuando los alemanes permitieron que Lenin, exiliado en Suiza, atravesara el país en tren para volver a su patria. La decisión probablemente cambió la historia.
Lenin llegó al poder mediante un golpe violento en el que se apoderó de la calle y de las instituciones. Tenía muy claro que la implantación del comunismo exigía la creación de un Estado totalitario con un partido único. Eliminó a sus aliados mencheviques y puso en marcha un régimen de terror para erradicar todo tipo de oposición, incluidos los campesinos que rechazaban sus reformas.
Sin embargo, permitió un debate interno dentro de las elites del partido y aceptó el contrapeso de personalidades como Trotsky, Kamenev y Zinoviev, a los que respetaba pese a que le llevaban la contraria. Fue tras su muerte, a partir de 1924, cuando Stalin depuró a los cuadros e impidió cualquier tipo de disidencia interna.
Pensaba que la vanguardia del partido tenía que implantar el comunismo y materializar la dictadura del proletariado. Y que eso sólo era posible mediante el terror y la violencia, que él creía necesarios durante una fase transitoria. La cheka era un instrumento al servicio de su ideología.
Hoy sabemos que el comunismo fracasó en sus objetivos y que se desmoronó en 1989 con la caída del Muro de Berlín, que desencadenó la disolución de la Unión Soviética. Pero, durante siete décadas, el régimen creado por Lenin se expandió por el mundo, suscitando la fascinación y la adhesión de muchos intelectuales.
Lenin siempre creyó que el fin justifica los medios y que la destrucción y el sufrimiento estaban justificados por la instauración de un socialismo que suponía la abolición de la propiedad privada y un Estado con derecho a decidir sobre la vida de las personas.
La principal enseñanza del fracaso de su modelo es que el bien, la razón o la utopía no se pueden implantar a la fuerza. El totalitarismo genera abusos que devienen en injusticias y carencia de libertad. El comunismo fue una pesadilla de la que hemos despertado y un monstruo que devoró a sus hijos. Por eso, merece la pena recordar hoy a Lenin.