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Ley Trans: Una ley disparatada a la altura de su mentora

Si el sexo no viene determinado por la biología, el feminismo, que nació para denunciar la falta de libertad de la mujer por su condición sexual, es una actitud absurda que carece de sentido.

El anteproyecto de la llamada ley Trans que hoy aprobará el Consejo de Ministros es un despropósito jurídico que solo obedece al oportunismo político y el sectarismo ideológico de la extrema izquierda enquistada en el Gobierno.

El artefacto legislativo perpetrado por el ministerio de Irene Montero choca con el ordenamiento jurídico, al desnaturalizar el concepto de sexo, y pervierte leyes muy significativas como las que protegen a las mujeres de la violencia familiar. Pero el disparate es todavía mayor, puesto que esta ley desmonta automáticamente toda la tradición izquierdista consistente en otorgar privilegios legales en función del sexo, un concepto que según esta ley no existe como tal, sino que es un albur que cada individuo puede modificar libremente las veces que quiera a lo largo de su vida.

Por otra parte, como acertadamente denuncian no pocas organizaciones feministas, si la condición sexual es un mero acto voluntarista todo el edificio de la dominación del hombre sobre la mujer se viene automáticamente abajo. Lo mismo ocurrirá con la propaganda ultrafeminista, que afirma que el machismo es una actitud inherente a todos los hombres por el mero hecho de serlo. Y es que, si el sexo no viene determinado por la biología, el feminismo, que nació para denunciar la falta de libertad de la mujer por su condición sexual, es una actitud absurda que carece de sentido. Por eso no es casual que las feministas de corte clásico hayan puesto el grito en el cielo contra las pretensiones de una ministra, cuya ignorancia solo es equiparable a su sectarismo cainita.

Los podemitas que sostienen a Sánchez han perpetrado este engendro legal a despecho de cualquier razonamiento sensato. Pero es que su objetivo, al contrario de lo que pregonan Montero y su banda, no es defender derechos humanos pisoteados por el heteropatriarcado, sino buscar nuevos motivos para enfrentar a la sociedad. Es lo que viene haciendo el comunismo desde que el derrumbe estrepitoso del Muro de Berlín demostró categóricamente la futilidad de la lucha de clases en la que basó todo su armazón teórico para hacerse con el poder. Ahora desnaturalizan cuestiones como el ecologismo o el feminismo con la misma finalidad, llegando a disparates mayúsculos como este absurdo proyecto de ley, que convierte a los niños en cobayas de su particular laboratorio de ingeniería social.

Si el texto no se modifica radicalmente en su trámite parlamentario, esta ley podemita permitirá una nueva expropiación de la patria potestad por parte del Estado al fomentar los cambios de sexo entre menores de edad sin consentimiento paterno. Su aprobación constituirá, además, un nuevo ataque contra las instituciones sociales que, como la familia, permiten la existencia de sociedades libres y prósperas, precisamente los principales objetivos a batir por el comunismo en todo tiempo y lugar.

 

 

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