Libertarios, ¿de derecha o de izquierda? ¿Tenemos que elegir?
La defensa de la libertad está muy por encima de esas frivolidades y es mucho más sencilla que la incomodidad de siempre estar siendo insultado por sus posiciones
En días recientes, he observado que, entre libertarios, se está discutiendo – más que de costumbre – con cuál de las alas tradicionales de la política (esto es, la derecha o la izquierda) nos identificamos más. Como reacción a esta discusión, decidí escribir estas líneas.
Para comenzar, porque no entiendo la pertinencia de la discusión. Pareciera que solo nos podemos entender como libertarios si tenemos una referencia de las tradicionales. Pero no. ser libertario es, precisamente, algo diferente a esas posiciones imperantes y estatistas. El libertarianismo, precisamente, se encuentra en un nivel de diálogo con esas visiones diferente.
No entiendo la pertinencia de la discusión porque parece confundir los niveles de análisis. Ser de derecha o izquierda es, inevitablemente, ineludiblemente, una cuestión de práctica política. Esto pasa por una serie de posiciones sobre lo que debe hacer el Estado frente a diversos aspectos que se consideran socialmente problemáticos. Por ellos, ante cualquier tema, tanto la izquierda como la derecha pueden responder con el deber ser de la acción estatal.
La anterior puede ser también una forma de entender el libertarianismo; de vivirlo. Ésta consiste en identificar las políticas que más nos pueden acercar a una sociedad con mayor libertad. Pero hay otras formas. De hecho, me parece, el libertarianismo es la única de las concepciones políticas que va mucho más allá de ésta y que puede ser, incluso, una forma de vida. Vivir la derecha o la izquierda va casi en contra de la naturaleza.
Por esto es que encontramos tantos casos de incoherencia y muy pocos de vivir bajo los principios que profesan las personas. Por esto es que tanto izquierdista disfruta todas las comodidades del capitalismo (ropa, tecnología, y demás) y a ser más que egoísta en el manejo de sus finanzas. No conozco ningún izquierdista que reparte su sueldo (he escuchado que hay algunos, pero no sé si es verdad) o que sean desprendidos con sus posesiones.
Lo mismo sucede del lado de la derecha. Por ello es que hay tantas personas, muy religiosas, muy moralistas, muy predicadoras de la verdadera moral, a las que les gusta abortar, tener relaciones con personas de su mismo sexo, ser promiscuas, tener orgías, contratar prostitutas y cosas semejantes.
Mientras tanto, se puede ser libertario (o liberal, que es lo que realmente somos) y vivir la vida sin – muchas – contradicciones. Esto incluye que aquéllos que crean en la libertad tengan algunas creencias que los acerquen al doctrinario de la derecha o de la izquierda. El punto es que un libertario considera que esas pretensiones se pueden, se deben alcanzar sin el uso de la coerción, en particular, de la estatal.
No entiendo la discusión porque, unido a lo anterior, y como muy bien lo señala Mario Vargas Llosa en su libro más reciente, el libertarianismo no puede considerarse como una ideología en varios sentidos. Primero, porque no tenemos unos puntos específicos que nos permitan identificarnos como libertarios, más allá de la creencia en la superioridad de la libertad como atributo humano. Segundo, porque lo que más tenemos es debates: en torno al aborto, a las vacunas, a la existencia del Estado, al uso de las matemáticas en la economía, al origen del valor, y así, sobre casi todos los temas.
Precisamente por lo anterior, Nassim Nicholas Taleb ha dicho que es casi que una contradicción plantear la existencia de un partido libertario. Los libertarios podemos estar en muchos y diversos partidos. No somos una masa, un colectivo como les encanta ser a la izquierda y a la derecha, sino que tenemos unas convicciones particulares y que vivimos de acuerdo con ellas. No solo no somos, sino que no pretendemos ser absorbidos por nuestras pasiones colectivistas, aunque muchas veces cedamos a ellas.
No obstante, es claro que, desde un punto de vista práctico (el de las políticas a implementar, no hay que olvidarlo), podemos estar más cerca de la derecha desde hace muchos años. Es decir, esto es, de un lado, un accidente histórico. Del otro, las creencias de la derecha tradicional (la que creía en el libre comercio, por ejemplo) son más afines a las ideas libertarias.
Pero no son iguales. No se debe olvidar que una cosa es la afinidad en las políticas a proponer y otra cosa en la filosofía detrás; en cómo se concibe lo que es la vida. Es más, cada vez podemos estar alejándonos más. No se puede ignorar que la derecha en el mundo está mutando hacia una corriente mucho más colectivista, mucho más defensora de la expoliación y de la eliminación de libertades.
¿A qué se debe el debate actual? ¿A qué se debe la confusión de creer que tenemos que, obligatoriamente, como libertarios, identificarnos con una de las posiciones derecha/izquierda? Muchas pueden ser las razones, comenzando por la poca curiosidad de entender, cuestionar y leer. Puede también deberse a que los niveles de análisis son muchos y confusos. No obstante, también puede deberse a la facilidad con la que ideas contrarias a la libertad pueden aparentar estar en sintonía con ella.
Muchos parecen considerarse libertarios porque creen que así legitiman su gusto por fumar marihuana. Otros porque creen que eso les da carta blanca para decir lo que se les ocurra, más si esto es políticamente incorrecto o abiertamente racista, homófobo, xenófobo o semejantes. Pero creer en la libertad va mucho más allá de intentar llamar la atención tratando de ser polémicos.
La defensa de la libertad está muy por encima de esas frivolidades y es mucho más sencilla que la incomodidad de siempre estar siendo insultado por sus posiciones. Es, entre muchas otras, respetar, dudar, curiosear, no tener respuestas absolutas. Para nada de esto necesitamos aliados ni grupos que nos justifiquen el existir.