Libro sobre Che Guevara reafirma que Fidel Castro no hizo nada por salvarlo
Como parte del programa Rumbo a la Feria Internacional del Libro de Miami, el escritor, profesor y periodista cubano Alberto Müller presentó su nuevo libro Che Guevara, valgo más vivo que muerto (Biblioteca Nueva, 2014), el viernes 14, en el Koubek Center.
No es la primera vez que Müller participa en la Feria; ya se había presentado con su novela Monólogo de Yolanda y con Retos del Periodismo, un resumen de las columnas de opinión que por más de 20 años publicó ininterrumpidamente en el Diario de las Américas. En esta ocasión incursiona en los predios de la investigación periodística al analizar las aventuras guerrilleras del Che, desde Salta y el Congo, hasta sus últimos momentos en Bolivia, cuando muere en el poblado de La Higuera.
En este libro, el autor no solo analiza en detalle las consecuencias de aquel delirante proyecto guerrillero que estaba, desde el principio, condenado al fracaso, sino que se concentra en las circunstancias que rodearon la decisión de Fidel Castro de abandonar al Che a su suerte, al no activar ningún operativo para rescatarlo de la trampa mortal que se cerraba a su alrededor. Así, en la tarde del 8 de octubre de 1967, con su carabina M-1 inutilizada y herido en una pantorrilla, es conminado a rendirse. Es entonces cuando pronuncia la frase que Müller utiliza, parcialmente, en el título de su libro: “No disparen, soy el Che Guevara, y valgo más vivo que muerto”.
Su libro no es una biografía del Che al estilo de las de Jon Lee Anderson y Jorge Castañeda, sino una investigación periodística concentrada en el fracaso de los proyectos guerrilleros del Che en Salta, el Congo y, finalmente, en Bolivia. ¿Cómo surgió la idea de escribirlo?
Tuve un gran amigo en la Universidad de La Habana, Octavio de la Concepción Pedraja, “Tavito”, que murió junto al Che. Esto me llevó a leer el Diario de Bolivia y otros libros biográficos sobre el Che para escudriñar, con especial profundidad analítica, el final de mi amigo Octavio. Eso estimuló mi extensa investigación periodística.
Las investigaciones históricas requieren siempre de una gran cantidad de fuentes, tales como cartas, diarios y entrevistas. ¿Cuáles fueron las que utilizó?
Las fuentes consultadas fueron muchas. Por eso demoré más de seis años en el trabajo investigativo. Desde Benigno, uno de los más cercanos lugartenientes del Che, hasta Pacho O’Donnell, su biógrafo argentino, pasando por Anderson, su biógrafo norteamericano, Jorge Castañeda (La vida en rojo), Abel Posse (Los cuadernos de Praga), Félix Rodríguez y John Weisman (Shadow Warrior), Ricardo Rojo (Mi amigo el Che), Emilio Guedes (La Revolución que no fue), Julia Constenla (La madre del Che) y Orlando Borrego (Che: el camino del fuego). En realidad, fueron más de 50 autores. Pero el documento por excelencia fue Diario de Bolivia. En el libro también incluyo testimonios de Emilio Guedes, uno de los dirigentes del Movimiento 26 de Julio, y de Armando Fleites, comandante del Segundo Frente del Escambray, con quienes conversé en varias ocasiones.
Después de su derrota en el Congo, el Che no quiere regresar a Cuba y decide que su próximo destino sería Buenos Aires. Sin embargo, termina aceptando la propuesta de La Habana de abrir un frente guerrillero en Bolivia. ¿Por qué cambió de opinión?
En ese preciso momento de su vida, el Che tiene tres grandes diferencias con Fidel. La primera, cuando se entera de la forma despectiva en la que fue tratada su madre por el gobierno de La Habana, en sus últimos contactos con ella. Segunda, el Che se siente un cobarde por haber aceptado, en contra de su voluntad, abandonar la guerrilla congolesa. Y tercera, sus diferencias con la Unión Soviética y con Fidel Castro son más profundas que nunca. A todo esto se suma su obsesión por la guerrilla, que lo lleva a aceptar finalmente su regreso a La Habana para abrir un frente guerrillero en Bolivia, sabiendo que Fidel no autorizaría su idea de ir a la Argentina.
En el libro se afirma que Castro no hizo nada por salvar al Che cuando ya era evidente que todo había fracasado. Según Benigno, uno de los sobrevivientes, había un grupo preparado para rescatar al Che, pero nunca se activó el operativo. ¿Por qué cree que Fidel no dio esa orden?
Todos sus biógrafos coinciden en que Fidel Castro no hizo nada por salvar al Che. Hay que recordar que en aquellos momentos había una gran dependencia con la Unión Soviética. Fidel vivía una especie de grandeza estaliniana y el Che se había convertido en un enemigo irreconciliable para él; y una piedra muy incómoda en el zapato aplastante de la Unión Soviética.
La frase ‘Yo soy el Che Guevara y valgo más vivo que muerto’, ¿fue pronunciada realmente, o es uno de los muchos mitos que rodean los últimos momentos de su vida?
La frase la relatan sus captores y nadie la ha desmentido. El Che aconsejaba a sus guerrilleros tener siempre una bala en el directo para no dejarse capturar por el enemigo. Sin embargo, en el momento de su captura él tenía su pistola en buenas condiciones y no la accionó. Por lo que se puede interpretar la lógica existencial de que el Che prefirió jugar la carta de la vida y no la de la muerte.
Con la muerte del Che nació su mito y una buena parte de la juventud comenzó a enarbolar su figura en las manifestaciones estudiantiles. En los últimos años, sin embargo, no han dejado de aparecer denuncias sobre los incontables crímenes que cometió en Cuba. ¿Cree que algún día el mundo comprenda que el Che no es el Santo de la Higuera sino el Verdugo de La Cabaña?
El mito revolucionario del Che es un cruce de coincidencias históricas. Su muerte ocurre en la década de la juventud: la revolución sexual, los Beatles, la Primavera de Praga, la Masacre de Tlatelolco, las protesta juveniles en París, Berkely y Alemania. Además, los militares bolivianos también dieron alas al mito por la forma en que mataron al Che y le cortaron sus manos. Eso fue un desatino amoral de proporciones inconcebibles que alentaron el mito. No tengo dudas de que con el tiempo el Che tendrá a sus espaldas la memoria histórica negativa de los fusilamientos de La Cabaña y que Fidel Castro pasará a la historia como un alumno aventajado de Stalin por sus crímenes y por la forma en que se deshizo de sus adversarios, incluyendo al Che.