Lo imposible puede llegar a suceder en España
El atril vacío de la sede central del PSOE mientras Susana Díaz comparecía en Sevilla. JAVIER BARBANCHO
Nueva lección para los predictores no ya del futuro, sino hasta del presente político. Hay que tomar nota porque nada es descartable en España. El electorado sigue moviéndose airado, inquieto, agitado y alborotado en la dirección menos pensada por el CIS y las empresas de sondeos. La transformación política en España que empezó en 2015 sigue a todo ritmo. Hasta ha descabalgado al PSOE andaluz. Lo imposible. Los 40 años de hegemonía socialista sin alternativa han perecido a manos de un tal Francisco Serrano, ex juez contrario a las políticas de género, y a lomos del caballo de Santiago Abascal y de Javier Ortega Smith, el navy seal de Vox. Tenemos análisis para rato. El mensaje que los andaluces han enviado a La Moncloa ha sido una pedrada en toda la extensión de la palabra. Adiós a la esperanza de Pedro Sánchez de resucitar al PSOE. El vuelco más espectacular de la política española de los últimos años, un revolcón impredecible e impredecido. Vox llenaba los recintos en la campaña y ha llenado las urnas de votos.
Todos pierden -PSOE, PP y Ciudadanos, que perdió el tren del sorpasso a pesar de las sonrisas de la noche electoral-, menos el actor que nadie esperaba, y que se ha presentado en la celebración para exigir su parte de la tarta. Vox ha cruzado el umbral altivo, desacomplejado, presumido, ufano y desmelenado. Sin complejos. Adivina quién viene a cenar, joven Casado. Nada menos que el hermano pródigo que se fue de casa dando un portazo en las narices de Mariano Rajoy.
Aunque tal vez debiera contar hasta 10 antes de agotar el champán, el alborozo del PP puede tener una justificación, o una satisfacción inmediata. No pudo arrebatar el poder andaluz al PSOE en 2012, aunque Javier Arenas ganó las elecciones. Pero lo ha conseguido ahora, gracias a que un brazo escindido de su cuerpo -que no otra cosa es Vox- ha cobrado vida propia, gracias al contexto europeo y mundial. El efecto Casado -con la ayuda de la campaña de Juanma Moreno– ha hecho perder al PP siete escaños. Pero para compensar el disgusto, los andaluces que tenían que haberle votado a él ha acabado votando a su hermano descarriado. En el fondo, todo queda en casa. Abascal y Casado vienen del mismo sitio, nacieron en la misma cuna del PP, la de José María Aznar, Esperanza Aguirre, Jaime Mayor Oreja o José Antonio Ortega Lara. Vox no es un partido nuevo. Vox es del PP. Santiago Abascal no es un desconocido recién llegado a la política. El presidente de Vox es un político del sector del PP menos proclive -por no decir abiertamente hostil- a Mariano Rajoy. Cuando se apartó del PP vasco, Esperanza Aguirre le acogió en una fundación para la defensa de la unidad de España, a sueldo de la Comunidad de Madrid. Desde entonces, Abascal se ha puesto bíceps. Aunque ni siquiera él pudo soñar con un resultado de 12 escaños en Andalucía.
La escisión por la derecha que siempre temió el ex presidente del PP se ha producido con su sucesor. De nada ha servido que Pablo Casado, el nuevo líder del PP, viniera de la misma cuna que Santiago Abascal. Ni que les dijera a sus votantes: «Escuchadme, soy lo mismo que ellos». A los votantes de Vox ya no les sirven las siglas del PP, no quieren ser deudores de la historia de este partido. Los escindidos habían votado a Rajoy en las últimas elecciones del 2016 por miedo a Podemos. Pero ahora que Pablo Iglesias ya no les da miedo, se han considerado libres de ataduras políticamente correctas. Los ex votantes del PP que han metido la papeleta de Vox en la urna se han quitado la faja de la «derechita cobarde», animados por Trump, Bolsonaro, Orban, Salvini o Le Pen. Si en otros países les votan, a ver por qué aquí no vamos a poder. Hace tres años, el voto de la ira llegó de la izquierda. La ira ha cambiado de bando en Andalucía, y ahora aparece por la derecha que estaba acogida en el PP.
El escenario que deja el 2-D es cualquier cosa menos sencillo. El pacto PP-Vox sí lo es. Casado y Abascal se pueden entender. Aunque a Juanma Moreno -que igual pensaba dejar la política este domingo y se ha encontrado con la puerta abierta de San Telmo- se le presenta una papeleta regular. El candidato andaluz del PP no viene exactamente de la misma cuna que Santiago Abascal. Más bien de la de enfrente.
Como la política española sufre una calentura permanente, no es descartable que las tres fuerzas -PP, Ciudadanos y Vox- que pueden arrebatar el Gobierno andaluz al PSOE empiecen a pelearse y todo acabe en otro bloqueo. Mientras que Susana Díaz tiene toda la vida por delante para lamerse las heridas de la pérdida de Andalucía.