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¿Lo ocurrido con Glas será el ocaso definitivo del legado político de Correa?

Cuando el presidente Noboa ordenó asaltar la sede diplomática de México para detener al exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, no solo estaba dinamitando el derecho de asilo en América Latina.

El exvicepresidente Jorge Glas en un juicio por corrupción, 2017.
El exvicepresidente Jorge Glas en un juicio por corrupción, 2017. AFP

 

 

Cuando el presidente Daniel Noboa ordenó asaltar la sede diplomática de Méxicopara detener al exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, no solo estaba dinamitando el derecho de asilo en América Latina, donde tiene una larga tradición. Es muy probable que el objetivo de tan arriesgada decisión sea en realidad poner punto final al legado de Rafael Correa en Ecuador.

Condenado en varios procesos por corrupción y gozando de libertad condicional, tras aducir problemas de salud y temor de represalias dentro de las ya de por sí peligrosas cárceles ecuatorianas, Glas recibió asilo el viernes por parte del Gobierno de México. En cuestión de horas el Gobierno de Noboa, con menos de un semestre en el poder, tomó una decisión que será un parteaguas en su gestión.

El asalto de la sede diplomática mexicana en Quito terminó por unir a gobiernos de izquierda y conservadores en América Latina. Todos coincidieron en rechazar la decisión de Noboa, cuya presidencia se inició el 23 de noviembre del año pasado, y cuyo principal desafío es hacer frente a una ola de violencia sin precedentes, que se ha cebado en las cárceles con fuerte presencia de carteles de la droga.

Con gran costo político y diplomático fuera del país andino, en realidad la decisión arriesgada, y fuera del derecho internacional sin duda, busca reposicionar a Noboa como una figura de poder y decisiones determinantes entre los ecuatorianos, que precisamente le retiraron su apoyo rápidamente al expresidente Guillermo Lasso, señalado de pusilánime y envuelto en la madeja del correísmo y los movimientos indígenas, en el Congreso.

El joven presidente fue un verdadero outsider en las elecciones del año pasado dado que pasó de ser un literal desconocido para el gran público a imponerse en una segunda vuelta ante Luisa González, la candidata apoyada por el exgobernante Rafael Correa (2007-2017), quien desde su exilio en Bélgica sigue moviendo hilos de poder dentro de Ecuador. Hijo de quien fue el hombre más rico de Ecuador y conocido como «El rey del banano», Álvaro Noboa, el mandatario estaba dedicado a actividades empresariales propias antes de incursionar de forma sorpresiva en la política.

Al asaltar la Embajada de México y llevar de vuelta a prisión a Glas, Noboa le ha transmitido un nítido mensaje a Correa, quien tiene una condena en su contra por corrupción, en una causa donde también figura Glas, y apuesta por poner fin al legado del llamado correísmo que ha seguido teniendo una influencia en determinados sectores de la sociedad ecuatoriana. El expresidente no ha ocultado su interés en regresar a Ecuador.

Glas, como lo han definido diversos medios internacionales de prensa, es una suerte de sombra fiel de Correa. Son amigos desde la adolescencia y el exvicepresidente fue la figura central para las contrataciones públicas, justamente donde convergen las diversas causas de corrupción que acumuló la Justicia de Ecuador de la década del correísmo en el poder.

Glas fue vicepresidente durante un mandato de Correa y este lo impuso a Lenin Moreno (otro vicepresidente del correísmo, pero que luego se distanció) también como segundo durante el periodo 2017-2021. Solo que en esa ocasión apenas estuvo unos meses en el cargo porque allí comenzaron a salir a flote los manejos irregulares de las contrataciones públicas.

Glas entró en prisión preventiva en 2017 y durante varios años acumuló un total de tres condenas, aunque una de ellas terminó siendo anulada. Otros procesos judiciales aún no han concluido. La primera sentencia en firme con pena de prisión de seis años está relacionada con la trama de la brasileña Odebrecht, y luego el caso de financiamiento irregular del partido oficialista, donde Correa también fue sentenciado, con una sentencia que lo priva de libertad hasta 2028.

Aduciendo problemas de salud y justificando temor de ser violentado en las de por sí peligrosas cárceles de Ecuador, Glas recibió una medida de libertad condicional por el juez Emerson Curipallo, pese a que este no tenía jurisdicción sobre el caso. Esto fue a fines de 2022.

Curipallo luego apareció vinculado con medidas de libertad condicional a miembros de grupos criminales asociados al tráfico de drogas, con lo cual se puso en entredicho las medidas obtenidas por el exvicepresidente. Tras una serie de idas y vueltas en el sistema judicial de su país, finalmente se le negó la posibilidad de contar con beneficios y debía volver a prisión. En ese contexto recibió el asilo de México el viernes pasado.

Como ha sucedido con casos polémicos, como los de Nayib Bukele en El Salvador, donde decisiones con alto impacto mediático suelen estar reñidas con los derechos humanos, las primeras reacciones entre los ecuatorianos no fueron de rechazo hacia la decisión de Noboa, aunque obviamente Correa y sus adláteres hicieron sentir su descontento en las redes sociales.

El mandatario ecuatoriano de 36 años irá nuevamente a elecciones el año próximo. En realidad, su actual presidencia es para completar el periodo de cuatro años de Lasso, quien agobiado por las presiones y amenazas de destitución que realizaba el correísmo aliado con la bancada legislativa indígena, optó por una formula constitucional bautizada de «muerte cruzada», y así disolvió a su propio Gobierno y al Congreso.

Apuntando a 2025, y estando en medio de una situación de minoría parlamentaria, donde el correísmo es la primera minoría, Noboa parece apuntar a reconfigurar su posicionamiento político que inicialmente lo mostraba como proclive a lograr respaldos de Correa, de cara a lograr apoyo parlamentario.

Al detener a Glas en la sede diplomática de México, el presidente ecuatoriano no solo se granjeó fuera de su país la enemistad de propios y extraños, sino que también ha roto —dentro de Ecuador– cualquier posibilidad de acercamiento con Correa y sus allegados, que prometen guerra sin cuartel desde el Congreso.

Si cobra fuerza en Ecuador la expresión de apoyo, que ha comenzado a aparecer tímidamente a favor de Noboa tras los sucesos que rodearon a la detención de Glas, podría representar el fin del legado político de Correa y, si esto llega a expresarse en las urnas en 2025, sería para Noboa una victoria sin par.

 

 

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