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Lo que se esconde tras la supuesta masividad en el referendo

Es difícil conciliar la participación masiva que declaran los medios, con la indiferencia reinante. ¿Habrán votado los muertos?

LA HABANA, Cuba. – El gobierno cubano ha anunciado que no será hasta las tres de la tarde de este lunes que se harán públicos los resultados del referendo constitucional celebrado ayer, 24 de febrero. Las cifras preliminares reveladas por el oficialismo anuncian una participación de aproximadamente siete millones y medio de ciudadanos; mientras observadores independientes coinciden en que han ocurrido varias irregularidades durante el proceso, algunas verdaderamente graves.

Si había o no pioneros custodiando las urnas poco importa, pues se trata de una mera formalidad “revolucionaria”. En uno de los colegios electorales localizados en el municipio Habana Vieja, los estudiantes de secundaria que debían estar de pie junto al buzón de la discordia, estaban sentados en un quicio revisando sus cuentas de Facebook, y distraídamente exclamaban ¡“votó”! cuando veían salir a cualquier persona del lugar del sufragio, incluso a los que acudieron solamente a repartir la merienda.

No estaban felices los pioneros y estudiantes de dedicar su domingo a una actividad tan lúgubre, en la cual no se apreció entusiasmo, compromiso, ni masividad. Quizás en el municipio Playa, donde votaron Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel frente a las cámaras de la televisión oficialista, sí habían colas breves de cubanos “ansiosos por ejercer su derecho cívico”; pero en los colegios electorales de otros municipios como Centro Habana, Habana Vieja, San Miguel del Padrón y Diez de Octubre, es de presumir que las personas acudieron a cuentagotas, porque estaban casi permanentemente vacíos y silenciosos.

Ante un panorama tan desolado, es lógico preguntarse de dónde ha salido la tremebunda cifra de 7 524 318 cubanos, que representa el 81,35 % del listado electoral actualizado. Tal vez el extraño hábito de utilizar lápiz para que los votantes firmen en las nóminas donde son registrados sus datos, haya tenido algo que ver.

Cuando esta autora se presentó en el colegio electoral que le corresponde, en el barrio de Lawton (Diez de Octubre), al entregar su carné se percató de que el escaque donde debía ir su firma ya había sido llenado con un garabato cualquiera. La persona a cargo de aquella extraña burocracia justificó el error con los desvaríos de “alguna persona mayor” que no vio bien dónde tenía que firmar.

Tuve que pedir que borraran esa otra rúbrica para yo estampar la mía; pues con sorpresa percibí que aquella mujer me entregó la boleta sin siquiera rectificar, pretendiendo que yo pasara directamente a la votación a pesar de que mi firma no era la que aparecía en el listado de electores.

Al salir del colegio quedé pasmada pensando en lo fácil que sería para esas mujeres -y todo el personal encargado del referendo- cubrir con un garabato cualquiera todas las casillas de los cubanos que optaron por la abstención. No había observadores en aquel colegio y prácticamente en ningún otro; pues si la gente no se molesta en ir a votar, mucho menos va a dedicar toda una jornada a vigilar las manipulaciones que con toda seguridad acontecen en los colegios electorales.

Siete millones y medio es la cifra oficial hasta el momento, y ya el alto mando cubano considera que fue un éxito el día de ayer. Tiene razón; pero la aplastante victoria no fue del “aguerrido pueblo”, sino del grafito tan sencillo de borrar, lo mismo del registro de electores que en la boleta de quienes no tomaron la precaución de llevar consigo un bolígrafo para marcar con tinta en la casilla elegida.

Es difícil conciliar la participación masiva que declaran los medios, con la indiferencia reinante. ¿Habrán votado los muertos? ¿Acaso los ciudadanos cubanos que residen en el extranjero acudieron al sufragio en sus respectivas embajadas mientras alguien aquí ratificaba “doblemente”, con un garabato cualquiera, su compromiso con la Revolución?

Imposible afirmar o negar tal cosa, pues los cubanos no tienen manera de controlar un referendo sin ser cuestionados, reprimidos y hasta acusados de ser “agentes del imperio”. Esa es la justificación que esgrimen los “honestos” guardianes de las urnas, amparados por la fuerza policial y la Seguridad del Estado, para que no se malogre la oportunidad de condenar a este pueblo a otras seis décadas de corrupción político-administrativa, depauperación social y discriminación por motivos ideológicos.

Ana León

Ana León

Anay Remón García. La Habana, 1983. Graduada de Historia del Arte por la Universidad de La Habana. Durante cuatro años fue profesora en la Facultad de Artes y Letras. Trabajó como gestora cultural en dos ediciones consecutivas del Premio Casa Víctor Hugo de la Oficina del Historiador de La Habana. Ha publicado ensayos en las revistas especializadas Temas, Clave y Arte Cubano. Desde 2015 escribe para Cubanet bajo el pseudónimo de Ana Léon.

 

 

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