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López Obrador tiene en sus manos el futuro de la vaquita marina

En las últimas décadas, la vaquita lustrosa y de mirada inocente ha estado al borde de la extinción a causa de pescadores furtivos que buscan capturar otra criatura marina en grave peligro, la totoaba, un pez cuya vejiga natatoria se vende en el mercado negro chino por miles de dólares. Las vaquitas terminan atrapadas en redes destinadas a la totoaba y mueren como daño colateral.

La vaquita es un cetáceo dentado, el más pequeño de su especie; una hembra adulta puede medir tan solo 1,5 metros y pesar unos 30 kilogramos. Miles de vaquitas alguna vez habitaron el mar de Cortés, también conocido como el golfo de California, que colinda al este con el territorio mexicano continental y al oeste con la península de Baja California. Se calcula que ya solo hay entre diez y veintidós especímenes en la naturaleza. Sin una prohibición estrictamente impuesta contra el uso de redes de enmalle, la especie pronto quedará extinta en su hábitat natural. Apenas el pasado 12 de marzo fueron hallados los restos descompuestos de lo que se cree que era una vaquita en una red de enmalle.

Hay poco tiempo para actuar de modo que se pueda salvar a la vaquita, pero también hay motivos para mantener la esperanza. El destino de la pequeña marsopa representa una oportunidad política para el nuevo presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador; aunque también conlleva la posibilidad de fracasar. López Obrador puede quedarse de brazos cruzados y ser testigo de la primera extinción de un mamífero marino en Norteamérica en varias décadas. O puede salvar a uno de los símbolos nacionales de México y rescatar a una industria pesquera en problemas.

“[Salvarlas] todavía sigue siendo factible”, dijo Brooke Bessesen, conservacionista y autora del libro Vaquita: Science Politics and Crime in the Sea of Cortez. “Debemos idear soluciones para tener más tiempo. No se trata de un juego de cálculos, sino de tiempo”.

El mar de Cortés consta de 177.000 kilómetros cuadrados de aguas azules y turquesas y es uno de los sitios pesqueros de mayor productividad en el mundo, con más de novecientas especies de peces con aleta, entre ellos el marlin o aguja azul y los tiburones ballena. La pesca comercial comenzó en serio en la década de 1940 y está concentrada en su mayor parte en el estado mexicano de Sonora, que colinda con la costa este del golfo. Pero en la actualidad se cree que los pescadores furtivos son el problema.

“Debe haber una manera, pero todo depende de López Obrador. Es el rayo de esperanza que le queda a la vaquita”.

BROOKE BESSESEN, CONSERVACIONISTA

Los pescadores a pequeña escala que viven en las costas oeste y norte del mar salen en pangas baratas, armados con redes de enmalle. Estas redes, hechas con monofilamentos casi invisibles y multifilamentos de nailon, flotan sobre la superficie, o cerca de ella, y tienen un peso en la parte de abajo. Matan indiscriminadamente: enredan todo lo que pase, desde cachorros de león marino hasta tiburones blancos. Hoy en día hay tantas redes abandonadas que el gobierno mexicano les paga a los pescadores para recogerlas.

Los pescadores furtivos pobres aún usan redes de enmalle para atrapar a las totoabas, cuya vejiga natatoria o buche se comercializa en 20.000 dólares promedio como remedio en la medicina tradicional o incluso como un bien de inversión. La vejiga de la totoaba es un regalo comercial de lujo y, a la vez, una suerte de trofeo. El comercio es tan lucrativo que los cárteles del narcotráfico se han involucrado en la pesca furtiva.

En abril de 2018, las autoridades mexicanas detuvieron a un hombre chino en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México con más de 350 buches de totoaba. Tres días después, otro hombre con destino a China fue detenido con 417 vejigas natatorias en dos maletines. Y en diciembre, funcionarios chinos confiscaron 444 kilogramos de los buches de totoaba, con un valor estimado de 26 millones de dólares. Dieciséis personas fueron arrestadas.

No es de sorprender que los pescadores furtivos y sus redes de enmalle hayan provocado que la totoaba esté en la lista de especies en peligro de extinción de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ni que hayan arrastrado junto con ella a la vaquita, una especie aún más amenazada. Las pequeñas marsopas se ahogan cuando quedan atrapadas en estas redes.

El gobierno mexicano comparte la culpa. Las advertencias de que la vaquita podría extinguirse comenzaron hace años, cuando aún había cientos en la naturaleza, pero no se tomaron medidas eficaces para protegerlas. Por ejemplo, Enrique Peña Nieto, predecesor de López Obrador, prohibió el uso de redes de enmalle en el hábitat de la vaquita en 2015, pero no su posesión.

En 2017, un intento para capturar vaquitas y criarlas en cautiverio provocó que muriera una; otra estuvo a punto de fallecer y tuvo que ser liberada. La totoaba sí está siendo criada en cautiverio, por lo que la especie ahora tiene un camino hacia la supervivencia. Pero es probable que esa iniciativa sea contraproducente para la vaquita, porque fomentaría más pesca furtiva de la totoaba.

La situación de la vaquita es tan terrible que Thomas A. Jefferson, biólogo y conservacionista marino de San Diego, dijo temer que la extinción sí sea el resultado. “Mi lado conservacionista no quiere admitirlo, pero, como biólogo, debo hacerlo”, comentó.

No obstante, la vaquita se aferra a la vida. En octubre se observaron cuatro en mar abierto. El pequeño cetáceo quizá posea una ventaja genética única que podría permitirle recuperarse en la naturaleza si tan solo lo dejan en paz. La vaquita jamás se diseminó ampliamente, llegó a haber unos cinco mil especímenes y solo se ha ubicado en el mar de Cortés. Pero no hay evidencias de que presente defectos por nacimiento provocados por la endogamia, que a menudo se observan en las poblaciones en declive.

Por eso hay esperanza… si el presidente López Obrador toma medidas de inmediato. La vaquita es uno de los animales emblemáticos de México, junto con el águila dorada y el jaguar. Hay presiones económicas para que López Obrador trabaje para salvarla y, además, al tomar medidas agresivas para rescatar a la especie también puede cumplir promesas de campaña de desarrollo y quedar como el héroe de la historia en México y al exterior.

Parte de la presión proviene de Estados Unidos. A mediados de 2018, la corte especializada en comercio internacional de Estados Unidos, con sede en Nueva York, prohibió temporalmente las importaciones mexicanas de mariscos capturados con redes de enmalle en el golfo de California. La orden fue emitida en respuesta a una demanda presentada por ecologistas, que se quejaron de que el gobierno estadounidense de Donald Trump no estaba aplicando una ley de 1972 que prohíbe que los mamíferos marinos sean asesinados en el proceso de la pesca.

Ha sido un golpe devastador para la industria pesquera en el mar de Cortés, pues ha evitado que se venda en Estados Unidos un estimado de 1400 toneladas de mariscos con un valor de 300 millones de dólares. Incluso antes de eso, la tienda minorista Trader Joe’s había prohibido la venta de camarón del mar de Cortés en sus casi quinientas tiendas debido a preocupaciones de que las vaquitas estaban siendo asesinadas en redes de enmalle destinadas para esos mariscos.

Aun si López Obrador no se enfrentara a esa presión económica, salvar a la vaquita representa una oportunidad para el nuevo presidente mexicano.

Al prohibir la posesión de redes de enmalle, López Obrador detendría la matanza de la totoaba y de la vaquita, y quizá resolvería la disputa comercial sobre mariscos con Estados Unidos. Además, al extender la práctica de pagarles a más personas para que recojan las redes abandonadas en el mar pondría a trabajar a los pescadores desempleados. De permitir que se puedan usar videos que muestren la pesca ilegal como prueba en los tribunales (en la actualidad no son admitidos como evidencia), la Marina de México también podría reforzar y eficientar los arrestos por pesca furtiva. Además, si el gobierno de López Obrador gestiona de manera más acertada las zonas pesqueras, permitiría que se sigan generando productos derivados para los mercados mexicanos y extranjeros por igual. Este tipo de gestión pesquera ya está tomando forma en algunas partes de Sonora.

“Debe haber una manera, pero todo depende de López Obrador”, dijo Bessesen, la conservacionista. “Es el rayo de esperanza que le queda a la vaquita”.

Entonces sí hay esperanza. Pero, en el mar de Cortés, hay poco tiempo para el presidente y para la vaquita.

 

 

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