Los 4 pendientes de la MUD
Aunque algunos sean tentados a olvidarlo –se dice que el nuestro es un país de memoria ligera– el hecho objetivo es que la MUD desarrolló durante el año pasado una estrategia política inteligente y coordinada que culminó en una victoria contundente, inicio del camino para los cambios necesarios.
En línea con aquella exitosa estrategia, y frente a los complicadísimos retos de los próximos meses, la alianza democrática tendrá que afrontar en lo inmediato cuatro tareas que pueden ser decisivas en la orientación de los acontecimientos por venir.
1) La primera es cómo avanzar en el necesario diálogo con sectores del oficialismo, sin el cual no parece haber hoy solución política a la crisis. Un diálogo no para “enfriar” o calmar las cosas, sino para acelerar y viabilizar las opciones constitucionales de cambio. Lo que acaba de ocurrir en Brasil es por demás elocuente. El inicio del juicio político contra Dilma Rousseff aprobado por la Cámara de Diputados de ese país solo fue posible cuando la presión social se combinó con una inteligente estrategia de convencimiento a los sectores aliados del gobierno, en el sentido de que lo más conveniente para ellos era no hundirse con la corrompida cúpula gobernante y facilitar caminos que destrabaran la severa crisis política.
Nadie perdió tiempo hablando con Dilma, sino con el entorno sobre el cual se apoyaba. La estrategia de ir aislando progresivamente a Rousseff y erosionando su piso político de sustento tuvo su punto culminante cuando el vicepresidente Temer, del aliado Partido del Movimiento Democrático Brasileño, y quien había sido el principal escolta político de la presidente desde el comienzo de su mandato en 2011, se convence de la conveniencia de retirarle su apoyo y prestarse a la transición. Solo hasta entonces fue posible que se acelerara el inicio del cambio político. A buen entendedor, pocas palabras.
2) La segunda es qué hacer con las elecciones de gobernadores de este año. Tanto las encuestas como los resultados del 6-D predicen una victoria opositora en casi 20 estados. Renunciar a ello –a tomar el control de la geografía del país– significaría un error más grave que el abandono de la Asamblea Nacional en 2005. Es necesario convencer al país de que la asistencia masiva a esas elecciones no solo no es contraria o distractora de la lucha por el revocatorio, sino que es consecuencial con ella.
3) La tercera es insistir en la estrategia de construcción de la agenda social, políticamente despolarizada, que aglutine a las víctimas de la crisis alrededor de una oferta centrada en la atención de los problemas reales de la población. No es necesario “llamar a la calle”. La gente ya está allí. Pero cada quien peleando por lo suyo, en plan de supervivencia. El reto es enlazar orgánicamente las crecientes manifestaciones de protesta y descontento popular, comunicarlas entre sí, darles direccionalidad y transformarlas, de reacciones catárticas y desordenadas, en movimientos eficaces de presión política.
4) Y, por último, retomar la dirección y coordinación política de la oposición. La AN tiene unas funciones ya de suyo complicadas para enfrentar los duros retos que vienen, y es necesario robustecer a la MUD como instancia de coordinación y fortalecimiento de las fuerzas democráticas. Si la unidad era indispensable para el triunfo del 6-D, para lo que viene es sencillamente imprescindible.
Esta unidad es necesaria para evitar que caiga la esperanza, para no permitir que se pierda la emoción de que el cambio es posible, e impedir que triunfe la estrategia oficialista de sembrar desesperanza y frustración. Y también es necesaria para dibujar el país posible, para enamorar a la población con el sueño de una realidad distinta. Porque la sola rabia es una fuerza poderosa, pero negativa e insuficiente. La verdadera fuerza transformadora es la de la esperanza, porque si la gente no sabe adónde va, no solo puede aceptar ir a cualquier parte, sino que no habrá emoción que la movilice en la dirección correcta.