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Los arlequines se despojan de sus máscaras

 

“Esta es la revolución, esa es la revolución bonita. La revolución es la transformación de lo que no servía, en un país que funcione, que sirva. La revolución es el progreso y el desarrollo integrales. Devolverles a todos sus derechos”.

Hugo Chávez Frías

 

En los últimos días hemos vivido las incertidumbres propias de la agitada vida política que se ha afincado en el país gracias a la actitud tremebunda de las autoridades gubernamentales. Incierto es el destino de quienes, creyendo en la democracia, sus principios y valores, por haber nacido en libertad y haber sido formados y educados dentro de un respeto a estas simientes aún aguardan con estoica paciencia un desenlace democrático a la grave crisis que sacude a Venezuela. 

Forcejeamos con un régimen autócrata, déspota, cínico, virulento, militarista, corrupto, violador de los derechos humanos y sarcástico que poco a poco se ha removido su careta cual arlequín al finalizar el carnaval. El despotismo, propio de la casta militar preponderante en Venezuela, ha salido a relucir en la faz de quienes usando el subterfugio de la elección democrática para alcanzar el poder que siempre anheló lograr por la fuerza para instaurar su desfasada dictadura autocrática, desconociendo la evolución y posterior desaparición de dichos regímenes.

Nuestros militares, nuestras fuerzas armadas menguaron en sus principios democráticos, la influencia de quienes infiltraron las milicias hizo que la marginalidad penetrara a la alta oficialidad castrense y lamentablemente no quisimos darnos cuenta de dicho problema y dejamos que el cáncer avanzara su curso inevitable deviniendo en metástasis ineludible.  

No son méritos y estudios los que prevalecen en el proceso de selección, son simplemente la adulancia, la incapacidad de razonar o simplemente la ignorancia y la sumisión al régimen los que caracterizan a estas fuerzas armadas que ayer fueron gloria y esplendor en América y el mundo por su capacidad como defensores de la democracia y del orden institucional. 

Los venezolanos no salimos de nuestro asombro, no entendemos qué sucede en nuestro país, ese pueblo que nos vio nacer, donde se desarrolló nuestra niñez, nuestra infancia, nuestra adolescencia, nuestra juventud, donde nacieron nuestros hijos, que nuestros padres nos enseñaron a respetar, a amar; en esa Venezuela por voluntad del gobierno todo se descalabra, se derrumba. A pesar de lo expresado por el Presidente de la República sobre la revolución esta sucumbe por la ineficacia, por la inercia, el corrupto manejo del erario nacional y la ineptitud de la función de gobernar.  

Allí debemos establecer el origen de problemas de vieja data, unas fuerzas armadas ociosas, deseosas de poder; el ingreso a las unidades de defensa fue vista como una alternativa por quienes viniendo de origen humilde no podían ingresar a la universidad por no alcanzar los requisitos necesarios impuestos en la prueba de aptitud académica. Entonces vieron en la institución armada el escalón necesario para ascender en los peldaños de la sociedad venezolana permeable, diáfana, accesible. Al controlar las armas quisieron dominar el poder; la marginalidad o la cultura del rancho se apoderaba de nuestra sociedad y la mayoría de ésta debido a su egoísmo permanecía silenciosa, inmutable mientras los hechos ocurrían.  

El presidente de la República, en sus continuas peroratas y arengas, siempre saca a relucir las discrepancias, las divergencias y la confrontación, muchas de ellas provocadas por sus acciones; sin embargo, del dicho al hecho hay mucho trecho, nunca ha propuesto una idea viable, confiable, honesta, siempre ha prevalecido la falacia, el timo, la falsedad. El primero que debería bajar el nivel de confrontación es usted, sus compinches y sus secuaces.  

Una vez más, el socialismo del siglo XXI, los chavistas en forma coloquial o Hugo Chávez y su pandilla, muestran su verdadera personalidad, acusan el golpe recibido por la multitudinaria presencia del pueblo venezolano en las calles saliendo a sufragar en las primarias para seleccionar el candidato de la oposición, a la cual acusa, sin razón, de manipular nuevamente la información de lo expresado por los ciudadanos venezolanos. Y se da una vez más un triste espectáculo cuando los títeres del Tribunal Supremo de Justicia sancionan el proceso por expresar su desencanto con la pandilla de filibusteros al observar el despertar de un pueblo que demasiado tiempo ha aguantado el estropicio sistemático de una nación. 

Arremetieron contra los resultados de las primarias, pensaban que los estudios de opinión los alteraban a favor de la candidata que supo despertar al pueblo venezolano, dormido sobre los laureles de la inercia y la intimidación. Sin embargo, el gigante solo estaba en reposo, esperando el momento en que pudiese expresar su opinión sobre el vituperable régimen que durante 24 años ha coaccionado a la nación sudamericana. La candidata de la oposición no fue quienes ellos esperaban, así como tampoco de alguno de los candidatos de la malograda oposición venezolana, cofrades y alcahuetas. 

La sindéresis  y la cordura primaron en la mente de los electores, señalaron cual era la ruta por seguir, un proceso electoral trasparente, nítido e impoluto bajo la observación de la comunidad internacional. Sin utilización de los medios electrónicos de votación, con un registro electoral auditado y actualizado. 

Ante ello la narcocracia se ofuscó y arremetió contra la voluntad popular, nada nuevo bajo el sol. Los eruditos propusieron un referéndum sobre el asunto del Esequibo, olvidando dos cosas: la primera fue que este régimen manejó displicentemente y abandonó el caso, de nuestra reclamación, aconsejados por sus titiriteros cubanos. Olvidando que por ello Guyana acude al Tribunal Internacional de Justicia y solicita un pronunciamiento de esa instancia jurídica, la cual nos desfavorece. 

El referéndum olvida que la constitución vigente, a pesar de no ser tomada en cuenta por los socialistas del siglo XXI, establece que el responsable de la conducción de las relaciones internacionales es el jefe del Estado y el pueblo puede ser consultado al producirse un acuerdo sobre este tema limítrofe para expresar su aprobación o rechazo.  

Simplemente, es  una medida para desviar la atención sobre las elecciones que deben producirse en el 2024, incluso suspenderlas por encontrarnos en una campaña bélica pretendiendo defender la soberanía nacional y la integridad absoluta de su territorio. Suspender las garantías constitucionales, declarar un estado de emergencia por encontrarnos inmersos en una guerra para recuperar el territorio sobre el que que dejamos de preocuparnos por conseja ajena.

 

 

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