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«Los cubanos en Rusia firmamos un contrato con el diablo, y el diablo no reparte dulces»

La revista 'Politico' habla con jóvenes de la Isla que han sido contratados por Moscú para luchar en Ucrania

Un grupo de cubanos que fue reclutado para combatir del lado ruso en la guerra de Ucrania. (Mario Vallejo/Facebook)
Un grupo de cubanos que fue reclutado para combatir del lado ruso en la guerra de Ucrania. (Mario Vallejo/Facebook)

«Vine aquí para darles a mis hijos una vida mejor, no para matar. No dispararé ni una sola bala». Quien dice –llorando– estas palabras es un cubano rebautizado como Pedro por la edición europea de la revista Politico, que este lunes publica un reportaje sobre los cubanos que luchan del lado ruso en la guerra de Ucrania para el que ha entrevistado a varios reclutas y que se titula Pacto con el diablo.

El medio deja claro que ha cambiado el nombre a todos los que dieron su testimonio, puesto que se enfrentarían a graves delitos en Cuba en caso de ser reconocidos. Entre ellos está César, de 19 años, que intentó huir en balsa a Miami el pasado año y fue interceptado por la Guardia Costera, así que ha echado mano de un plan B: viajar a Moscú y unirse al Ejército ruso.

«Si este es el sacrificio que tengo que hacer para que mi familia salga adelante, lo haré», cuenta el joven, que deja una frase tan cruda como real. «Puedes ser físico nuclear y aun así morir de hambre aquí [en Cuba]», dice a Politico, al que explica que su salario apenas le permite comprar papel higiénico o leche.

«Puedes ser físico nuclear y aun así morir de hambre aquí [en Cuba]», dice a ‘Politico’, al que explica que su salario apenas le permite comprar papel higiénico o leche

Por los testimonios recabados, el medio estima en unos 140 los cubanos que actualmente están en Rusia, la mayoría de ellos conscientes de a qué se exponían y una minoría que se declara engañada. Tres de los cuatro entrevistados llegaron este verano de Cuba, donde eran trabajadores de hostelería, docencia, construcción y militar respectivamente; además de este último, otros dos habían hecho el servicio militar obligatorio.

Los cuatro llegaron hasta allí dentro de la red supuestamente organizada por una mujer conocida como Elena Shuvalova que, a finales del pasado año, comenzó a publicar convocatorias para que los cubanos se unieran al Ejército ruso con la promesa de un año de contrato y la ciudadanía. El acuerdo incluía un pago único de 2.000 dólares y un salario mensual de 2.100 dólares.

Según exponen, a todos se les dijo que serían empleados del Ejército y sus tareas serían cavar trincheras o reconstruir ciudades, siempre lejos del frente. A su llegada –en avión desde Varadero– se les entregó una tarjeta en Migración en la que ponía «Turismo».

En el aeropuerto de Sheremetyevo (Moscú), los recibía Diana, presuntamente una cubana vinculada a las autoridades rusas, que los acompañaba a un autobús en el que llegaban a Riazán, a 200 kilómetros de la capital. En un local descrito como «un edificio escolar vacío» se les hacía el control médico y los trámites, incluyendo el contrato que algunos solicitaron leer en español, cosa que se les concedió. A otros solo se les resumió el contenido de manera verbal.

Según Politico, algunos se quedaron en esa unidad militar, pero la mayoría acabaron destinados en Tula, en una división que ha participado en «feroces combates». «Cuando nos entregaron el uniforme y nos dijeron que fuéramos a entrenar, me di cuenta de que no se trataba en absoluto de construcción», explica Pedro, que reconoce haber pensado huir.

«Una vez que has firmado el contrato, desertar equivale a traición», afirma un experto consultado por el medio

«Una vez que has firmado el contrato, desertar equivale a traición», afirma un experto consultado por el medio.

Otro de los cubanos lo resume así: «Firmamos un contrato con el diablo, y el diablo no reparte dulces».

Politico también habló con cubanos, algunos aún en la Isla, que afirman saber bien a lo que van. «Nadie les puso un arma en la cabeza», aduce un migrante que fue rechazado por el Ejército, presuntamente por no saber nada de ruso. «El contrato deja claro que vas a la guerra, no a jugar a la pelota ni a acampar». Entre quienes aún no han llegado, todos citan motivos económicos y ninguno politico para embarcarse en esta odisea.

En las redes sociales, destaca el texto, se encuentran muchas imágenes de los reclutas fotografiándose orgullosos con carros blindados, banderas o interactuando con sus colegas rusos en armonía. «Esta es la manera que encontramos para salir de Cuba», dijo uno de los cubanos de este grupo. «Aquí nadie quiere matar a nadie. Pero tampoco queremos morir nosotros mismos».

La revista ha consultado a varios expertos también sobre esta colaboración y si puede estar promovida por el propio Gobierno cubano, algo de lo que, por el momento, no hay pruebas, señalan. Recuerdan que los últimos tratos y visitas de alto nivel entre ambos países permiten deducir que el apoyo es obvio, pero también que no hay «evidencia de participación directa».

«Sin hablar el idioma, conocer el terreno local o el entrenamiento adecuado para la guerra moderna, los matarán rápidamente. Y eso es todo»

«Cuba y la Unión Soviética lucharon codo con codo en Angola y otros lugares, pero por razones ideológicas», expone Christopher Sabatini, investigador principal para América Latina en el instituto de relaciones exteriores londinense Chatham House. «Ahora se ha reducido a los términos más feos y mercenarios, dándole una cualidad transaccional que va en contra de décadas de amistad».

Politico añade que solo en una semana, 15 reclutas de distintos países que llevaban apenas un par de meses en Rusia han obtenido su pasaporte de manos del gobernador local.

Rusia «necesita carne de cañón», añade otro especialista, Pavel Luzin, investigador del Centro de Análisis de Políticas Europeas (Cepa) que cree que la mayoría llega de países de Asia Central y África, además de Siria y Afganistán, más concretamente. Aunque se desconoce cuántos extranjeros luchan con Moscú, su reclutamiento intenta transmitir la idea de que hay apoyo internacional a esta guerra. Y agrega: «Sin hablar el idioma, conocer el terreno local o el entrenamiento adecuado para la guerra moderna, los matarán rápidamente. Y eso es todo».

 

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