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Los debates en la política estadounidense

Biden acepta participar en debates electorales con Trump para las presidenciales | Elecciones USA | EL PAÍS

 

 

Durante las campañas electorales a la presidencia en los Estados Unidos, se ha vuelto habitual que los candidatos participen en un debate. Los temas que se discuten en el  son a menudo los más controvertidos del momento, y podría decirse que las elecciones casi han sido decididas por estos intercambios de ideas. Los debates de candidatos no son un mandato constitucional, pero ahora se consideran una parte intrínseca del proceso electoral. Ellos están dirigidos principalmente a votantes indecisos; aquellos que tienden a no ser partidarios de ninguna ideología política o partido.

Los debates presidenciales se llevan a cabo al final del ciclo electoral, después de que los partidos políticos hayan nominado a sus candidatos. Los candidatos se reúnen en una gran sala, a menudo en una universidad, ante una audiencia de ciudadanos. Los formatos de los debates han variado, con preguntas a veces planteadas por uno o más periodistas moderadores y en otros casos miembros del público. 

Los formatos de los debates establecidos durante las campañas de 1988 a 2000 se regían en detalle por memorandos de entendimiento secretos (MOU) entre los dos principales candidatos; el memorando de entendimiento para los debates de 2004, a diferencia de los acuerdos anteriores, fue divulgado conjuntamente al público por los participantes.

Los  debates se han retransmitido en directo por televisión, radio y, en los últimos años, por Internet. Desde una metida de pata de Gerald Ford, una broma de Ronald Reagan sobre su edad hasta Joe Biden pidiéndole a Donald Trump que se calle, más de 60 años de debates presidenciales en Estados Unidos han dejado una larga lista de momentos inolvidables.

Wendell Willkie se convirtió en el primer candidato presidencial del siglo XX en desafiar a su oponente a un debate cara a cara cuando en 1940 desafió al presidente Franklin D. Roosevelt, pero Roosevelt se negó. En 1948, los debates de los candidatos presidenciales se hicieron realidad cuando se llevó a cabo un debate radial en Oregón entre los republicanos Thomas E. Dewey y Harold Stassen durante las primarias presidenciales del partido. Los demócratas hicieron lo mismo en 1956 con un debate televisado para las primarias presidenciales entre Adlai Stevenson y Estés Kefauver, y en 1960 entre John F. Kennedy y Hubert Humphrey.

En el primer debate presidencial televisado, el 26 de septiembre de 1960, en blanco y negro, atrajo a más de 66 millones de espectadores de una población de 179 millones, lo que la convierte en una de las transmisiones más vistas en la historia de la televisión estadounidense. Un confiado senador John F. Kennedy se impuso al vicepresidente Richard Nixon, quien lució sudoroso y despeinado mientras se recuperaba de una enfermedad, a partir de entonces la imagen cobró un papel primordial en la política. Tras dos mandatos como vicepresidente de Dwight Eisenhower, el republicano Richard Nixon era el favorito para ganar la elección.

Ante 66 millones de telespectadores, Nixon, se presenta pálido -rechazó maquillarse- y sudoroso, mientras que el joven senador de Massachusetts John F. Kennedy luce bronceado y seguro de sí mismo. Cuando toma la palabra, el demócrata mira directamente a la cámara, al elector, mientras que el republicano se dirige al moderador. Muchos analistas y observadores han considerado la victoria de Kennedy sobre Nixon en el primer debate como un punto de inflexión en las elecciones. Después del primer debate, las encuestas mostraron que Kennedy pasó de un ligero déficit a una ligera ventaja sobre Nixon.

Tras un primer debate marcado por un fallo de sonido en pleno directo, 6 de octubre de 1976 el presidente republicano saliente Gerald Ford comete una metedura de pata irreparable en su segundo cara a cara con Jimmy Carter. En plena Guerra Fría, asegura que «no hay dominio soviético en Europa del Este y nunca lo habrá durante una administración Ford», pese a que la URSS tiene tropas desplegadas en varios países. Ford tardará seis días en reconocer que hay tropas soviéticas en Polonia y asegura que hablaba del espíritu de resistencia de sus pueblos.

El gobernador republicano de California Ronald Reagan se enfrentó al presidente demócrata Jimmy Carter en el último debate de 1980, una semana antes del día de las elecciones. Carter atacó con un largo discurso la oposición de Reagan a Medicare. Reagan respondió con la ya famosa frase “Y dale con eso”. La carismática réplica desactivó de manera instantánea el prolongado ataque de Carter. Reagan hizo de esa frase una réplica frecuente, utilizándola en conferencias de prensa y en el debate presidencial de 1984 contra el exvicepresidente Walter Mondale. Los periodistas calificaron el discurso de Carter de hiperbólico, a pesar de que las críticas se basaban en el historial de Reagan como gobernador. Los debates de 1980 atrajeron a 80 millones de espectadores de una población de 226 millones.

El 21 de octubre de 1984, el presidente republicano saliente Ronald Reagan, tiene 73 años cuando aspira a la reelección ante Walter Mondale, de 56. Pero transforma lo que podría ser un obstáculo en beneficio, con una fórmula que ha pasado a la historia: «No voy a convertir la edad en un asunto de campaña. No voy a explotar, por razones políticas, la juventud y la inexperiencia de mi adversario».

Durante el debate de 1988 entre el gobernador demócrata de Massachusetts Michael Dukakis y el vicepresidente republicano George H. W. Bush, el electorado fue testigo de dos momentos memorables; el moderador Bernard Shaw le preguntó al gobernador si estaría a favor de la pena de muerte en caso de que su esposa, Kitty Dukakis, fuera violada y asesinada, Dukakis respondió con un “No” estoico, seguido de un discurso sobre la ineficacia estadística de la pena de muerte. Los observadores dijeron que su incapacidad para dar una respuesta menos analítica cimentó la percepción de que era demasiado intelectual. Los comentaristas calificaron la pregunta de injusta y personal.

En el debate vicepresidencial, el senador Lloyd Bentsen, compañero de fórmula de Dukakis, reprendió al senador Dan Quayle por haberse referido a Kennedy para destacar sus propias cualidades. “Senador, fui servidor público con Jack Kennedy. Conocí a Jack Kennedy. Jack Kennedy fue mi amigo”, dijo Bentsen, y declaró “Senador, usted no es Jack Kennedy”. “Eso en verdad no era necesario, senador”, respondió Quayle. Los conductores de programas nocturnos y periodistas   consideraron que Quayle resultó débil y petulante debido a su respuesta motivada por la sorpresa.

En el segundo debate presidencial, 15 de octubre de 1992, se celebra a tres: el candidato independiente Ross Perot, el presidente saliente George H. W. Bush y su futuro sucesor Bill Clinton. Una imagen le saldrá cara a Bush: durante una pregunta del público, el presidente George H. W. Bush consultó con impaciencia su reloj a la vista de las cámaras. Años después, reconoció que odiaba los debates: «quizá era por eso por lo que miraba (mi reloj), y pensaba: ‘solo diez minutos más de esta porquería'». 

El 5 de noviembre de 1996, el presidente demócrata Bill Clinton se enfrentó al ex líder de la mayoría en el Senado, el republicano Bob Dole. Las posibilidades de ganar de Clinton se consideraron inicialmente escasas a la mitad de la campaña para la reelección, ya que su partido había perdido tanto la Cámara de Representantes como el Senado en 1994 por primera vez en décadas. Pudo recuperar terreno cuando la economía comenzó a recuperarse de la recesión de principios de la década de 1990 con un escenario mundial relativamente estable.

Durante un debate en 2000, estilo asamblea. el vicepresidente Al Gore, se acercó al gobernador de Texas, George W. Bush, quien lo ignoró con una inclinación de cabeza. Gore se levantó de su silla para adoptar una postura de confrontación, un gesto que de inmediato le resultó contraproducente. Mientras Bush contestaba una pregunta, Gore se acercó a Bush y se paró junto a él en silencio. Bush, confundido, lo barrió con la mirada y con un gesto de displicencia. La audiencia rio y Bush continuó. En lugar de considerar que Gore había mostrado una actitud audaz, se consideró que fue agresivo sin necesidad. Luego las normas de los siguientes debates fueron cambiadas, no permitiendo que los candidatos se acercaran a sus contrincantes.

El 22 de octubre de 2012, ante el presidente saliente Barack Obama, Mitt Romney, candidato republicano, lamenta que la marina estadounidense tenga menos navíos que en 1916. «Señor gobernador, también tenemos menos caballos y bayonetas, porque la naturaleza de nuestra armada ha cambiado. Tenemos lo que llamamos portaaviones, en los que aterrizan aviones. Tenemos estos navíos que van bajo el agua, los submarinos nucleares», se burla el demócrata, una respuesta que se hizo viral en internet.

El segundo debate a la presidencial del 9 de octubre de 2016 ha pasado a los anales por su virulencia. Contra las cuerdas tras la divulgación de un vídeo publicado en 2005 por “Access Hollywood”, en el que se jacta de agarrar a las mujeres «por los genitales», Donald Trump contraataca en el plano personal y asegura que el expresidente Bill Clinton, marido de su rival, «abusó de mujeres». 

Trump, prometió nombrar a un fiscal especial para realizar una investigación contra la candidata demócrata Hillary Clinton sobre el uso del correo privado cuando era jefa de la diplomacia estadounidense. «Sería excelente que alguien con el temperamento de Donald Trump no esté a cargo de la ley en nuestro país», dijo ella. «Usted estaría en la cárcel», replicó el republicano. Pero no cumplió su promesa. 

Donald Trump cambió las reglas de etiqueta en los debates en 2016, al intensificar el uso de ataques ad hominem y frases hechas para la televisión. Pero quizá fue su lenguaje corporal durante su intercambio de ideas con la exsecretaria de Estado Hillary Clinton lo que llamó más la atención. Hubo un momento en el que Clinton, la candidata demócrata, se dirigió a la audiencia y le dio la espalda a Trump, su opositor republicano. Trump caminaba muy cerca de ella, dirigiendo una mirada de incomodidad o desprecio a la cámara o a Clinton. 

Muchos observadores dijeron que parecía como si Trump fuera un depredador que acechaba a su presa. La diferencia de estatura de ambos acentuaba el efecto. Clinton, la primera mujer en aspirar a la presidencia de un partido importante, mide 1,70 metros, mientras que Trump se elevaba por encima de ella con su más de 1,90. En la biografía que escribió tras su derrota, Clinton dijo que debió ser más agresiva durante los debates.

La primera vez que los candidatos Biden y Trump debatieron el 29 de septiembre de 2019 fue un gran toma y dame, en el que el moderador apenas pudo articular palabra.  Incluso hubo gritos e insultos. El presidente saliente Donald Trump no para de interrumpir a Joe Biden, que termina por espetarle: «¿Te puedes callar, hombre?»  De manera premonitoria, Donald Trump se niega a decir si reconocerá el resultado de la elección. Incapaz de poner orden a los dos candidatos, el moderador del debate, el periodista de Fox News Chris Wallace, confesará que estaba «desesperado».

Los debates recientes han atraído audiencias más pequeñas, que van desde 46 millones para el primer debate de 2000 a un máximo de más de 67 millones para el primer debate en 2012. Una audiencia récord de más de 84 millones de personas vio el primer debate presidencial de 2016 entre Donald Trump y Hillary Clinton, un número que no refleja la transmisión en línea.

Dos preguntas están hoy en el ambiente: ¿Será Kamala Harris finalmente la nueva candidata Demócrata? ¿Habrá debate entre ella y Trump?

 

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