Democracia y Política

Los dos PP se citan en armónica división

Cada partido se pelea a su manera. Por lo general, las formaciones políticas suelen tener dos almas que chocan cuando las cosas -es decir, las expectativas electorales- no van bien. Nada mejor que los acontecimientos políticos de estos días para descubrir la distintas formas de controversia interna. Los dirigentes de los partidos de izquierda suelen atacarse con saña sin importarles el qué dirán. Los de la derecha, en cambio, batallan con elegancia, con buena educación, sin perder nunca las formas. Los partidos con historia, como el PP, son capaces de sacarse los ojos en un congreso -siempre metafóricamente- y llegar a una convención en amor y compañía para sentarse todos juntos. Sin rencor. Los combatientes de julio pasaron una fraternal jornada de viernes. Primero viajaron a Sevilla a la toma de posesión de Juanma Moreno. El nuevo presidente andaluz es patrimonio de todas las almas del PP. Es de Rajoy y de Pablo Casado. Y también de Soraya, claro. Por eso volvieron también en el AVE todos juntos en amable fraternidad para asistir al primera día de la Convención del partido, un evento con aire moderno y ritmo discotequero que los alegres jóvenes que ahora mandan en el PP han organizado con el fin de que se sepa que el partido de España sigue siendo de España. Por si alguien lo dudaba.

Descubrir las dos almas del PP no es tan fácil como encontrar las mismas en el PSOE o Podemos, por poner dos ejemplos en los que están más a la vista. Pero existir, existen. Aunque han ido variando a lo largo del tiempo, se puede decir que siempre hay un PP más esencialista y un PP más accidentalista. Uno más doctrinario y otro más adaptativo. En esta coyuntura histórica, con el alma de la ultraderecha escapada del cuerpo del PP y volando por su cuenta, los otros dos partidos se dieron cita en la primera Convención. Con todo respeto, con suma cortesía y con miramientos. Cada uno de los dos PP tiene su propio criterio acerca de cómo tratar a los hermanos ultras escindidos que ahora reclaman su lugar bajo el sol.

El alma que manda en el aparato está encarnada en la juventud que ha tomado el relevo en la dirección. Un alma que quiere ser rabiosamente contemporánea en las formas. El envoltorio y el marketing de la Convención no tienen nada que ver con los de la época de Rajoy. La música a todo volumen, los focos dando vueltas y vueltas, y los alrededores del escenario copados por varias de las organizaciones más a la derecha del PP. Los invitados son todo un mensaje de la actual dirección. Los contenidos los ha coordinado una persona ajena a la organización del partido: Adolfo Suárez Illana.

El presidente del PP, sin embargo, hace a todo. Y uno de los objetivos de su Convención es transmitir la imagen de unidad interna que naufragó en el congreso de julio. Por eso invitó a los antepasados que no se soportan. En días diferentes. Como las familias que tienen que convidar por separado a los parientes políticos para evitar situaciones innecesariamente tensas. Rajoy, a merendar el viernes. Aznar, a tomar el aperitivo el sábado. Y todo en orden.

Con todo derecho, merecimiento y brillantez, el presidente de la Xunta y líder autofrustrado se ha alzado con la primogenitura del alma del PP alternativa a la actual dirección. El imponente discurso, en el fondo y en la forma, de Alberto Núñez Feijóo, reivindicando el PP «moderado, firme, serio, no vociferante», la política de fondo «más allá del tuit» y el partido de «Juan Vicente Herrera y Javier Arenas«, redobló más que los tambores de la música a toda pastilla. Seis meses después de renunciar a liderar el PP, Feijóo se subió al escenario para decir: aquí estoy. Mirad qué líder os habéis perdido.

De otra forma se dirigió a la Convención Mariano Rajoy, el presidente abatido que ha guardado silencio desde que el PP rechazó a su candidata a sucederle. La performance elegida por el ex líder para reaparecer resultó muy graciosa. Una entrevista con Ana Pastor. El ex presidente -enormemente aplaudido cuando fue citado por los oradores- no quiso más homenaje que el imprescindible. Hasta dio las gracias a Casado por invitarle a la manera en la que los participantes en una mesa redonda de cualquier universidad agradecen al rector la ocasión de hablar en el recinto. Hay que decirlo. Rajoy aburrió un poco a la concurrencia y seguramente lo hizo a propósito. El público ya no capta sus ironías -ahora está acostumbrado al café doble muy cargado-, aunque a su manera dejó claros los mensajes. Como es un clásico, acabó diciendo casi las mismas palabras que cuando se dirigió a los órganos de dirección del PP después de ser elegido sucesor por Aznar. «No tengo enemigos, pero si alguno tuviera, ya no me acuerdo». Casi unanimidad en las dos almas del PP. «Es un caballero, con sus defectos, pero un señor».

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