Los intereses nunca duermen
La crisis del suministro mundial a raíz de la pandemia y las consecuencias de la guerra en Ucrania están generando importantes movimientos políticos y económicos a nivel mundial. Es evidente que la lógica del respeto a los derechos humanos y de estimular cambios democráticos no tienen espacio en estas agendas geopolíticas.
La invasión rusa a Ucrania y las subsiguientes sanciones internacionales contra el régimen de Putin, provocaron que Estados Unidos y Europa iniciaran una maratónica búsqueda de alternativas al suministro de combustible ruso, incluida la opción venezolana.
Según publicó The New York Times, a principios de marzo una delegación estadounidense de alto nivel visitó Venezuela para proponer acuerdos energéticos.
Por otro lado, con la autorización de Estados Unidos, la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa) reactivó en junio pasado el envío de crudo a las empresas europeas Eni (italiana) y Repsol (española), pagado con quitas en las deudas que la petrolera venezolana tiene con ambas. Este relajamiento de las sanciones contra Venezuela busca reducir la dependencia de Europa del combustible ruso.
Sin embargo, según reportes de prensa del 12 de agosto, Pdvsa habría suspendido este intercambio de crudo por deuda y estaría pidiendo que las empresas europeas les paguen con diluyentes y combustibles. La petrolera estatal depende mayormente de Irán para los diluyentes que necesita para convertir su crudo extrapesado en variedades exportables. En caso de que a Eni y a Repsol les interesara este nuevo esquema comercial requerirían de una nueva autorización de EE. UU.
Hasta ahora la parte europea no ha mostrado entusiasmo por la idea venezolana. Aunque posiblemente ésta se incline a aceptar el acuerdo siempre que Maduro le mantenga una parte mayoritaria o significativa del pago por medio de la deuda.
Según algunos análisis, la estrategia venezolana buscaría favorecer sus operaciones de petróleo extrapesado en la Faja del Orinoco, así como cumplir con los acuerdos que tiene con Cuba.