Los juegos por el ‘Trono de Hierro’ en Venezuela
¿En qué se parece Juego de tronos a Venezuela? La primera similitud es que si te perdiste un capítulo, tanto en el país como en la saga, no entiendes nada de lo que está sucediendo.
Por ejemplo: si no sabes que la oposición —el grupo de partidos y líderes políticos que se han opuesto al régimen de Nicolás Maduro— fue burlada en los intentos de diálogo en Santo Domingo no entenderás por qué la actual dirigencia opositora es tan renuente a un diálogo sin garantías de cumplimiento de los acuerdos. Ese diálogo fracasó a principios de 2018, cuando el mediador, el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, estuvo parcializado por la postura de Maduro.
Si te perdiste el capítulo en que el “rey loco” se robó las elecciones, no podrás entender por qué, con una desaprobación de más de 80 por ciento en contra el régimen, la gente no sale a votar en unos comicios en los que ya perdió toda la confianza. Si desconoces que Maduro tiene gente armada en las calles, tan violentos y dispuestos a torturarte y matarte como Drogo (palabra —qué coincidencia— que en el lenguaje popular venezolano designa al que está bajo el efecto de las drogas), nunca comprenderás por qué, a pesar del gran descontento en contra del régimen, muchos tienen temor de salir a manifestarse en las calles para expresar su disgusto.
Sin embargo, así como Juego de tronos tendrá su ansiado desenlace el 19 de mayo, también la usurpación de poderes en Venezuela está llegando a su término con la reciente aparición en escena de Jon Guaidó, un legítimo aspirante al Trono de Hierro. Pero demos un repaso a la historia.
El comienzo
Al igual que en Juego de tronos, en Venezuela todo comenzó con la confederación de los siete reinos, que fueron las provincias iniciales de la Capitanía General de la Venezuela (de allí las siete estrellas iniciales de la bandera). Estos siete reinos tuvieron varias guerras, muy crueles y devastadoras todas. La primera contra España por la independencia de los reinos. Alcanzada la autonomía de la península, pelearon entre sí durante un siglo (el XIX) y llegaron al siglo XX en manos de dictaduras militares, tiempo en que los guerreros uniformados se adueñaron del poder.
Mucho costó sentar a los demócratas en el Trono de Hierro, pero se mantuvieron allí durante casi cuatro décadas, los mejores años de los siete reinos. Al final, corrupción, injusticias y pobreza acumulada en un territorio de riquezas dio al traste con la civilidad y llevó al trono a Hugo I, de la casa Chávez de Barinas. El rey Hugo I, con la promesa de salvar a los pueblos de la indolencia y corrupción, terminó construyendo el régimen más despótico y corrupto que jamás habían conocido los siete reinos.
Movido únicamente por la ambición de poder, acabó con las instituciones, la división de poderes, la libertad de prensa y la democracia. Cuando enfermó gravemente nombró como su sucesor a Nicolás Maduro, quien se autodesignó su “hijo” político. Pero, como Joffrey Baratheon —el “bastardo usurpador” de la serie— terminó siendo “cruel, caprichoso, imprudente, cobarde y con una marcada vena sádica” (como se le ha descrito), lo que se pone de manifiesto en la dura represión de la que están siendo víctimas los venezolanos. Con él hemos visto escenas de crueldad al más puro estilo de Juego de tronos.
La destrucción
En la última temporada de la serie, Daenerys Targaryen destruye Desembarco del Rey. Todo es reducido a cenizas con el fuego del dragón y se arremete con violencia extrema en contra de la población indefensa. La sensación que se vive en Venezuela es también de aniquilamiento. Todo cuanto conformaba un país, tenido en otros tiempos por el más rico de Sudamérica, está siendo destruido: la industria petrolera (de la que depende el reino), la producción industrial, la agricultura y la ganadería. Todas las fuentes de riqueza del país han sido fulminadas como si un dragón de fuego hubiese pasado sobre ellas. La expoliación minera ha devastado extensas zonas selváticas protegidas con la participación de la guerrilla colombiana, que ha incursionado en el sur del país. A ello hay que añadir la presencia del narcotráfico, amparado y dirigido, según algunos informes, desde las más altas esferas del poder.
Venezuela tiene varias “reinas que no arden”, que incendian todos aquellos organismos en los que incursionan hasta trastocar su sentido: Delcy Rodríguez, la vicepresidenta, se ha metido en las llamas de diversos cargos del Estado, dejando tras de sí, ruinas; Tibisay Lucena, la presidenta del Consejo Electoral, ha convertido al que fue alguna vez un organismo imparcial en una oficina a la orden de Maduro. Incluso Cilia Flores, la llamada “primera combatiente” y esposa de Maduro: su lucha siempre es oculta pero, se dice, su influencia se ve en muchas decisiones públicas. Por eso Cilia es más parecida, por lo ambiciosa, a Cersei Lannister, siempre dispuesta a intrigar para encumbrar a su familia en todo tipo de corruptelas. Así pues, si bien no es “madre de dragones”, es tía de dos narcotraficantes juzgados en Nueva York por la justicia estadounidense (lo que también es candela, como diría un cubano).
El desenlace
¿Cuál será el desenlace de esta terrible trama venezolana? Por lo pronto, cuando todos pensaban que la oposición estaba desmantelada, que no había esperanza alguna de unidad, aparece en escena Jon Guaidó. De ser un personaje desconocido, como quien vuelve a la vida luego de un largo letargo, Guaidó se convierte en el líder de la oposición y en el legítimo heredero del Trono de Hierro. Coinciden en él una serie de circunstancias favorables: en primer lugar, desde el 10 de enero de 2019 está vacante el trono como consecuencia del desconocimiento nacional e internacional del fraude electoral perpetrado por Maduro (“el bastardo usurpador”) en mayo de 2018.
La constitución de los siete reinos establece que al producirse la vacante de la presidencia sin tener mandatario electo, el presidente de la Asamblea Nacional —en este caso Guaidó— se encarga automáticamente del gobierno con un mandato interino que convoque nuevas elecciones.
Sin embargo, pese al reconocimiento casi unánime de las naciones democráticas del mundo, Guaidó sigue sin poder tomar efectivamente el poder. Este sigue en manos del usurpador. La amenaza de una invasión del norte cobra fuerza, pero los chinos y rusos también juegan.
La gran pregunta sigue en el aire: ¿podrá Venezuela conseguir acabar con la devastación y retomar el rumbo de la democracia y la libertad?
Hoy conoceremos el final de Juego de tronos: sabremos si se quedará en el poder el delirio desbocado de la Madre de los Dragones o si llega al trono una líder o un líder sensato. Y, quizás pronto, conoceremos el final del chavismo, que en dos décadas ha destruido Venezuela. No sabemos cómo será el desenlace. Pero sí sabemos que el día después de la salida de rey usurpador, los venezolanos debemos asegurarnos de que el reino tenga ideas, manos y la creatividad que necesitamos para la reconstrucción.
Se requerirá, sin duda, de guionistas de ingenio.