Mario Vargas Llosa y Arturo Pérez-Reverte. GTRES
A todos los escritores famosos alguna vez les han preguntado cuáles fueron los libros que de niños les introdujeron para siempre en la literatura. Esta es una pequeñísima selección de autores representativos de buena parte del público lector.
Mario Vargas Llosa
El Premio Nobel peruano-español confesó haber sido un niño «absolutamente feliz» gracias a la lectura. De la revista infantil chilena El Peneca y la argentina Billiken, sus primeros libros fueron las historias de Emilio Salgari, autor de Sandokán o El Corsario Negro. También ha mencionado de Karl May, el escritor alemán que escribía novelas del Oeste sin haber salido nunca de Berlín, una temática universal con grandes autores europeos, como el español Marcial Lafuente Estefanía.
Arturo Pérez-Reverte
La bisabuela de Arturo Pérez-Reverte era la propietaria de un ejemplar de La Leyenda del Cid de José Zorrilla. Tres cuartos de siglo después ese libro cayó en las manos del bisnieto, futuro periodista, corresponsal de guerra, columnista, novelista y académico para encender la hoguera. En palabras del autor: «Fue un libro decisivo en mi vida»,que en 2019 le llevó a escribir su propia versión del héroe español en Sidi.
Isabel Allende
La autora de La Casa de los Espíritus dijo que descubrió a los 14 años «la fantasía y el erotismo en Las Mil y Una Noches». El único escape de una vida familiar problemática era la lectura para la niña Isabel Allende. Su padrastro tenía cuatro libros con cubierta de cuero bajo llave. Unos libros prohibidos que consiguió leer, haciéndose con la llave, con una linterna. Dice que leía rápidamente buscando las partes «cochinas», con las hormonas alborotadas y la imaginación enloquecida por esos cuentos fantásticos. La razón por la que sintió honrada cuando alguien la llamó la Sherezade de Suramérica.
Jonathan Franzen
Jonathan Franzen, el siempre siguiente autor de la Gran Novela Americana, y quizá autor de algunas de ellas, como Libertad o Pureza, creció en una Iglesia y leía las historias de La Biblia como si fueran pasajes de aventuras: buscando la emoción. También admitió que al libro sagrado del cristianismo le completaban Las Crónicas de Narnia y los cuentos de Tolkien y de Asimov.
Alice Munro
A la Premio Nobel de Literatura en 2013, maestra del relato corto, se le despertó el interés por la literatura tras leer La Sirenita de Hans Christian Andersen. «Un cuento muy triste» al que siempre quiso darle un final feliz, «porque la sirenita tenía derecho a ser feliz». Un deseo que cambió con lecturas como Cumbres Borrascosas de Emily Brontë o las historias de Somerset Maugham, por las que adquirió el gusto por los finales infelices.