Los mil calabozos de Maduro
Fiel a su naturaleza autoritaria, Maduro amenazó hace poco con “mil calabozos nuevecitos” a los opositores “que se pongan cómicos” (¿?) el seis de diciembre.
A pesar de su tono cantinflérico, se trata de una amenaza que retrata al régimen en toda su dimensión y que revela, una vez más, su desesperación ante una derrota a todas luces inminente. Lo grave es que implica también una combinación sumamente peligrosa: represión y judicialización contra el adversario que le está ganando las elecciones parlamentarias, junto a la siembra de temor entre los electores opositores intentando convertirlos en abstencionistas, sin descartar la tentación siempre presente del fraude como último recurso para evitar el seguro descalabro oficialista el seis de diciembre.
Vengo insistiendo al respecto desde este espacio de opinión. Pienso que la MUD debe prepararse para enfrentar cualquiera de las maniobras que pueda intentar el régimen frente a la indudable derrota que le espera, si se cuentan bien los votos y se evita cualquier tentativa fraudulenta. Porque, a estas alturas, resulta demasiado obvio que la única manera como podría ganar esta elección sería mediante un fraude, porque votos mayoritarios no tiene.
Justamente por eso, la oposición democrática (MUD) no puede dormirse en los laureles. No puede solazarse ante lo que parece una victoria cantada. Tiene que asegurarla, impidiendo que se la desconozca y haciendo respetar la voluntad mayoritaria de cambio que hoy inspira a los venezolanos.
En este sentido, no está de más recordarles en primer término a los candidatos a diputados por la MUD que esta es una elección local. Esa circunstancia hace más difícil un fraude, porque tendría que haber tantos chanchullos como circuitos y listas a elegirse. Por lo tanto, cada uno de esos candidatos tiene que disponerse directa y personalmente a defender su elección, lo que supone acreditar sus testigos de mesa, movilizar a sus votantes y una especial voluntad para garantizar que no le sean escamoteados los votos.
En cuanto a esto último, no hay que olvidar tampoco que los escrutinios son públicos, una disposición legal que algunas veces se viola para mantener alejada a la gente que quiere presenciarlos. Ha sido una práctica generalizada de algunos funcionarios del CNE y del Plan República pretender que los escrutinios son una función casi secreta de las mesas electorales, alegando razones de orden público. En el fondo, lo que se pretende es que la gente no vaya en ese momento a tan importante acto electoral.
Lo segundo que deben recordar los candidatos opositores es que tienen dos obligaciones fundamentales: ganar y cobrar. Porque no basta ganar. Hay que ganar, sí, pero debe honrarse esa victoria que el pueblo otorga haciendo posible su reconocimiento por encima de todo. No hay nada más cobarde que ganar una elección y dejarse arrebatar el triunfo. El candidato que permite tal crimen se irrespeta a sí mismo y, lo que resulta peor, irrespeta la confianza que depositaron en él sus electores. Está obligado, junto a estos, a hacer valer su triunfo, en caso de obtenerlo efectivamente.
La historia recuerda algunos casos de candidatos que ganaron y no cobraron. Y una victoria que no se haga respetar constituye una deslealtad con el pueblo que la hizo posible. Quien permite tal desconocimiento a la voluntad popular es indigno de volver a ser candidato y de pedirle otra vez la confianza a la gente.
Para ganar y cobrar los candidatos opositores no pueden bajar la guardia, ni dejarse atemorizar por las amenazas permanentes del régimen. No pueden asustarse con la jaquetonería madurista de que ellos van “a ganar como sea” las elecciones del seis de diciembre próximo.
Tampoco pueden asustarse con el cuento de que si la oposición gana, el régimen va “a sacar el pueblo a la calle”. Aquí, como es obvio, el que gana es el que tiene al pueblo a su lado. Lo otro es que el oficialismo apele a sus bandas armadas, pero eso sería “soltar los demonios”, con imprevisibles consecuencias. Y ellos lo saben.
Menos aún pueden temerle a “los mil calabozos” de Maduro, la última treta para asustar a los candidatos opositores. Por aquello de que “el que no la debe no la teme”, esa amenaza resulta inaceptable, ya que es obligante para cualquier candidato defender su victoria, si esta le ha sido otorgada por la voluntad popular.
Ganar y cobrar es obligación de todo candidato y debe honrar ambas circunstancias.
@gehardcartay – El Blog de Gehard Cartay Ramírez