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«Los nazis exterminaron al 75% de los gitanos de Europa»

El libro 'Holocausto gitano' de María Sierra hace visible un drama olvidado por la Historia

Los nazis exterminaron a 500.000 gitanos, aproximadamente el 75 % de la población romaní que existía en Europa en aquella época. A pesar de la magnitud de la matanza, el drama tiene poca presencia en nuestros libros de historia y en la conciencia colectiva, “hay una invisibilización”, en palabras de María Sierra, catedrática de Historia Contemporánea en la Universidad de Sevilla, que publica ahora ‘Holocausto gitano’ (Arzalia), obra que recoge esa y otras cifras, así como escalofriantes detalles, testimonios directos e imágenes, varios de ellos inéditos.

Toda la población gitana sufrió la política de discriminación racial de Hitler, de modo similar a los judíos. “Las familias fueron separadas; los adultos y niños, esterilizados; los bienes les fueron expropiados; se les destinó al trabajo esclavo; se les usó de cobayas médicas; unidades del ejército alemán los iban fusilando en su avance y fueron enviados a los campos de exterminio. Todo ello, por el hecho de ser gitanos”, apunta Sierra, en conversación telefónica.

Para ella, “la tendencia a minimizar el holocausto gitano por parte de algunos historiadores, diciendo que no fue tan grave como el judío, no se sostiene con los datos” y empieza a ser revertida en los últimos años.

Gitanos, romaníes, egipcianos, bohemios… las denominaciones han sido muchas a lo largo de los tiempos, pero “pueblan Europa desde la Baja Edad Media y ya en los siglos XIV y XV se habían asentado en la mayoría del continente, hasta viajaron a América acompañando al mismo Colón en sus naves. Es curioso que, con tamaña antigüedad, se siga destacando hoy su origen foráneo”.

Grupo de hombres y niños romaníes en el campo polaco de Belzec, en 1940

Grupo de hombres y niños romaníes en el campo de Belzec, en 1940 – US HOLOCAUST MEMORIAL MUSEUM

 

Sierra repasa la persecución de que han sido objeto a lo largo de los siglos, empezando con España donde “al igual que a los judíos y moriscos, una pragmática de 1499 los obligaba a abandonar su lengua y su indumentaria y someterse a la obediencia de algún señor”. En 1749, el rey Fernando VI organizó la Gran Redada, “el apresamiento general de toda la población gitana del país”. También se ocupa de su amplia representación en arte y literatura (Cervantes, Molière, Defoe…) así como de su integración en el imaginario de algunas naciones, como la española.

En el siglo XX, “si bien es verdad que la dedicación a la música y otros espectáculos era la actividad laboral de bastantes familias romaníes, las actividades económicas de la comunidad eran más variadas de lo que la percepción mayoritaria registra”, lo que provocó que las confiscaciones nazis abarcaran no solo cuentas corrientes, sino inmuebles, objetos y obras de arte. “Aunque el discurso oficial los identifica con el nomadismo, la realidad es que buena parte ya eran sedentarios y vivían en sus pisos o casas”. Algunos fueron incluso héroes de guerra contra los nazis, como el condecorado ingeniero soviético Aleksandr Baurov.

Muchos países europeos los identificaron con la delincuencia en los años 20, basándose en fantasiosos informes científicos “que racializaban la propensión al crimen. La ciencia es un producto de su época y es increíble cómo la usa el poder para obtener legitimidad a sus argumentos”. Pero Sierra quiere dejar claro que lo que hicieron los nazis no fue continuar una secular represión sino que “añadieron elementos nuevos sustanciales, nada menos que el genocidio, decidieron el exterminio físico sistemático de esta población, considerada colectivamente inferior”.

Settela Steinbach, gitana holandesa, asoma la cabeza, en 1944, desde el vagón que la lleva a Auschwitz, donde morirá gaseada

Settela Steinbach, gitana holandesa, asoma la cabeza, en 1944, desde el vagón que la lleva a Auschwitz, donde morirá gaseada. OPEN BEELDEN

 

 

 

Durante los años 30, científicos alemanes estudiaron de manera personalizada a 24.000 gitanos, entrevistando a familias, a menudo bajo amenazas, extrayéndoles sangre, tomando moldes de sus cabezas… “La policía nos medía la nariz y las orejas –cuenta la superviviente Philomena Franz– y anotaba el color de nuestro cabello y muchas cosas más”. Al frente de buena parte del operativo, el siniestro doctor Robert Ritter, ayudado por la enfermera Eva Justin, cuyos informes y clasificaciones, entre otros, sirvieron para enviar a la muerte a decenas de miles de personas. Sin embargo, “tras la guerra, no rindieron cuentas de nada, estos científicos siguieron ejerciendo cargos públicos y el resultado de los escasos juicios a los que se les consiguió someter fue decepcionante”, lamenta Sierra, quien recuerda que incluso en los años 50 y 60 “los tribunales alemanes argumentaban que los gitanos no habían sido perseguidos por motivos raciales sino policiales, por su tendencia la delincuencia”.

Ritter fue, tras la caída de los nazis, profesor de Criminología en la Universidad de Tubinga, y luego trabajó en el servicio de salud de Francfort como psicólogo infantil. “Los judíos sí pudieron cambiar las cosas a partir de los años 60, con algunos juicios muy sonados, como el de Eichmann, pero los gitanos tienen que esperar a los años 80 para obtener un muy mínimo reconocimiento institucional de la situación”.

Francia tampoco queda bien parada. Entre la de Vichy y la ocupada, recluyó a 6.000 gitanos en campos de trabajos forzados en condiciones lamentables, y envió el Convoy Z a Auschwitz, “con 352 gitanos hacinados en vagones de ganado”. España, como país no ocupado, “no fue prácticamente afectada” por las deportaciones de gitanos a campos de exterminio.

Capítulo especial merece el proyecto de Heinrich Himmler de construir una reserva –a la manera de las de los indios de América– donde “algunos clanes puros de romaníes pudieran moverse con cierta libertad en una especie de reducto casi zoológico”, donde también serían estudiados por científicos. En 1942, se puso en marcha la iniciativa, que según algunos iba a realizarse en el paraje del lago Neusiedl, entre Austria y Hungría. Himmler seleccionó a 4.000 personas que, por su “buen comportamiento”, eran merecedores de aquella “salvación colectiva” Martin Bormann, secretario personal del mismo Hitler, detuvo el proyecto asegurando que el Führer no estaba de acuerdo.

El doctor Robert Ritter y su ayudante Eva Justin extraen una muestra de sangre a un sinto, para sus estudios raciales, que llevaron a la muerte a miles de personas. Foto tomada en Stein in der Pfalz en 1938

El doctor Robert Ritter y su ayudante Eva Justin extraen una muestra de sangre a un sinto, para sus estudios raciales, que llevaron a la muerte a miles de personas. Foto tomada en 1938. ARCHIVO FEDERAL DE ALEMANIA

 

La obra se ocupa de los músicos y rompe algunos tópicos. “Los nazis les hacían cantar y tocar, pero les castigaban incluyéndolos en las orquestas que acompañaban actividades como trabajos forzados o ajusticiamientos. Hay una visión romántica idealizada, en novelas y películas, de lo que les permitía la música pero fue utilizada como mecanismo de represión y encuadramiento”.

Auschwitz fue el escenario de algunos de los más horrendos crímenes, con “un campo familiar específico”. Los testimonios incluidos en el libro de Sierra son pavorosos. Hubo prisioneros que no sabían ni que lo eran, y lo descubrieron al ser detenidos. Hubo mujeres obligadas a prostituirse para la tropa, torturas de enorme sadismo, tras las cuales los soldados llevaban a los muertos atados en palos como ciervos en cacerías… “El doctor Mengele les daba caramelos a los mismos niños que luego utilizaba en sus experimentos”…

Lo que Sierra ve mas preocupante es que “el antigitanismo persiste hoy, de un modo a veces light, banal, en un tipo de comentarios que ya se daban en los años 30. Es increíble, con todo lo que han pasado. Deberíamos hacérnoslo mirar…”

Prisioneros romaníes en fila para ejecución. Fotografía encontrada en el bolsillo de un soldado alemán en la URSS.

Prisioneros romaníes en fila para ejecución. Fotografía encontrada en el bolsillo de un soldado alemán en la URSS. NIOD

 

 

 

 

 

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