Los seis retos de Boris Johnson como primer ministro de Reino Unido
El ex alcalde de Londres lleva tres años basando su estrategia política en el abandono de la Unión Europea
Boris Johnson ya es, a falta de que tome posesión oficial del cargo, el nuevo primer ministro del Reino Unido. El ex alcalde de Londres lleva tres años basando su estrategia política en el abandono de la Unión Europea, pero más allá del Brexit el conservador apuesta por mejorar los servicios sociales a la vez que pretende reducir los impuestos a las rentas más altas. Con su postura acerca de Irán todavía por resolver, y su figura generando rechazo en las áreas independentistas del país, Johnson se presenta como un jefe de Gobierno que puede fragmentar aún más el Parlamento británico.
BREXIT, SÍ O SÍ, EL 31 DE OCTUBRE
El principal motivo de su perfil divisor está en la forma en que pretende que el país abandone la UE. A pesar de que ha intentado convencer a la opinión pública de que prefiere no hacerlo sin acuerdo, asegurando que hay «una posibilidad entre un millón de que eso ocurra», lo cierto es que también ha prometido que el próximo 31 de octubre el Reino Unido consumará el Brexit de una vez por todas sea como sea.
Es por eso que dentro de su propio partido ya ha nacido una facción contraria en la que han confluido los que abogan por la permanencia y los que todavía se mantienen leales al acuerdo alcanzado por May y que él tacho de «un pedazo de mierda», por lo que Johnson no tiene garantizada ni siquiera la mayoría simple que obtuvieron los tories.
Por el momento, el nuevo primer ministro ha intentado mostrarse dialogante con la Unión Europea, con quien sigue convencido de poder negociar un acuerdo mejor y a quien aun así ha amenazado con no pagar los más de 40.000 millones de euros de factura de salida si no hay entendimiento, pero de momento sólo ha prometido que resolverá el escollo de la salvaguarda irlandesa por medio de la tecnología, algo que Bruselas se resiste a creer y sobre todo a aceptar.
INCERTIDUMBRE CON IRÁN
Johnson está evitando posicionarse claramente con respecto a la crisis entre Estados Unidos e Irán, pero el hecho de que éstos últimos retuviesen un barco con bandera británica no le deja más opción que pronunciarse cuanto antes. Trump ha confesado su admiración y la amistad personal que le une al nuevo primer ministro, pero éste último ha optado por distanciarse de él durante la campaña.
De hecho, y a pesar de que la perspectiva ‘brexitera’ es la de alejarse de la Unión Europea para acercarse a los americanos, cuando Boris era ministro de Exteriores hace apenas un año viajó a EEUU para convencer a su presidente de que no abandonasen el acuerdo nuclear. El acercamiento entre ambos países puede prosperar a partir del Brexit en áreas como el comercio, pero parece que en esta ocasión, y según dijo Johnson en uno de sus debates más recientes, no apoyará acciones militares contra Irán porque no cree que sea lo que más le conviene a Occidente.
ESCOCIA, UN PUNTO DÉBIL
Dentro de sus fronteras el nuevo primer ministro deberá concentrarse también en mantener cohesionado al Reino Unido, y es por eso que ya está planeando una gira inmediata por Belfast, Edimburgo y el norte de Inglaterra, pero sus propuestas sobre el Brexit y su propia persona generan cierto rechazo en esa zona del país. La propia Nicola Sturgeon le ha atacado durante la campaña asegurando que está «desconectado de la corriente de opinión mayoritaria en Escocia» y ha respaldado las acusaciones del líder del SNP en Westminster en las que éste le tacha directamente de «racista».
La última encuesta de YouGov, además, apunta a que los votantes ‘tories’ estarían dispuestos a la fractura del país con tal de conseguir el Brexit, mientras que otras como la del ‘Sunday Times’ sugerían que los escoceses podrían inclinarse definitivamente hacia la independencia si Johnson alcanzaba el poder. Él, por su parte, y a pesar de que el ex premier Gordon Brown ya le ha advertido de que puede ser el último primer ministro del Reino Unido si no cuida el tema escocés, opina que un Brexit bien llevado puede reforzar los lazos de unión del país.
INMIGRACIÓN CONTROLADA PERO SIN LÍMITES RESTRICTIVOS
En cuanto a los extranjeros que planean trasladarse al país Johnson tiene claro que no quiere acatar el objetivo de reducir a menos de 100.000 el número de inmigrantes que puedan entrar cada año en el país pero sí que quiere instaurar un sistema de puntos al estilo australiano. Para él, lo fundamental a la hora de decidir si alguien puede o no entrar está en si llega con una oferta de trabajo o si tiene un buen nivel de inglés, entre otros factores, aunque todavía tiene que perfeccionar el nuevo sistema de inmigración que planea implantar el país a partir del Brexit. Eso sí, pretende asegurarse de que los extranjeros no puedan pedir ayudas sociales desde el mismo momento en que aterricen, sino que tendrán que ir ganándoselas a través de tiempo y/o cotización.
REDUCCIÓN DE IMPUESTOS PARA LAS RENTAS ALTAS
El nuevo primer ministro tiene pensada además una reducción de impuestos en los salarios tanto por arriba como por abajo con la que pretende aliviar a la clase media y a la que se encuentra más desprotegida dentro del mercado laboral. La idea del conservador es elevar la frontera a partir de la que empieza el gravamen máximo de los 55.600 euros anuales actual hasta los 89.000, además de elevar también la barrera a partir de la cual un trabajador debe empezar a cotizar, aunque no ha dado más detalles concretos en este sentido.
Con quien tampoco ha mantenido una relación especialmente fluida en el pasado ha sido con las empresas, de las que llegó a decir «¡Que les jodan!» durante un congreso de Airbus en el que se le preguntó por la petición que habían lanzado para que Londres y Bruselas llegasen a un acuerdo.
FINANCIACIÓN PARA LOS SERVICIOS SOCIALES
En cuanto a los servicios sociales, eso sí, tiene claro que debe mantener el modelo de gratuidad universal en el NHS e incluso uno de sus afines, el ministro de Salud, Matt Hancock, ha anunciado la intención del nuevo Gobierno de subir el sueldo a los funcionarios que trabajen en el sector. La educación también se vería beneficiada de una inyección de dinero público que podría verse traducida en más de 5.500 euros por cada alumno de primaria y secundaria además de reducir los intereses para los préstamos universitarios.