Cultura y Artes

Los tecnólogos de Silicon Valley no quieren que sus hijos usen los dispositivos que ellos fabrican

La gente que está más cerca de una situación es a menudo quien más preocupada está al respecto. Los tecnólogos saben en verdad cómo funcionan los móviles y han decidido que no quieren que sus hijos se acerquen a ellos.

Una preocupación que se ha ido acumulando poco a poco está convirtiéndose en un consenso que abarca toda una región: las pantallas pueden ser malas para los niños, sus beneficios como herramienta de aprendizaje se han exagerado y los riesgos de adicción y obstaculización del desarrollo son altos. El debate en ese sector ahora se enfoca en cuál es el nivel de exposición adecuado.

“El que no pasen nada de tiempo frente a una pantalla es casi más fácil que si las usan solo un poco”, dijo Kristin Stecher, una investigadora de informática social quien está casada con un ingeniero de Facebook. “Si mis hijos tienen tiempo de pantalla, solo quieren más y más”.

Stecher, de 37 años, y su esposo, Rushabh Doshi, de 39 años, hicieron una investigación sobre el tiempo de uso de las pantallas y llegaron a una conclusión sencilla: querían que fuera casi nulo en su hogar. Sus hijas, de 5 y 3 años, no tienen permitido verlas en la casa y solo pueden usarlas durante un viaje largo en auto o en avión.

Hace poco, la familia suavizó este enfoque. Ahora, todos los viernes por la noche, ven una película.

Stecher, quien está embarazada, cree que se acerca un problema en el futuro cercano: a Doshi le encantan los videojuegos y cree que pueden ser un medio educativo, pero ella no.

De manera similar, algunas de las personas que crearon programas para ver video ahora están horrorizadas por la cantidad de lugares en donde es posible reproducir videos.

Cuando le preguntamos sobre cómo limita el tiempo en pantalla para los niños, Hunter Walk, quien durante años fue director de productos en Google y supervisó los proyectos de YouTube, envió una foto de una bacinica que tiene un iPad incluido: “Este tiene la etiqueta: ‘Productos que no compramos’”.

Athena Chavarria, quien trabajó como asistente ejecutiva en Facebook y ahora está en la rama filantrópica (la iniciativa Chan Zuckerberg), fue tajante: “Estoy convencida de que el diablo vive en nuestros celulares y está arruinando la mente de nuestros jóvenes”.

Chavarria no dejó que sus hijos tuvieran un teléfono celular sino hasta el bachillerato y aún tienen prohibido usar sus celulares cuando están de pasajeros en el auto y limita su utilización en casa.

“Otros padres me preguntan cosas como: ‘¿No te preocupa no saber dónde están tus hijos cuando no puedes encontrarlos?’”, comentó Chavarria. “Yo les respondo: ‘No, no necesito saber dónde están mis hijos cada momento del día’”.

Para los líderes en tecnología, esta es la hora de la verdad sobre su trabajo: ver cómo las herramientas que construyeron causan un impacto en sus hijos.

Uno de ellos es Chris Anderson, el exeditor de la revista especializada Wired y ahora director ejecutivo de una empresa de robótica y drones, así como fundador de GeekDad.com, sitio web sobre crianza para una comunidad de amantes de la tecnología.

“En la escala entre los dulces y la cocaína en crack, se parecen más a la droga”, dijo Anderson sobre las pantallas. Agregó que los tecnólogos que crearon estos productos y los escritores que observaron la revolución tecnológica fueron ingenuos.

“Creímos que podríamos controlarlo”, dijo Anderson. “Controlarlo está más allá de nuestro poder. Estas tecnologías van directamente a los centros de placer del cerebro en desarrollo. Entender la situación está más allá de nuestra capacidad”.

Tiene cinco hijos y doce reglas tecnológicas. Incluyen: no usar celulares hasta el verano antes del bachillerato, no usar pantallas en las habitaciones, atenerse a bloqueos de cierto contenido en la red compartida en el hogar, no usar redes sociales hasta los 13 años, no tener iPads y que sus celulares tengan activado Google Wifi para controlar los horarios que pueden pasar frente a la pantalla. Si alguno de ellos se porta mal, su castigo es no tener acceso a internet durante veinticuatro horas.

“No supe qué les estábamos haciendo a sus cerebros, sino hasta que comencé a observar los síntomas y las consecuencias, dijo Anderson.

“Hemos cometido todos los errores imaginables, y creo que por lo menos con uno de nuestros hijos nos equivocamos mucho”, agregó. “Vimos cómo comenzaba a hacerse adicto y hubo algunos años perdidos que nos hacen sentir mal”.

La idea de que los padres de Silicon Valley están preocupados por la tecnología no es nada nuevo. Los padrinos de la tecnología expresaron estas preocupaciones hace años y los que más se han inquietado son los que están en la cima de la industria.

Tim Cook, el director ejecutivo de Apple, ha dicho que no dejaría que su sobrino se uniera a las redes sociales. Bill Gates les prohibió los celulares a sus hijos hasta que fueran adolescentes. Steve Jobs no dejaba que sus hijos se acercaran a los iPads.

Sin embargo, durante el último año, varias personas de alto perfil en Silicon Valley han sonado la alarma en términos cada vez más fatídicos respecto a lo que estos dispositivos le hacen al cerebro humano. De pronto, parece casi una obsesión en contra: en la zona, el centro neurálgico de desarrollo tecnológico, cada vez más hogares implementan reglas de cero tecnología dentro de la casa. A las niñeras les están pidiendo que firmen contratos para comprometerse a no dejar a los menores usar celulares… y tampoco usarlos ellas.

Los que han expuesto a sus hijos a las pantallas intentan prevenir que se vuelva una adicción al explicarles cómo funciona la tecnología.

John Lilly, un capitalista de riesgo que vive en Silicon Valley y fue director ejecutivo de Mozilla, dijo que intenta ayudar a que su hijo de 13 años entienda que quienes crearon la tecnología lo están manipulando.

“Intento concientizar a mi hijo sobre que alguien escribió código para hacerlo sentir así. Trato de ayudarlo a comprender cómo están hechas las cosas, los valores que se les están adjudicando y lo que la gente está haciendo para producir ese efecto”, dijo Lilly. “Y él me dice: ‘Solo quiero gastar veinte dólares para tener otra ropa en Fortnite’”.

También están aquellos tecnólogos que no están de acuerdo con el argumento de que las pantallas son peligrosas. Jason Toff, de 32 años, quien dirigió la plataforma de video Vine y ahora trabaja para YouTube, deja que su hijo de 3 años juegue con un iPad; argumenta que de manera inherente no es mejor ni peor que un libro. Esta opinión no es nada popular entre sus compañeros del sector tecnológico, tanto es así que siente que ahora hay “un estigma”.

Ayer me preguntaron: ‘¿No te preocupa que todos los grandes ejecutivos estén limitando el tiempo que sus hijos pasan frente a las pantallas?’”, dijo Toff. “Respondí: ‘Quizá deba preocuparme, pero supongo que siempre me he mostrado escéptico respecto a las normas’. La gente simplemente le teme a lo desconocido”.

Dijo que piensa en su propia infancia, cuando creció viendo muchos programas de televisión. “Al final me fue bien”, indicó.

Otros padres de Silicon Valley dicen que hay maneras para que sea menos tóxico dejar que los niños pasen un tiempo limitado frente a las pantallas.

Renee DiResta, un investigador de seguridad en el consejo del Center for Humane Tech, no permite el tiempo pasivo frente a las pantallas, pero sí un breve periodo de juegos desafiantes.

Quiere que sus hijos de 2 y 4 años aprendan cómo programar desde pequeños, así que fomenta la conciencia que tienen de sus dispositivos. Sin embargo, distingue entre estos tipos de uso de pantalla. Jugar un juego de construcción está permitido, pero ver un video de YouTube no, a menos que sea en familia.

Frank Barbieri, un ejecutivo que vive en San Francisco y trabaja en la empresa emergente YuMe, que distribuye publicidad de marca en video digital, limita el tiempo que su hija de 5 años pasa frente a las pantallas y solo deja que escuche contenido en italiano.

Había leído estudios sobre los beneficios de aprender una segunda lengua desde una edad temprana para la mente en desarrollo, así que su hija ve películas y programas de televisión en italiano.

“Honestamente, para decidir cuál idioma, mi esposa y yo nos preguntamos: ‘¿Qué lugar nos gustaría visitar?’”, dijo Barbieri.

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Este texto fue publicado originalmente en The New York Times en español.

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