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Los últimos pasos de Antonio Machado en Collioure

El escritor e hispanista Ian Gibson visita la ciudad del rosellón francés para reconstruir los últimos días del poeta durante su exilio en Francia, que cuenta en el libro Los últimos caminos de Antonio Machado (Espasa)

Para Antonio  Machado la vida es un lugar de paso en el que somos peregrinos. Las huellas son el único testimonio de la travesía acometida. El camino machadiano es consustancial a la obra del poeta, de cuya muerte en Collioure se cumplen 80 años el 22 de febrero. Su biografía entera está tejida con el hilo de esos senderos que volcó en los versos de Campos de Castilla. Su poesía encuaderna una vida que acabó en el exilio en Francia, frente a las aguas del mar mediterráneo.

En las calles de esta ciudad del Rosellón francés donde debió exiliarse el escritor en compañía de su madre y su hermano, un viento frío barre las calles y bate los árboles preñados de naranjas y limones. Este lugar al que fue a morir Machado, en 1939, conserva algo del Palacio de Dueñas sevillano que tan presente estuvo en la memoria de Antonio Machado hasta sus últimos días. No en vano su hermano José encontró en el viejo gabán del poeta un trozo de papel arrugado en el que estaba escrita, a mano, una frase: “estos días azules y este sol de la infancia”. Nunca dejó de pensar en Sevilla. Nunca.

«Si García Lorca es el símbolo de los fusilados de la Guerra Civil, Antonio Machado lo es de los exiliados españoles en Francia»

El escritor e hispanista Ian Gibson ha venido de visita a este lugar para reconstruir los últimos días del poeta, la etapa final de su vida, que cuenta en el libro Los últimos caminos de Antonio Machado (Espasa). Se trata de un libro de unas doscientas páginas, que traza un recorrido biográfico y literario de Machado desde su infancia en Sevilla, su paso por Baeza, Soria, Segovia, París y Madrid, un periplo vital que encuentra su final en Colliure, ciudad a la que llegó tras dejar Barcelona, entonces asediada por una inminente ocupación de las tropas de Franco y de la que salió con apenas lo puesto.

“Machado es el símbolo de la tragedia de este país y si Federico García Lorca es el símbolo de los fusilados de la Guerra Civil, Antonio Machado lo es de los exiliados españoles que hicieron este mismo viaje a Francia. No tiene sentido traer sus restos a España, porque mientras sus restos estén aquí, la gente recordará a esos españoles que murieron fuera de su tierra”. Gibson habla de estas cosas dando la espalda al mar, mientras camina por el puerto, desde donde puede verse la pensión Bougnol-Quintana, hoy llamada Casa FH Quintana, donde el poeta y su madre murieron con apenas tres días de diferencia.

Ian Gibson, en la tumba de Antonio Machado.

Ian Gibson, en la tumba de Antonio Machado. Asis G. Ayerbe

«Aquí en Francia lo acogieron. Le dieron camisa, porque no tenía; le dieron casa; le dieron comida… hasta para los sellos le dieron, porque no tenían nada. Hubo tanto amor para con Machado en Francia, que hasta un chico ferroviario que había leído sus poemas le llevó un cuaderno donde había apuntado sus versos, que se sabía de memoria. También le trajo libros en español para que los leyera», dice Gibson sobre aquellos dos ejemplares de Baroja y Blasco Ibáñez que fueron a parar a las manos del poeta.

La antigua posada Bougnol-Quintana, hoy sólo Casa Quintana, está cerrada a cal y canto. Es una casa de tres plantas que preside la calle que hoy lleva el nombre del poeta. Apenas doscientos pasos separan la puerta de su tumba, en el cementerio de Colliure, donde fue enterrado durante una ceremonia laica marcada por la sobriedad. El propio Machado pidió que no hubiese ningún sacerdote y aunque Francia ofreció un funeral para el poeta, en París, la familia prefirió mantener a Machado en el modesto cementerio de la ciudad.

El hispanista Ian Gibson poco antes de lanzar un clavel rojo sobre la tumba de Antonio Machado JOSÉ ANTONIO LUNA (El Periódico)

Aquel día, las autoridades locales, al tanto ya de la importancia de Machado, permitieron que doce soldados españoles presos en el Castillo Real de Collioure salieran para llevar en hombros el ataúd del poeta. Algunos refugiados escapados de los campos de concentración cercanos Argelès-sur-Mer y Saint Cyprien también se acercaron para despedir al poeta. “Con Machado desaparece, a la caída de la República, una de las más altas personalidades literarias de Europa y un sincero amigo de Francia”, dijo el alcalde de Bayuls aquella tarde.

Apenas doscientos pasos separan la puerta de su tumba, en el cementerio de Colliure, donde fue enterrado durante una sobria ceremonia laica

Gibson reconstruye lo ocurrido aquel día en su libro y rememora los detalles junto a la tumba de Machado tras leer en voz alta los primeros versos del poema Autorretrato, que lleva impreso en un folio. Al acabar, Gibson deposita el poema en el pequeño buzón al que llegan cartas de todo el mundo y que el Ayuntamiento de Collioure recoge y clasifica, para convertir este lugar en un espacio vivo. “Francia forma parte de Machado, su poesía no se entiende sin París, ni la influencia de Verlaine y Valery, pero es que además, es aquí donde está su memoria”, asegura el hispanista, quien hace ya unos años publicó Ligero de equipaje, la biografía dedicada al poeta.

La figura de Antonio Machado es, dice Gibson, la muestra de que España no se ha reconciliado y que tampoco ha hecho lo suficiente. “Cuando España haya sanado, al fin, y tenga una derecha más razonable y una izquierda más unida y haga algo por la memoria histórica, quizá sea posible traer los restos de Machado a España. Pero mientras sigamos con la crispación y la momia de Cuelgamuros va a ser difícil”, zanja Gibson, no sin ironía. Quedan pocos días aún para el 22 de febrero, la fecha exacta del aniversario. A Collioure viajará el presidente de gobierno Pedro Sánchez, para depositar una ofrenda en honor al poeta.

Detalle de la cubierta del libro de Gibson publicado por Espasa.

Detalle de la cubierta del libro de Gibson publicado por Espasa.
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