Cultura y Artes

Luchas intestinas por el poder en las barras bravas

Maxi Mazzaro, en el centro de la imagen.

La estrategia militar de las barras bravas argentinas cambió hace una década, cuando su negocio económico se hizo lo suficientemente grande como para perder energía en enfrentarse contra las hinchadas de equipos rivales. El robo de una bandera con los colores ajenos pasó a ser una nimiedad en comparación a poner en riesgo sus millonarios ingresos. Desde entonces son más habituales, pero igual de sanguinarias, las peleas entre las facciones internas de un club que entre parcialidades contrarias. El fratricidio entre Rafael Di Zeo, el líder de la barra de Boca que el martes abrió paso al ómnibus que llevaba el plantel de su equipo hacia el aeropuerto de Buenos Aires y al que una jueza ha autorizado a viajar a Madrid, y Maximiliano Mazzaro, el jefe disidente que este jueves fue rechazado por las autoridades españolas del aeropuerto de Madrid-Barajas Adolfo Suárez cuando pretendía ingresar en España, forma parte de esa lógica.

Según datos de Salvemos al Fútbol, una asociación civil que trabaja por un fútbol sin violencia, el 50% de las peleas en este deporte en Argentina durante 2006 habían sido entre hinchas rivales. Ese porcentaje se desplomó al 10% en 2017, entre otros motivos porque los espectadores visitantes ya no pueden acudir a los estadios. En ese lapso, de acuerdo al trabajo de los sociólogos Diego Murzi y Fernando Segura, el 60% de las muertes fue por peleas internas y el 30% entre equipos rivales. O sea, el doble. Todos los clubes tienen peleas domésticas y la historia entre Di Zeo y Mazzaro se escribió con sangre y balas.

Di Zeo llevaba varios años como jefe de la barra de Boca, la Número 12, cuando en 2007 cayó preso por una pelea contra hinchas de Chacarita. En los tres años que permaneció detenido en un apartado VIP de la cárcel, y mientras era visitado por los jugadores del plantel y funcionarios públicos, dos de sus sucesores tomaron el poder de la barra, Mazzaro y Mauro Martín. En 2010 Di Zeo recuperó la libertad pero sus lugartenientes no aceptaron devolverle el liderazgo: le dijeron que su tiempo había pasado.

Según reconstruyó el periodista más especializado en el submundo de las barras, Gustavo Grabia, Di Zeo sintió una doble traición y se dispuso a cobrarla bajo sus códigos. El jefe desplazado recordó que en 2004 había salvado a Mazzaro cuando otro barra de Boca, camino al Monumental para un clásico, le recriminó a los líderes que no repartían el dinero con el resto de los integrantes. No solo fue una discusión verbal: a Mazzarro le clavaron un cuchillo en el hígado y salvó su vida gracias a la intervención de Di Zeo primero y de los médicos después.

Dos años más tarde, durante un partido que los violentos jugaban en las instalaciones de Boca –entonces presidido por el actual Jefe de Gobierno de Argentina, Mauricio Macri-, el atacado a balazos por un barra disidente fue Martín. Y otra vez, según el relato de Di Zeo, el entonces jefe de la barra lo defendió en medio de los disparos. Eran tiempos en que la amistad ponía a salvo el negocio. “La 12 cobra por brindar protección a los concesionarios de comida y bebida del estadio –escribió Grabia en la revista digital Anfibia–. El que no paga se expone a que le rompan los puestos. La 12 tiene el estacionamiento en las calles de la ciudad. La 12 hace diferencias con la reventa de entradas. Por sus manos también pasa la plata de la venta de drogas en la Bombonera y los tours de turistas que quieren ir a la popular”.

Di Zeo recupera el liderazgo

Cuando Di Zeo salió de la cárcel, Martín y Mazzaro habían formado sus propios grupos de combate y por un tiempo consiguieron mantener lejos al exjefe. No fue gratuito: en 2012, cuando Boca jugaba en Santa Fe y la barra debía salir a la ruta, 40 francotiradores se apostaron sobre un puente y vaciaron sus armas contra el auto en el que viajaba Martín, que se salvó de milagro. Hasta que pocos meses después, la cadena de favores y negociaciones ocultas entre barras, políticos y justicia terminó jugando a favor de Di Zeo en un hecho extrañísimo.

El perro pequinés de uno de los millones de vecinos de Buenos Aires orinaba seguido en la puerta de una casa equivocada: la de un familiar de Martín, que llamó al jefe de la barra para intimidar al dueño de la mascota, Ernesto Cirino. Al final acudieron varios barrabravas que actuaron bajo su ley: mataron a Cirino. Martín terminó preso pero en su declaración delató que también Mazzaro había estado en el lugar. La 12 expulsó a Martín por traición y el poder de la barra quedó únicamente para Mazzaro, a quien sin embargo la Justicia también pidió detenerlo, por lo que debió pasar a la clandestinidad. Algunos meses después, Di Zeo y Martín volvieron a unirse y aprovecharon la situación de Mazzaro para quedarse con el liderazgo, como volvió a quedar en claro este martes, cuando escoltaron el ómnibus del plantel en el comienzo de su traslado a Madrid.

De una batalla para tomar el control de la hinchada, en 2013, en la que murieron dos barras, Di Zeo fue procesado como presunto “instigador” de “doble homicidio agravado y abuso de armas”, figura por la que podría ser condenado a prisión perpetua. La otra causa que pesa sobre el jefe de la hinchada es por encubrimiento agravado: la Justicia investiga si en 2016 ayudó a la fuga de un barra cuando estaba a punto de ser detenido por secuestro. Di Zeo no puede ingresar a las tribunas argentinas desde 2017 por las causas judiciales que arrastra. En tanto, Mazzaro fue procesado y acusado en 2013 como supuesto partícipe necesario del homicidio de Cirino y estuvo un año y medio preso hasta que en 2014 fue absuelto.

El disidente Mazzaro no pudo ingresar a España y aunque Di Zeo fue autorizado por la Justicia argentina a dejar el país, pero su entrada al estadio Santiago Bernabéu no se ha permitido. Su abogado anunció este jueves que su defendido finalmente no viajará. El defensor letrado de Martín también dijo en las últimas horas que su defendido no volará a España. «No viaja nadie de la primera línea de la 12», dijo Rodrigo González, abogado de Martín.

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