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Luis Betancourt Oteyza: El Desprecio por la Vida

 

 

«El odio como factor de lucha. El odio intransigente al enemigo,

que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano

y lo convierte en una efectiva, selectiva y fría máquina de matar»

Ernesto «Che» Guevara, abril de 1967

 

A Fernando Albán, Concejal de Caracas, no lo conocí y confieso que ni siquiera sabía de su existencia pero ha sido secuestrado por el Sebin a su regreso al país el 5 de octubre y asesinado el lunes 9 del mismo mes. Su caso no es el primero bajo este régimen y ojalá sea el último.

El ministro del interior declaró, sólo después de su muerte, que estaba detenido por una supuesta vinculación con el extraño episodio de unos «drones» que espantaron a todos los presentes durante el desfile de la GN en la avenida Bolívar el pasado 4 de agosto; sin embargo, hasta la fecha no ha aclarado cuáles eran esas vinculaciones en el fantasioso hecho, con quiénes eran ni de dónde surgieron. Nada. Por su parte, el llamado fiscal Saab, sin la investigación previa de rigor, se apresuró, la misma mañana del asesinato, a decretar que fue un caso de suicidio, sin tampoco explicar por qué estaba secuestrado por el Sebin ni cuál causa se le seguía. Nada.

Ninguna de las dos versiones han sido aceptadas por la opinión nacional ni extranjera; por el contrario, numerosos países han procedido a exigir una aclaratoria del hecho o han expresado su condena, por evidente.

La generalidad de las críticas por el horrendo caso destacan que estaba bajo el poder del gobierno que debía velar por su vida y no lo hizo. No indican, sin embargo, que estaba detenido, secuestrado y desaparecido, sin causa, y que allí comenzó el crimen. No obstante, ambas circunstancias no son lo más resaltante de este caso, como tampoco la forma en que le quitaron la vida a un detenido en un sótano pero que, misteriosamente, cayó desde un décimo piso por obra de los verdugos de toda la escala del poder.

Jorge Antonio Rodríguez

No pocos han recordado la muerte, como consecuencia de torturas que sufrió, durante la primera presidencia de CAP, del dirigente fundador de la Liga Socialista, Jorge Antonio Rodríguez, en la sede de la Disip, antecesora del hoy Sebin, en el año 1976, acusado de participar en el secuestro del industrial americano William Frank Niehous, pero hasta ahí llega el paralelismo: El entonces Ministro del Interior, Octavio Lepage, reconoció inmediatamente la muerte violenta de Rodríguez por funcionarios de su policía, luego los identificaron y procesaron. Nada se tapó, y si inicialmente se intentó de disfrazar como un suicidio, ello se descartó. El Fiscal General de la República, el jurista honorable José Ramón Medina, exigió y logró una exhaustiva investigación sin alcahuetear al gobierno a diferencia de la pantomima de Tarek William Saab.

A Jorge Antonio Rodríguez sí lo conocí y lo traté durante mi paso como dirigente de la fracción universitaria en la UCV de la Democracia Cristiana en aquellos 60′ y 70′. Fuimos miembros de la FCU, él como Secretario General, electo por la coalición extremista MIR-PCV, y yo como Subsecretario General, electo por la DC; tuvimos muchos enfrentamientos pero siempre nos respetamos, al punto que al graduarme me despidió en el acto del Aula Magna, como autoridad universitaria de la FCU en suplencia de Alexis Adam, presidente, con el comentario: «nos vas a hacer falta, carajito». Nuestros enfrentamientos fueron duros pero de respeto mutuo y declaro que me indignó su muerte: no la merecía, ni en la forma ni por la causa. Siempre he condenado la tortura, entre otras razones porque a mi padre, Pedro Betancourt Grillet, siendo Subteniente del Ejército, lo guindó el vicepresidente José Vicente (a) «Vicentico» Gómez por los testículos en Villa Zoila para que acusara a otros. Papá no cedió, no señaló a nadie y purgó luego ocho años en La Rotunda, donde sufrió los horrores de esa ergástula gomecista.

Delcy y Jorge Rodríguez

La peor consecuencia de esa muerte absurda de Jorge Antonio Rodríguez es el odio, del que se vanaglorió el Che, y el resentimiento que dos de sus hijos, Jorge y Delcy, traslucen en todas sus actuaciones como secuaces de esta satrapía, hoy a cargo de Maduro y ayer fundada por Chávez.  

Albán no es el primero en ser asesinado tras ser torturado, aunque trataremos que sea el último. Existen los lamentables ejemplos de estudiantes, diputados, militares y sindicalistas que han pasado o permanecen en mazmorras de la satrapía; jóvenes asesinados en manifestaciones a manos de policías y guardias, que lejos de controlar las protestas las han ahogado en sangre; manifestantes pacíficos tiroteados por francotiradores en los alrededores de Miraflores y Puente Llaguno, de Caracas, como quedaron filmados y grabados. Estudiantes de todas las universidades y obreros encarnecidos públicamente por bandas de colectivos armados y amparadas por policías y «guardias del pueblo» uniformados de Guardias Nacionales. Y todas esas víctimas, unidas a las del hampa promovida por un mensaje de resentimiento y odio social, los abandonados de la salud obligatoria y el hambre abonada por la corrupción, nos enseñan una cara atroz y peor que el abandono de la custodia al detenido y secuestrado por esbirros del chavismo. Se trata de la declaración siniestra pero inocultable de «Desprecio por la Vida» de los humanos.

Ello no es nuevo ni original de estos sátrapas: Rafael Leónidas Trujillo (a) «Chapita», en 1956 organizó el secuestro en Nueva York, USA, del exiliado vasco Jesús Galíndez, su traslado a República Dominicana y posterior asesinato; hasta se dice que fue incinerado en la caldera de un buque, se presume que luego de muerto, pues su cadáver nunca apareció. En los inicios de la formación de nuestra nación, y ya entrados en el siglo XX, los ganaderos del sur y occidente cazaban con rifles y carabinas wínchester 30-30 a los indios que aparecían en sus predios con la excusa que les robaban los ganados y no los consideraban seres humanos. Hitler ordenó matar a los campesinos y paisanos rusos durante su invasión en 1941 porque los consideraba «subhumanos«, aunque Stalin mató más rusos que su colega nazi y el comunismo ha costado a la humanidad más de 100 millones de seres humanos asesinados, a los cuales hay que agregar nuestra cuota de 500.000 en estos casi 20 años. Es el producto de una concepción inhumana y cruel como es y ha sido la de todos los regímenes tiránicos o totalitarios.

Ante este panorama, sólo nos queda exigir de nuestros soldados auxilio y justicia. Auxilio para los venezolanos que juraron proteger; auxilio contra la invasión cubana castrista que nos aherroja, como lo ha hecho con el pueblo cubano por casi 60 años; auxilio para salvar las vidas de los venezolanos; y auxilio para recuperar nuestra Soberanía, Libertad y Democracia. Son los únicos que pueden darnos ese auxilio que han reclamado y liderado nuestras Academias, Universidades e Iglesias a nombre de nosotros los indefensos ciudadanos ¡Ojalá no nos sigan fallando porque, como siempre, son nuestra única esperanza!

Caracas, 10 de octubre de 2018             Luis Betancourt Oteyza   

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