Luis Solano, editor: «Un libro ya no compite con otro libro, sino con Instagram, las series o irse de copas»
Santiago de Compostela, 1972. Su aventura editorial, Libros del Asteroide, pronto cumplirá 15 años. Aunque a él no le van las efemérides, sino dignificar el sector del libro descubriendo, uno a uno, títulos de peso.
2005 parecía un buen año para montar una editorial, cuando aún no se adivinaba la crisis. ¿Cómo le fue al principio?
Al principio muy bien, y luego la crisis no la sufrimos mucho, si la vemos con perspectiva. Me explico: poner en marcha un proyecto siempre es difícil, y nunca piensas que las cosas te irán rodadas. Así que, cinco años después, ya en plena crisis, la sensación que teníamos era que nos estaba costando implantar el proyecto, desarrollarlo, que se estaba retrasando un crecimiento que tendría que haberse dado antes. Creo que pasar la crisis en aquel momento fue bueno, porque es más fácil trabajar pensando que estás poniendo en marcha un proyecto que no que estás luchando contra los elementos.
La sensación desde fuera es que ahora a Asteroide le va bien: los libros se ven mucho, la crítica les trata bien…
Nuestra pendiente de crecimiento ha sido menos inclinada, menos tendida, y hemos tardado algo en llegar a donde estamos ahora: publicamos unos 20 libros al año, tenemos un equipo de cinco personas, vendemos a otros países -sobre todo a México, Argentina, Colombia y Chile-, y afianzar un ecosistema en el que nos sea favorable poder lanzar libros. Tenemos un sello reconocible, respetado por libreros y prensa, que significa que todo lo que hagamos, más o menos, será bien recibido… Otra cosa es que luego los libros funcionen, aunque suelen funcionar. Ahora bien, si nos comparas con otras editoriales de un tamaño parecido al nuestro, nosotros publicamos menos.
Yo descubrí Asteroide por puro azar con vuestro primer libro, ‘En busca del Barón Corvo’, de A.J.A. Symons. En la portada había una góndola, había cierto ambiente veneciano y lo compré a ciegas. Ahora es uno de mis libros favoritos. ¿Cómo llegó a ese libro olvidado?
El primer y el segundo libro, A la caza del amor, de Nancy Mitford, salieron a la vez. Yo los veo iguales: son dos libros de mitad del siglo XX, con derechos de autor vigentes… No publicamos libros del dominio público, lo que significa que los autores siguen vivos o se han muerto durante los últimos 80 años. Ya desde el principio había razones estratégicas que luego se han visto reflejadas en el catálogo. En el caso de A.J.A. Symons, era una apuesta por la no ficción narrativa, es decir, un libro que contaba un tema de no ficción, pero con ambición literaria. En busca del Barón Corvo es el primer libro concebido como una quête o quest, una búsqueda, en la que es tan importante el proceso de escribir la biografía como la biografía en sí. Era un libro que ya había estado publicado [Seix Barral, 1982] y lo rescatamos, que era algo que queríamos hacer: rescatar títulos que habían estado en circulación, que habían desaparecido, y que merecían volver.
¿Podría decirse que Asteroide es una editorial de rescate, de segundas oportunidades?
No me gusta el concepto, porque es la idea con la que nace la editorial, pero no es lo que la editorial ha sido más tarde, ni es ahora. Más que rescatar libros, lo que queríamos decir es que hay que leer libros buenos y estar al margen de la novedad, tendiendo hacia lo antiguo. Lo que hacíamos era elegir libros que ya habían sido leídos por otros, de modo que el lector final no era un conejillo de indias. Pero a los cuatro o cinco años empezamos a publicar obra contemporánea que no había sido editada antes, y eso es ahora más importante para nosotros que el rescate de obras olvidadas. En cualquier caso, el concepto de rescate es bueno, y me halaga que alguien pueda pensar que ésa es nuestra misión, porque significa que hay títulos contemporáneos que ya se ven como clásicos, y que los podemos leer ahora y también dentro de 40 años.
Más allá de las segundas oportunidades, hay otros hilos conductores en el catálogo de Asteroide. Por ejemplo, cuando parte del sector editorial apuesta por el ensayo, afirmando que la novela ya no vende como antes, ustedes siguen dándole peso a la ficción.
El público quiere seguir leyendo novelas, que le cuenten historias, pero tienen que estar bien contadas. Si tienes un libro de no ficción y una novela que está mal contada, preferirás la no ficción: al menos éste último te contará algo que pasó de verdad, y pensarás que te ha enseñado algo sobre lo que sea, sobre Chernóbil o la Transición.
¿Cómo debe ser una novela en el siglo XXI?
En este momento, la competencia del libro está en el audiovisual y las redes sociales. Por tanto, el libro tiene que ser mejor que nunca. Y tenemos que ser conscientes de que un libro ya no compite con otro libro, como antes, sino que compite con Instagram y las series, o con irse de copas con unos amigos. Si tenemos eso bastante claro, entonces es evidente que el libro tiene que ser mejor que hace 10 años. Y no por el dinero que te puede costar, sino por el tiempo que hay que invertir: si a un lector le estás pidiendo 10 horas de su vida, tienes que dar mucho a cambio. En el tiempo de Instagram, el valor está en una historia bien contada.
También publica libros de viajes, memorias personales, reportajes periodísticos…
Tenemos una sola colección y en ella cabe de todo: testimonios, novelas, biografías… Lo hacemos así porque cuando alguien va a una librería no va a buscar una novela, sino literatura, que puede ser de ficción o de no ficción. Ésa es la razón por la que está todo junto, y también porque no queríamos publicar muchos libros cada año. Lo que hay en común entre todos es que explican historias, siempre hay una historia detrás.
Hay varios autores que se relacionan con la editorial -ahora Graham Greene, antes Robertson Davies-, pero quizá su rescate estrella haya sido la obra periodística de Manuel Chaves Nogales.
Chaves estaba publicado, pero no muy bien: había ediciones de Juan Belmonte, matador de toros, y A sangre y fuego. Fue Jordi Amat quien me dijo que tenía que mirarme El maestro Juan Martínez, que estaba allí. Era un libro bastante desconocido, sólo aparecía en las obras completas que había publicado la Diputación de Sevilla. Así que hablamos con la familia y a partir de ahí hubo un interés creciente por la obra de Chaves, cuyo único mérito está en la valía del autor. Hemos tenido suerte de publicar cinco libros más más, y eso nos ha abierto la puerta a poder publicar a otros periodistas de la época, como Pla, Gaziel, Assía, y continuar por ahí.
Chaves Nogales representa el pensamiento de la Tercera España, ni inclinado a la izquierda ni a la derecha, firme defensora de los valores de la democracia liberal, y esa posición ideológica se advierte en otros títulos de la editorial. Y me pregunto si hay algún interés en Asteroide por el ‘tercerismo’.
Los editores tenemos una incidencia en la sociedad que siempre se ve a posteriori. Yo he necesitado que el tiempo pase para darme cuenta de eso: ¿qué incidencia tienes en la literatura de tu país, qué se considera importante, qué lee la gente? Ésa es una posición interesante, porque es la que más legado deja. Llevamos 14 años, pero si lleváramos 25 y pudieras mirar atrás y ver que, de alguna manera, has redefinido el canon, eso sería muy interesante. Chaves Nogales tiene una posición que es la que tendríamos que tener todos los españoles con la Guerra Civil: era un azañista convencido, defensor de la legalidad de la Segunda República, que sabe que los militares se rebelan contra esa legalidad, pero que cuando ve que el gobierno legítimo ha pasado a manos del comunismo y hay una España revolucionaria enfrentada a la nacional, tiene que irse al exilio, repudiado. La posición de la Tercera España es perfectamente defendible hoy, y la que deberíamos tener todos, independientemente de nuestros antepasados. De Chaves se ha hecho un uso partidista por ambos bandos, y no sé si a él le hubiera gustado.
Hay otro hilo conductor en el catálogo, que es contra el totalitarismo. Hay testimonios y biografías que explican el horror y el desastre que rodearon el ascenso del nazismo, los ataques nucleares contra Japón, la dictadura militar argentina, el genocidio jemer o la revolución china.
Eso encaja en el concepto de contar la historia a través de testimonios, y que sean ellos quién nos hablen. El siglo XX ha sido convulso, hemos tenido testimonios de todo lo que dices: de la Guerra Civil, de la dictadura argentina, de la Alemania nazi, de los jemeres rojos… Y esas voces cuentan cómo les afectó y lo hacen a través de la literatura. Por desgracia, para que la Historia se pueda convertir en literatura, tiene que ser dramática. Tenemos muchos libros ambientados en Estados Unidos en los años 50, por ejemplo, y más allá del ennui que pudieran sentir los narradores, hay poca historia que contar, porque se da en un sistema político que funcionaba bien, que da una idea de progreso claro. No hay mucho que contar.
Nuestro tiempo actual vuelve a ser agitado. Eso debe ser bueno para la literatura del futuro.
Creo que sí. En las democracias en las que vivimos estamos en un momento claro en el que veremos historias ambientadas a día de hoy, y con un componente político más alto, ya sea en Gran Bretaña, Francia o España. Hace 25 años había poco que criticar en el sistema, es decir, había cosas criticables, pero no era tan flagrante como en los últimos años. Hasta los 90, las democracias occidentales consiguieron frenar la desigualdad, pero esa tendencia se quebró, ya no se protege la igualdad de la misma manera, con lo que tendemos a la desigualdad. Y la irrupción de las redes sociales, que nos hacen más manipulables, hará que toda esta situación sea mucho más interesante desde el punto de vista literario. Veremos novelas ambientadas en democracias occidentales en las que el tema político será central.
Las redes sociales son a día de hoy un enemigo del libro, pero también son un canal para llegar a los lectores y venderles el producto. ¿Cómo vives esa contradicción?
Tenemos que estar ahí, lógicamente. Pero sigo teniendo un acercamiento algo naíf al tema de las redes. Yo antes creía que las redes eran una ampliación de lo que pasaba antes con el boca-oreja, pero no es verdad. Te das cuenta de que incluso esa conversación es tan manipulable como la conversación política, y por eso me interesan menos de lo que debería, y me dan más miedo. Estamos en la tesitura de entrar en el juego, intentar manipular a los lectores y sobrevenderles lo que hacemos… o no entrar. Así que intentamos ser razonables y explicar que nuestros libros son buenos, pero con relativa discreción. Podemos decir que son mejores que los de la competencia, vale, pero si vas a decir que son una obra maestra… hay que estar muy seguro para afirmar algo así. Si usas las redes de forma agresiva, entonces no eres honesto, y esa parte me da miedo. A corto plazo te puede aportar beneficios, pero hay que hacerlo respetando al lector, intentar convencerle, pero no engañarle. Nosotros tratamos al lector como alguien sofisticado y culto, y lo peor que te puede pasar es estar por debajo de las expectativas creadas. Es mejor pasarte por abajo que por arriba.
El concepto gráfico de la editorial es muy reconocible, y se ha mantenido durante estos casi 15 años.
Lo desarrolló Enric Jardí, que empezó con nosotros y luego dejamos de trabajar con él. Su gran hallazgo fue plantear las portadas en bitono y la cartulina impresa por las dos caras, fue un gran acierto, así como la franja blanca, el logo del asteroide, y pensar las cubiertas como independientes, pero formando parte de una gran familia. Es importante que alguien que no ha leído nada de la editorial, pero llega a un libro por lo que sea, y lo termina, pueda reconocer al resto de libros como hermanos de éste. Sería lo fundamental. Y que lo viera como moderno y clásico a la vez, no excesivamente serio, sin sacralizarlo… Desde hace cuatro o cinco años trabajamos con Jordi Duró, y él prosigue el trabajo anterior de Enric.
Asteroide está dentro del grupo Contexto de editoriales independientes, junto a Impedimenta, Nórdica… ¿Eso en qué ayuda a un sello pequeño?
En el aspecto empresarial, a todos los niveles. Nos ayuda a contar con recursos que no tendríamos si fuéramos más pequeños: más poder de negociación para comprar servicios como el papel, con mejores descuentos, por ejemplo. Ha sido importante formar una red de colegas que nos respetamos profesionalmente, y que nos apoyamos en decisiones concretas sobre promoción, por ejemplo. Compartir información siempre es valioso. Y ayuda un poco en todo, a vender libros, a mejorar las exportaciones, a tener más visibilidad en una tienda…
¿Qué ocurre cuando Impedimenta y Asteroide se interesan por un mismo libro?
No chocamos mucho, porque tenemos líneas distintas, pero cuando hay un interés compartido siempre llegamos a un acuerdo entre nosotros y pactamos quién se retira de la puja. Otras veces mantenemos el interés hasta el final y nos deseamos buena suerte… Lo más interesante ha sido tener libros de diferentes autores y poder hacer promociones conjuntas con otros editores.
La editorial ha traducido al español algunos textos periodísticos o novelas originalmente escritas en catalán, cosas de Pla, Gaziel… ¿Cómo funcionan estos libros en el mercado español, en medio de todo el jaleo territorial y político en el que andamos?
También he publicado K.L. Reich, de Joaquim Amat-Piniella, y El desbarajuste, de Ferran Planes, que tratan sobre la experiencia de los republicanos españoles exiliados tras la Guerra Civil que acaban internados en campos de concentración nazis. De estos libros se debería hablar más. No hubo mucho interés al principio, pero poco a poco se ha ido despertando. No sé si es un interés muy significativo. Creo que a los lectores les interesa, pero se ha dado poco trasvase entre las dos culturas. Pla y Rodoreda debería percibirse como autores españoles en Galicia… Me alegra haber contribuido a ese diálogo, y ayudar a que las culturas convivan.
Su oficina está muy cerca de las de la editorial Anagrama. ¿Se pega algo de Jorge Herralde?
De Herralde no he recibido más que favores. Tardé en conocerlo, pero me lo voy encontrando por el barrio y es muy inspirador. Me gustaría recordar una frase que me dijo: ‘Luis, encontrar libros buenos es la parte fácil del trabajo’. Tiene razón: la parte difícil no es encontrar los libros buenos, para eso basta con trabajar y ser listo. Lo complicado es que se vendan.